martes, 28 de abril de 2020

De baquets y copas del Manco Giribone



       
El “Manco” Giribone, personaje de leyenda y ejemplo de tenacidad. 
Nació en 1898 y falleció el 30/12/1982. 
Foto de “Sucedidos” de José Luis Giribone

            El manco Giribone corrió una carrera de autos en el año 1924, el 21 de diciembre, carrera que ganó pero que una vez que cruza la meta se corta el tren delantero y en el accidente, pierde un brazo. La dificultad más grande de cada historia -y también la característica más atrapante-, es tratar de imaginar cómo eran las cosas en ese momento. Cualquier escritor sabe que hay que dar detalles para que el lector pueda imaginar la situación en la que transcurre el hecho que escribe pero antes, debe entonces buscar huellas e imaginar él mismo cómo sería ese momento…
            La historia de hoy es de una carrera de baquets en Pila, en la provincia de Buenos Aires: el “Gran Premio 43” y el “Premio San Ignacio al record de la vuelta”, dos copas que ganó el Manco Giribone pero que nunca tuvo en su poder debido al accidente.
            Era un día de diciembre de calor y viento. Mucha tierra en los caminos de tierra de Pila. Amigos y curiosos mirando los autos y haciendo apuestas a sus favoritos. Día de verano polvoriento, 21 de diciembre, Día del Pueblo.
            Festejos y carreras de autos y entre ellos, una “baquet”, un auto original Buik usado mucho para correr por sus potentes motores de 4, 6 u 8 cilindros.

LO QUE SABEN LOS MECÁNICOS

            En realidad, “la baquet” era un auto común transformado en un auto de carrera; para ello usaban un modelo original que podría ser un Ford T o algún otro auto de marcas importantes para la época como Packart, Hudson o Chrysler pero, el que más se reformaba era el Ford T ya que era el más barato.
            Del auto original quedaba casi nada más que el chasis y la trompa, el resto se modificaba y por supuesto, “se preparaba” el motor para que anduviera más rápido. Además, les ponían asientos de butaquitas para dos y atrás, llevaban un tanque de combustible que por lo general, era un barril de chapa agarrado con dos precintos de chapa abulonados… Y eso era “una baquet”.
            Un auto casi común, cada modelo único en sí mismo, pero muy peligroso si se daba vuelta. Las ruedas eran por lo general de rayos de hierro o “ruedas de alambre”. En la década del ´20 las ruedas eran con rayos de madera o de hierro pero para las carreras, se buscaban las ruedas con rayos de hierro que eran más fuertes, no tan frágiles usando para los autos más importantes directamente llantas de discos que no tenía rayos, una llanta toda de metal más la cubierta y la cámara. Algunas llantas como las “Rouge” eran con rayos regulables con el mismo sistema de las ruedas de las bicicletas o de las motos.
            En el libro “Sucedidos”, el hijo del Manco, José Luis Giribone, muestra una baquet y dice: “-Con este modelo de baquet, perdió el brazo izquierdo el Manco Giribone. Coche de su amigo Bernardo Duggan. Foto 1913”. Estas llantas, o sea, la parte de metal del aro con los rayos podía ser de marca “Buffalo” aunque también había otras.
            Después aparecieron unas baquet con techo y con el agregado de algunos dispositivos de seguridad. Fangio no corrió nunca en baquet, ya que se usaban otros autos aunque no menos peligrosos si los vemos con los ojos actuales.

Baquet de Bernardo Dugan.
1921, coche de un amigo de José Luis Giribone.
Libro Sucedidos de José L. Giribone (h).

            TRES FOTOS, TRES EJEMPLOS DE BAQUET

            Quizás para entender cómo se intervenían los autos para hacerlos más rápidos y de carrera es necesario hacer un análisis de diferentes modelos. Así vemos tres baquets como las que se usaban en la década del ´20.       
           La primera, una baquet en construcción (la celeste), parecida a la del Manco ya sin carrocería y con el capot original con las dos butaquitas y el tanque, con las ruedas traseras ciegas de chapa y cubierta con cámara. Adelante tiene las ruedas originales del auto con una maza en el medio con rayos de madera y llanta de chapa y cubierta con cámara y la rueda de atrás, es reforzada y más fuerte, máquinas que se hacen para cubrir “Las mil millas de Bariloche”, carreras de autos para aficionados.
            La segunda es la verdadera baquet de carrera, un auto beige, una baquet para correr con rayos regulables tipo “Rouge” utilizados para centrar la llanta.
            La última es un Ford T que ha corrido “Las Mil Millas” pero está con las ruedas originales que son de madera y un auxilio que es la cubierta con un aro que se sacaba de ahí para cambiar una rueda pinchada atornillándola a la llanta de madera.
            En la época del Manco Giribone había corredores como Domingo Bucci de Santa Fé, ganador de muchas carreras en una baquet muy potente marca Hudson, un auto muy bien hecho y valorado por los buenos conocedores del automovilismo argentino.
Una baquet en construcción,
parecida a la del Manco ya sin carrocería
 y con el capot original con las dos butaquitas y el tanque



Verdadera baquet de carrera, un auto beige,
una baquet para correr con rayos regulables tipo “Rouge”
utilizados para centrar la llanta. Fotos de Internet.

Ford T que ha corrido “Las Mil Millas”
pero está con las ruedas originales que son de madera y un auxilio.
Foto de Internet. Gentileza Daniel Rodríguez Zouza.

 CUANDO EL DIABLO ANDA Y ANDA MAL

            Ya ganada casi la carrera por una vuelta, el Manco para para encender un cigarrillo y pasa un rezagado dejando gran polvareda. El mecánico acompañante dijo: -“No se deje echar tierra don José” (Giribone, 18) y ahí comenzó la desgracia. Salen derrapando y ganan la carrera pero rompen el tren delantero, vuelcan y Valerio muere; el Manco ni sintió que tenía el brazo deshecho y sin desmayarse, lo llevaron por 40 kilómetros de camino de tierra entre vientos y polvo hasta General Belgrano… y de ahí a Buenos Aires.
            ¿Quién podría acordarse o tener las Copas del Ganador de la carrera que nunca fueron reclamadas por el Manco ni por su familia?
            La primera, es una Copa que se encuentra en el “Museo Juan Manuel de Rosas” de Pila y fue donada por Haydée Maceira de Callegari. En ella se lee: “Premio Circuito de Pila, 43. 21-12-1924” al Campeón de la Carrera Vuelta de “San Ignacio”, organizada en 1924 por Daniel Solanas Agüero y Ernesto Denevi Agüero en ocasión de celebrarse el 90 Aniversario del Pueblo de Pila.
            La segunda Copa dice: “Premio San Ignacio al Récord de la Vuelta. 21-12-1924, Circuito de Pila”, copa que jamás se entregó al Ganador y quedó “por siempre en la vitrina de la familia Solana Agüero”.
            Historias de dos copas y una baquet de José Luis “el Manco” Giribone, fieles exponentes de triunfos y derrotas de una carrera que no impidieron torcer un destino.

Copa “Premio San Ignacio al Récord de la Vuelta. 21-12-1924, Circuito de Pila”. 
Gentileza Vanina Hernández.

Copa "Premio Circuito de Pila, 43. 21-12-1924". 
Gentileza Museo de Pila
Agradecimientos:
Increíble la cantidad de personas que participan en una nota y que suman aportes y tiempo para que la información sea fidedigna y clara.
Participaron en la construcción de esta publicación: Museo Histórico Pila, Ricardo Buiraz, Vanina Hernández (a cargo del Museo Pila), Daniel Rodríguez Zouza, Sofía Giribone (hija de José Luis “El Manco” Giribone), Dr. Federico Solanas Agüero, Taller de Historia Belgranense.




lunes, 27 de abril de 2020

Viejos almacenes de campo. Boliche y Almacén "San Roque" de Núñez Lozano.



Oscar Mammarella frente al boliche. Se aprecia su fisonomía articular con dos puertas de dos hojas al frente (que ya no son las originales y dos ventanas chiquitas en cada esquina. Al costado la ventana alta con rejas. pareciera de acuerdo a la imagen que el boliche hay sido agregado a la construcción primitiva. Circa 1960. Foto gentileza Oscar y su hija Flaviana Mammarella.
                        Encantadoras esquinas de campo que hablan de épocas pasadas… Más allá de su apariencia pintoresca y nostálgica los boliches han tenido tanta relevancia como los fortines y las estancias en la historia de los pueblos de la Provincia de Buenos Aires.
           
            No es fácil armar la historia de los Boliches porque al mimetizarse tanto con los parajes y la gente, nadie les prestó atención y menos escribieron sobre ellos y por eso, parece que algunos no hubieran existido y más aún si han sido demolidos. 
            General Alvear tuvo muchos pero los momentos de su puesta en valor han sido escasos, momentos que encima no se han mantenido ni repetido por muchos años.
            Por un largo camino de tierra y perdido en la lejanía, en el límite con Tapalqué estaba el boliche “San Roque” de la familia Núñez Lozano, boliche alto y de paredes anchas hasta donde llegaba la huella aún visible de las carretas.
            El libro más viejo del almacén conservado se remite al 1° de diciembre de 1891, ubicado en el Cuartel VII de Alvear sobre campos que actualmente pertenecen a la familia Mammarella y se accedía a él, por esa HUELLA que figura en los mapas y que atraviesa los campos con dirección a 25 de Mayo cruzando las futuras líneas del ferrocarril de 1897.

LOS NÚÑEZ LOZANO, DUEÑOS DE SIEMPRE

            Quizás el patriarca de la familia fue Manuel B. Núñez, quizás con el segundo nombre Benito o quizás un Juan Núñez que se casa con Bernarda Núñez, mismo apellido que su marido, padres de José Benito y Manuel Núñez Núñez, que para no confundir con las generaciones siguientes tendremos que llamarlos con los apellidos paternos y maternos que esté caso, son los mismos. Todo hace suponer que Juan llega de España con sus hijos ya nacidos en 1846 y 1847 instalándose en las cercanías del puerto de Buenos Aires por el año 1850.
            De allí, y por ahora, hay un hueco de unos cuantos años hasta que el 10 de agosto de 1874 los Núñez Juan y Bernarda, aparecen nuevamente en los registros de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen de las Flores en ocasión del casamiento de sus hijos José Benito con la joven de 23 años Domiciana Lozano, y Manuel, que contrae matrimonio con la hermana de la novia, Antonia Lozano, de 25 años, hijas de Francisco y Sinforosa Álvarez. O sea, dos hermanos Núñez se casan con dos hermanas Lozano siendo testigos los franceses Francisca Chaix y Juan Archiprete.
            Su domicilio no es constante en Las Flores porque cuando José Benito tenía 33 años, en 1879, nace su hijo José Benito Núñez Lozano, bautizado en la Parroquia San Nicolás de Bari en la ciudad de Buenos Aires. De ahí, se mudan a Las Flores donde viven hasta el año 1894 ya que sus primeros hijos están anotados en la Iglesia del pueblo siendo su domicilio en la calle Libertad donde son censados en 1894. Según los libros del almacén en 1891 ya estaban afincados en el Cuartel VII de Alvear, paraje actualmente conocido con “Emma”, bautizando los siguientes hijos -que serían más de diez-, en la iglesia de Tapalqué.

LOS NÚÑEZ LOZANO EN LOS MAPAS

                        En la zona de Emma, Cuartel VII de General Alvear, figura los campos de José Núñez y Cristina Núñez.
            Según la inscripción de dominio Folio 30 de 1956, el lugar linda por el sur con Hilario Renovales propietario de los campos “Estomba”, “La Cándida” y “San Martín” mientras que José A. Renovales era el dueño de las estancias “Buena Vista” y “El Peludo”[i]. Según el mismo documento, el campo en 1966 era propiedad de Carlos Alberto, Juan José, Inocencio, Luis Carmelo y Antonio Máximo Mammarella.
            En el plano que figura en el libro de Edelberg del año 1929, figura en Emma la propiedad “San Roque” sucesión de José B. Núñez.

UN GRAN ALMACÉN DE LADRILLOS ASENTADOS EN BARRO…

            El almacén era un gran galpón de ladrillos asentados en barro con casa de familia atrás que fue demolido por la familia Mammarella al cambiar de dueños.
            Las paredes del centro del almacén eran anchas con dos ladrillos cruzados, “tan anchas que se podía caminar tranquilo por arriba de las paredes”, con dos puertas de dos hojas una en cada esquina mirando desde el frente y con ventanas pequeñas con unas rejas que fueron llevadas por Erdmann a “San Justo” y no volvieron más.
            El caserón tenía un corredor adelante y otro atrás con varias piezas pero el despacho era en sí de 16 X 8 metros, con un gran mostrador con rejas altas que también fueron a “San Justo”. Cada una de las piezas era de 6 X 6 X 6 metros: 6 metros de ancho por seis de largo por seis metros de alto con cielorrasos y pisos de machimbre de pino tea.
                        En uno de los libros, el borrador Diario, se lee: “Borrador Diario K de todas las operaciones mercantiles practicadas en la casa de comercio denominada “San Roque” perteneciente a José B. Núñez y Cía. Pdo. Gral. Alvear. Noviembre, 1° de 1891”.
            O sea, que el boliche estaba mucho antes de la llegada del ferrocarril a la estación Emma, -que lleva el nombre de la hija de Salvador María Del Carril propietario de esas tierras-, que recién llega en 1897 a la estación General Alvear.

Oscar Mammarella sentado sobre la pared del boliche.
Se observa la puerta de dos hojas y la pared con ladrillos asentados en barro.

HERRERÍA DE CAMPAÑA “SAN ROQUE”

            De la lectura de sus movimientos, se deduce que los Núñez Lozano tenían una herrería en el lugar, actividad muy importante para arreglar las maquinarias, chatas, carros o los modernos sulkys. Seguro que don José Benito Núñez era un hombre fornido de gruesos brazos porque la herrería necesitaba de mucha fuerza para trabajar en la fragua.
            La fragua es el conjunto de las herramientas con la que el herrero trabajaba que incluyen la bigornia y el yunque. La bigornia era un pesado bloque de hierro sobre el que se forjaba el hierro caliente que junto con el yunque (un trozo de hierro más dulce) eran imprescindibles para moldear el hierro.
            Las herrerías eran el anexo imprescindible de las fábricas de carruajes y en los libros aparecen el arreglo de ruedas, la construcción de bulones, caballetes de hierro, limas, el importe para afilar rejas, la venta o reparación de ruedas de carro, ejes y eslabones, pisos de rastras, tasas y reparaciones de ruedas además de la venta de un sulky completo efectuada el 3 de marzo de 1908.

ALMACÉN TÍPICO DEL CAMPO BONAERENSE

            El Almacén se encontraba mirando al norte, dentro del mismo campo con una playa grande al frente con los palenques de palos cruzados donde se ataban carros y caballos. No se encontraba a un lado del camino que cubría la distancia hacia Tapalqué, sino que estaba dentro del mismo campo de los Núñez.
            El almacén tenía dos puertas grandes, dobles. No era en esquina porque estaba adentro del campo, no estaba sobre la calle. Tenía una playa para atar animales, ´con palenques porque en ese tiempo era así, con palenques´. “Adentro era grande con piso de mosaicos con un depósito importante con las bordalezas de vino, viste vo? Y muchas cosas más”. Todo era con piso de tablas completo con un sótano hondo, en ese tiempo todos los boliches tenían sótanos, contando con dos piezas con altas ventanas con rejas que daban a un pasillo central techado por el que se accedía a otra galería abierta que comunicaba con la despensa y la matera donde estaba el fogón.

EL BOLICHE DEL DEGOLLADO

            Si bien los almacenes de campo bien podrían creerse que eran oasis pacíficos en el medio de campo, no era así. El bolichero debía tener una fuerte personalidad porque también era cierto que al vender bebidas más de una vez alguno se ponía pendenciero con los demás parroquianos.
            Cuentan que durante mucho tiempo se lo conoció como “el boliche del degollado” casi en forma burlona por la vez en la que el bolichero Recaedo persiguió a un molesto mientras amenazaba con degollarlo haciendo ademán con un gran cuchillo de carnicería sobre su cuello, con tanta mala fortuna y poca inteligencia que casi se degüella a sí mismo.
            El almacén por supuesto tenía despacho de bebidas con rejas con las que se protegía el cantinero “por si las dudas”. En ese tiempo, en cualquier momento y así fuera con una discusión pequeña por algo que no estaba normal o recelos anteriores, enseguida se desafiaba al contrario y salían para afuera, “uno por cada puerta y ahí se armaba”. Así lo cuenta Oscar Ulloque que vivió en la zona, fue a la escuela y recuerda los cuentos de sus padres y abuelos. El Sr. es de Tapalqué, muy amigo de los Franceschini con los que fue vecino junto con muchos otros arrendatarios del lugar pero cuando se fueron los inquilinos, él siguió trabajando en el paraje en la estancia “San Roque”.
           
EL TESTIMONIO DE SENGO BALLADARES[ii]

            Sengo Balladares, esquilador, amansador, trabajador itinerante de Tapalqué llegó a lo de Núnez porque “conchavaban” gente para la cosecha. Entre los contratados estaba un Aranda de Alvear y un hombre alto, flaco y negro de Bolívar. Como había empezado a llover y no se iba a trabajar, Balladares se fue hasta el boliche “San Roque” con una papelito de compras que le encargó el capataz Pedro Feula.
            Cuando llega, estaba allí el negro con varias copas de más y ni bien Sengo pisa el umbral le “pega flor de palo en la cabeza” que lo tira al piso; ante la agresividad del hombre, el bolichero Francisco Mora le pega en la muñeca al negro con un palo y manda un peón a la estancia para avisar a Núñez que los lleva a los dos a la comisaría de Tapalqué donde estaba el comisario Cárdenas. Así va Balladares al hospital porque seguía “chorriando sangre como bife e´ corazón” y el negro queda preso y despedido (Capdevila, 326).
            Años después, vuelve a encontrarse con el negro en el boliche “El Trabuco” cuando estaba trabajando en la estancia “Miramar” de Tapalqué quién vuelve a increparlo y amenazarlo.
            Pero esta vez, Balladares estaba preparado y tenía “bajo e´ la blusa una fusta e´ bayena cargada con plomo de dos lonjas”. Con ella le pegó dos palos con los que lo tiró al suelo y después salió galopeando para el campo para buscar las pilchas y la paga. Al enterarse el patrón, le pregunta qué le pasa y al saber lo sucedido lo invita a cenar y lo lleva a dormir en la cocina.
            Cuando llega el negro busca a Sengo “por todos lados pa´ degollarme” -pero no en la cocina porque estaba el patrón- . Al verlo al negro, el patrón lo para y le dice que en “la estancia se viene a trabajar y no pelear puesto que las peleas son para el boliche” tras lo cual, lo despide en el acto.
            Salvado por el patrón continúa trabajando en la estancia y una vez terminado el trabajo, el mismo patrón le aconseja que se vuelva a Tapalqué pero que dé la vuelta por Hale y de ahí al “El Parche” hasta Alvear, cosa que hace Balladares para nunca más hallar “a aquel negro diablo”.

TODO PARA LA COCINA Y EL HOGAR

            En los libros aparecen anotadas todas las mercadería que necesitaba la gente en el campo: masas, pasas, galleta, tabaco, jabón “San Roque”, azúcar, almidón, piolas, tarros de café “Águila”, papel, dulces, especias, aceite “Maravilla”, arroz, pimentón, galleta, sal, cuchillos, fideos, ginebra fina, vinagre, harina, jabones varios y loción “R y S” pero se venden también aperos para el caballo, mandriles y matras y hasta guitarras y cuerdas romanas.

UNA TIENDA EN EL MEDIO DEL CAMPO
           
            El almacén “San Roque” también tenía todos los artículos de tienda y mercería: vende camisetas, bombachas, botas de cabritilla, alpargatas, botas gruesas, percal por metro, zapatitos ingleses, sombreros, botines, medias de caballero y de dama, pañuelos de seda mejicanos, bramante por metros y franeleta, pañuelos de mano, frazadas, zapatos, sacos de señora, hilos y agujas, servilletas de hilo y peines de distintos tamaños. En varios lugares se lee un producto denominado “azul de prusia” que era utilizado para teñir telas.
            Llama la atención las compras realizadas por Elisa Callaso el 3 de junio de 1908 que tal parece que se hubiera casado la señora o su hija o “se sacaron la lotería” porque ese día efectuó una lista muy importante de compras como para “armar” toda una casa. La Sra. compra desde coñac y vino hasta media docena de platos hondos y media docena de platos playos de losa, una sopera, un fuentón, un cucharón de alpaca, un cepillo de paja, un par de estribos, media docena de copitas de cristal, tres tazas de loza, siete metros de tela, 4 cajas de broches, 1 kg de ají y media de pimentón y pimienta, un jarrito, una bombilla de lata, 150 damitas, 2 pares de botines de paño, 4 metros de bombasí, un saco para niño, 48 madejas de hilo, una fuente enlosada, una pieza bramante y café tostado.
            Entre las ventas a distintas personas aparecen también armas y balas de rifle carga doble o balas “Montecristo” y cajas de “tiros rifle 9 mm” entremezclados con mucho tabaco y copas de licor que se consumían en el “Bar”.

BOLICHE CENTRO BANCARIO, FARMACIA, CORREO, ESTACIÓN DE SERVICIO Y LUGAR DE TRUEQUE
            Los almacenes de campo generalmente cambiaban “los frutos del país” (cueros, lanas y otros producidos por los chacareros) por mercadería así que también figuran las compras, por ejemplo en 1891, de 57 cueros vacíos por 475 kilos y 18 cueros lanares.
            En un apartado se lee sobre la venta de “elementos para botica” que eran medicamentos para diferentes dolencias, cumpliendo el boliche la función de las farmacias actuales.
            El almacén también era un Banco porque servía de intermediario para realizar giros contra la “Cooperativa de Hacendados” -entradas de cheques y giros-, o transferencias de dinero como por ejemplo de “Hilario Renovales a Escurra” con una Estafeta Postal que vendía estampillas y por supuesto, el tan necesario combustible de diferentes calidades entre ellos, el kerosene en lata.
           
PASANDO LIBRETA DE PARROQUIANOS

            Los libros del Almacén “San Roque” dan la posibilidad de ver lo que sucedió hace más de 120 años y permiten imaginar a sus clientes y casi verlos. Con tantos datos y un poco de imaginación se puede sorprender a don Francisco Franceschini, casado y con 14 hijos, fornido, de bombachas y alpargatas comprando el 29 de enero de 1908, 1 kilo de tabaco, ½ litro de alcohol puro y un pañuelo bombasí. En esa época había muchos vecinos y la familia Franceschini estaba de los dos lados de la calle, “en las chacras de Franceschini”.
           
LOS CLIENTES DEL BOLICHE “SAN ROQUE”

            Cantidad de vecinos había en el lugar: muchos que se fueron para siempre; los más que se radicaron en Tapalqué por ser el pueblo más cercano y otros se vinieron para Alvear donde aún vive su descendencia.
            Entre los nombres de los compradores del boliche y que sirven para saber quiénes vivían en el paraje,  están Cecilio Olmos, Juan Sosa, Justo Pais, Camilo Paniagua, Hipólito Lasarte, Ramón Andía, Félix de la Vega, José Burgos, Julia González, Antonio Núñez, Silvano Cufré, Segundo Gutiérrez, Francisco Suárez, Ángelo Santos, Antonio Martínez, José F. Mora, Juan Altavelapiz, José Tojo, Natalio Ezcurra, Pedro Harichet, Ana S. de Gómez, Pedro Bourdieru; Valeriano Gangoso que después se mudó para el Chumbeao, Miguel Retama, Tomás Foqui, Pío López, Luis Panessi, Diógenes Domingo Tesan, Venancio Manrique, Juan Boldomon, Francisco Francesquini, Felipe Uballes, Hilario Renovales, Marcelino Allen, José Gómez, Benito Varela, Juan Casenave, Fernando Suárez, Mauricio Vásquez, Pedro Bourdieu, Samuel Andía, Venancio Manrique,  Juan Carlos Giribone, Augusto Castes, Bernardo Lequerre, José R. Campón, Juan Mannont y Elisa Collaso entre otros.
            Los Núñez Lozano pasan al pueblo de General Alvear más tarde y “abren un hotel a cuatro cuadras de la plaza” continuando en el ramo durante mucho tiempo pero… ésa es otra historia.

LOS BOLICHES COMO CENTROS DE CULTURA E HISTORIA

            Larga la historia del boliche “San Roque” pero lo amerita porque fue centro comercial, esparcimiento y refugio de muchas generaciones con historias entrecruzadas con la gran familia de los Núñez Lozano.
            Argentino Luna lo describió como nadie: “mirar primero lo que se tiene aquí”, en nuestro pago chico, en la patria chica. Romper los boletos y mirar acá nomás cerquita y ver lo lindo que es nuestro pueblo, su paisaje, su historia, sus lugares, su gente y de verdad observar “un cielo limpio repartiendo estrellas”, con historias reales de boliches de campo alvearenses.

Oscar y Norberto Mammarella desarmando el viejo boliche San Roque.
Circa 1960. Foto gentileza María Ripa Mammarela de Caggioni.


 Agradecimientos:
Como siempre, muchas personas participaron en la construcción de la nota: Oscar Ulloque, Rosa Franceschini, Oscar y Norberto Mammarella, María “La Vasca” Ripa, Sra. Ripa de Mammarella, Flaviana Mammarella, Mariano García Errecaborde y tantos otros que acercaron mapas, ayudaron a pensar e invirtieron tiempo y esfuerzo para rearmar la historia del boliche “San Roque” de Núñez Lozano.
Desarmando el boliche. Circa 1960.  Foto gentileza María La Vasca" Ripa Mammarella
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Bibliografía:
  • ·         Familysearch. Búsqueda de registros de nacimiento, bautismo, matrimonio y defunciones de los descendientes de Juan Núñez y Bernarda Núñez.
  • ·         Luna, Argentino. (1941-2011) “Mire qué lindo mi país paisano”.
  • ·         Las antiguas herrerías y su aporte a la industria nuevejuliense. Diario “El 9 de Julio”.
  • ·         Libros Diarios de Comercio del Almacén “San Roque” desde 1891 a 1908. Archivo del Museo de Tapalqué.
  • ·         Capdevila, Darío Rafael. Cuentos del caminante. Ediciones Patria. Tapalqué. 2003.
  • ·         Edelberg, Gregorio. Atlas de Partidos de Provincia de Buenos Aires. 1929.
  • ·         Archivo Catastro de General Alvear.
  • ·         Anuario Kraft. Gran Guía internacional del Comercio y la Industria. Tomo 3. 1942. Página 740.







[i] Anuario Kraft. Gran Guía internacional del Comercio y la Industria. Tomo 3. 1942. Página 740.
[ii] Sengo Balladares es el personaje principal de “Cuentos del caminante” de Capdevila.



lunes, 13 de abril de 2020

La herrería de Neuville


Enllantadero en lo de Neuville. 
El primero de la izquierda es Camilo “Chingo” Neuville, al lado Enrique Neuville, 
el de camisa blanca un empleado y el que está sosteniendo la madera sobre la maza 
es Juan “Macho” Ignacio Neuville. 


En épocas de trabajo manual, las herrerías y aserraderos eran muy importantes en el campo. Había herrerías en casi todas las estancias para arreglar todo tipo de herramientas. También las había en el pueblo. Tal es el caso de la Herrería Aserradero de los Neuville. El Taller, situado en la esquina de Alem y Lavalle, hoy la frutería de los hermanos Pardo, estuvo primero a nombre de Remigia Caminos de Neuville quedando a cargo de ella a partir de 1925 cuando fallece su marido. Fue construida por Juan Neuville, francés que llegó antes del 1900 a Buenos Aires a trabajar en una fábrica de carros para pasar después a Saladillo y quedándose definitivamente en Alvear junto a su familia.

Tuvo ocho hijos: Camilo, Carlos, Alcira (casada con Marino), Tita (casada con Severino), Victoria N. de Sabbattini, “Chola” N. de Illescas, Juana, casada con Molino y Enrique Neuville, todos vecinos de General Alvear con gran descendencia.

TALLER DE AVANZADA PARA LA ÉPOCA

Neuville falleció en 1924.
El Taller tenía lo más avanzado en tecnología para la época: sierra sin fin, motor a explosión, máquinas, y por supuesto la bigornia, la fragua, la agujereadora, sierra y herramientas. Era un galpón grande, con ventanales y puertas para aprovechar al máximo la luz del día, en épocas que no había electricidad. Al fondo, detrás de la gran chimenea de la fragua había un parahumo para evitar que el recinto se llenara de humo que no permitiera trabajar. Llegó a tener más de veinte empleados de distintas especialidades: pintura, enllantada, aserradero, herrero, etc.
Además del portón del frente y otro que daba sobre la calle Alem, había uno grande que daba al patio, terreno baldío donde estaba el enllantadero. Ahí, en un monte de frutales, esperaban turnos las chatas con sus dueños que venía a enllantar las ruedas. Acampaban debajo de los carros poniendo unas lonas que colgaban abajo, o dormían arriba, entre la carga. Otros dejaban el carro y se iban, pero las colas solían llegar hasta la calle 25 de Mayo a veces en larga hilera de casi tres cuadras.  En la herrería se arreglaban las llantas, se picaban rejas, se hacían las camas, arreglaban herramientas de todo tipo… Carretillas, carros, breques, palas… lo que viniera.
Cuando todavía no había soldadora eléctrica se usaba la caldia para soldar con la fragua. La caldia era como una planchuela que adentro tenía una trama metálica que se llevaban a punto de fundición y luego se moldeaban a martillazos. Los empleados siempre usaban delantales de cuero para evitar las quemaduras de la fragua o el calor del enllantadero.

LOS HERMANOS NEUVILLE EN EL ENLLANTADERO

En la foto se ven a los hermanos Neuville en 1935 en el enllantadero. Atrás, un carro que parece una jardinera grande. El primero de la izquierda es Camilo “Chingo” Neuville, al lado Enrique Neuville, el de camisa blanca un empleado y el que está sosteniendo la madera sobre la maza es Juan “Macho” Ignacio Neuville. En el suelo, una maza sin la bocina, que es la que va afuera, como la que se ve en la rueda del carro. En primer plano, la leña preparada para enllantar. Debían ser todas del mismo largo y se apoyaban de adentro y de afuera de la llanta. Abajo se colocaban unos ladrillos para que entrar el aire y avivara el fuego. No era muy lento porque el calor era tal que rápidamente se calentaba el fierro. El resplandor quemaba hasta las plantas y la tierra era polvo calcinado. Trabajo rudo, de muchas horas y peligroso… Hay tanto para hablar del obrar de los herreros…
Todos de luto por el fallecimiento del padre en 1924.
Remigia Arcurio de Neuville el 7 de marzo de 1926 con todos sus hijos en la casa familiar de General Alvear.
de izquierda a derecha son Canilo Neuville, Carlos Remigio (nacido en 1920), Alcira Neuville de marino,
 "Tita" Neuville de Severino, Victoria Neuville de Sabbattini, 
"Chola" Neuville de Illescas (madre de Atilio Illescas), la abuela Remigia Caminos de Neuville, 
Juana Neuville de Molino y Enrique Neuville. Año 1926.

Las ruedas enllantadas de los Neuville duraban hasta quince años. Era un desafío para ellos que los arreglos no vinieran más y que duraran mucho tiempo. No eran comerciantes, no hacían un buen trabajo para cobrar más o un mal trabajo para que volvieran pronto… Ir al Taller de los Neuville suponía la seguridad, la excelencia y la garantía de confianza. Era el orgullo de hacer las cosas bien, cualidad inapreciable y casi inentendible en el mundo de hoy: la satisfacción del trabajo bien hecho.





Taller "El aserradero" de Neuville situado en Alem y Lavalle. 
La herrería aparece en los libros más antiguos a nombre de "Remigia C. de Neuville" 
y después a nombre de "Remigia C., viuda de Neuville". Circa 1935. Foto Gentileza Carlos Neuville.

Agradecimientos: 
Agradezco a la gente de Alvear por compartir sus fotos y recuerdos con tanta nostalgia y sencillez y principalmente a Carlos Neuville.

Despertar de sueños dormidos


Escuela N° 15 recién pintada por personal e internos de la Unidad N° 14 
del Servicio Penitenciario Bonaerense. 2018.

Comenzaba el Ciclo Lectivo 2018… Nuevos alumnos, viejos alumnos con nuevas miradas, mismas autoridades con más experiencia, nuevas Autoridades con renovados Proyectos y expectativas. En la Escuela 15, era todo bien diferente. Las paredes limpias, las cornisas rasqueteadas y las canaletas abiertas de la escuela seguramente lo debían sentir: es que a partir del 29 de noviembre de 2017, la Escuela, junto a las demás instalaciones de la ex estancia del marqués de Olaso tenía una Ley propia que la cuidaba y un montón de voluntades que la resguardaba; una escuela que se veía con aires nuevos pero que había nacido 150 años antes gracias a la voluntad e iniciativa de la familia Olaso.

EL ESFUERZO DE LOS OLASO POR ASEGURAR EDUCACIÓN

A veces, es difícil explicar y entender como una familia de la talla de los Olaso vino y permaneció en General Alvear hasta hace 60 años, presentes en el Pueblo Esperanza, hoy General Alvear allá por 1855 cuando se hizo la primera adjudicación de los solares..
En 1875, José Rufino Olaso funda el establecimiento “San Salvador del Valle”… Casi un pueblito de campaña: panadería, herrería, talleres, carpintería, cabañas, caballerizas, montureros, puestos, tambo, y una escuela que funcionaba en el mismo Castillo, delante de los montureros, donde ahora justamente están las aulas de los internos de la Unidad N° 14 del Servicio Penitenciario, institución que funciona en ese lugar siendo las maestras, las hijas de los puesteros o administradores que tenían cierto grado de instrucción. A un costadito, estaba el patio con juegos armados por la propia marquesa que daba catecismo una vez a la semana.

Luis de Olaso y Madaria, II Marqués de Olaso
 quién hace construir la escuela actual. Circa 1935.
LA ESCUELA CON EDIFICIO PROPIO

Luis de Olaso y Madaria, único hijo de José Rufino, hace construir el edificio actual en 1934 y como cuenta Joaquín Artola, él comienza a ir a la escuela en 1938 cuando “todo era nuevito”. La Sra. Amanda Pellisero escribe en el Historial de la Escuela que “en solemne acto realizado por la Señorita Begoña Olaso”, ella coloca el primer ladrillo de la construcción que terminaría en 1939 el Sr. Marconi. Toda la construcción y las maestras hasta el año 1957 fueron pagadas por la familia Olaso.
La función de la escuela era muy amplia: en verano se transformaba en Colonia de Vacaciones con alumnos del Colegio de Franciscanos de Buenos Aires, la congregación Jesuita de San Agustín. Durante las semanas de las Misiones, el padre Luis Rodríguez legalizaba uniones, bautizaba, se hacían las primeras comuniones, las confirmaciones y por supuesto, las Misas en la Capilla donde se reunía toda la gente de los alrededores.

LA ESCUELA RECONOCIDA OFICIALMENTE POR LA PROVINCIA

En 1957, uno de los hijos de Luis, II marqués de Olaso, Fernando y su madre la marquesa Carmen Villar, le encargan a su administrador, el Sr. Jorge Ormaechea que, junto a su esposa Marta Tagliani, realicen los trámites para que la escuela sea acreditada dentro de la Educación Oficial y así fue que la escuela N° 15 se crea en 1957 con una matrícula de 22 alumnos.
A partir de ahí, y ante las amenazas de expropiación, se retiran precipitadamente los puesteros con sus hijos haciendo fluctuar peligrosamente la matrícula pero, al formarse la Colonia San Salvador del Valle, llegan los Colonos con sus hijos que nuevamente llenan las aulas.

LA ESCUELA DE LA COLONIA “SAN SALVADOR DEL VALLE”

Imposible describir 60 años más… Cientos de anécdotas de los hijos de los colonos constantemente llenan las páginas de Facebook y las reuniones de amigos y una pequeñita escuelita, con una arquitectura española bellísima, es capaz de provocar destellos, hacer brillar los ojos y despertar recuerdos dormidos.
Recuerdos de sueños y desencantos, pero seguramente con los mismos destellos que tenía el marqués de Olaso cuando vivía en estos lugares, destellos de grandeza en la humildad, destellos de hacer las cosas bien, de esfuerzos, de sacrificios y de la satisfacción del trabajo bien hecho reflejado en cada uno de los detalles de la Escuela podemos observar no sólo la belleza, sino también la fortaleza de construcción pensada para que dure para siempre; ladrillos de primera calidad, ventanas y rejas indestructibles, techos que aún no se llueven a pesar de los años….
En estas cosas no valen los intereses particulares o personales, y aunque parezca mentira, realmente el edificio despierta sentimientos dormidos, recuerdos, acciones cooperativas, altruistas, optimistas, destellos de luz que pueden mucho más que las malas ondas y que han logrado reunir muchas voluntades para limpiar el monte y la escuelita abandonada.

Personal del Servicio Penitenciario lavando las paredes. 2018.
LA ESCUELA PATRIMONIO HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES


El Honorable Concejo Deliberante de General Alvear, aprobó por unanimidad la ordenanza Nº 1755/12, donde se declara de Interés municipal la declaratoria de Patrimonio Histórico de la escuelita dentro del marco del proyecto Potenciar la Patria Chica. Cuatro años después, en 2016, y con la continuidad de las gestiones realizadas por la diputada Alejandra Lorden, las Cámaras aprueban la Ley y la escuela y demás instalaciones de la ex Estancia de Olaso forman parte del Patrimonio Histórico Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
La escuela ha demostrado que vale más que la intención de algunos, que está presente la voluntad conjunta de preservar y poner en valor un lugar representativo de 150 años de historia… Intenciones del Concejo Deliberante de General Alvear, de los Diputados y Senadores de la Provincia de Buenos Aires, de los vecinos alvearenses, del Consejo escolar, de las autoridades municipales, de los miembros de Cooperadora, del Personal docente y auxiliar, de los vecinos y colonos, de las Autoridades del Ministerio de Justicia y del Servicio Penitenciario que han puesto lo mejor de sí para que la escuela se vea como se merece.

DESPERTANDO SUEÑOS DORMIDOS

Luces de identidad, de respeto por el pasado y por las personas que trabajaron arduamente en esos espacios para que nosotros y nuestros hijos tengamos una vida de calidad, de expectativas logrables y por supuesto, con destellos de esperanza siempre renovados.
Martha Tagliani de Ormaechea, primera maestra de la escuela N° 15 en 2012. Buenos Aires.

Bibliografía:
-      Ordenanza Nº 1755/12 del Honorable Consejo Deliberante de General Alvear.
-      Solé, Lis.  Marqués de Olaso, estancia “San Salvador del Valle” Ediciones Del Margen. La Plata. 2012.