Don Jorge Vignolles.
Hay personas que no pueden olvidarse nunca
más y que su solo nombre enciende sonrisas en los recuerdos…
Y
éso sucede cuando se nombra a don Jorge Vignolles…. Farmacéutico por más de 50
años en General Alvear, don Jorge, con sus anteojos, su bigote pero
principalmente por su cordialidad y bondad no puede ser olvidado por quién lo
haya conocido.
LLEGADA AL PUEBLO
Don
Jorge nació en Balcarce y a los 30 años, en 1945, llega al pueblo con su
flamante título desde la ciudad de La Plata. Unos amigos le habían dicho que en
el interior faltaban farmacéuticos y salió en tren… Llegó a Alvear y sin casa,
se hospedó en el hotel pensión que estaba donde es actualmente la Tienda de
José Brancatti, pero al ano siguiente se mudó atrás de la farmacia, en 1946,
cuando se casa con Raquelita González Baró.
En
esa época no había Intendente, Juan Carlos Giribone, Edmundo Corti, Roberto
Speratti Piñeiro, Carlos Aramendi eran comisionados… Cuando don Jorge llega a
Alvear, lo recibe don José Desiderio “Pepe”
Lescano, comisionado e Intendente en varias oportunidades, y desde el primer
momento se hicieron muy amigos. Durante toda su vida, José Lescano estuvo
presente en la historia del pueblo: integrante del Concejo Deliberante y de la
Comisión Asesora de Vecinos entre otras cosas.
Don
“Pepe” aparecía por la farmacia como a
las once de la mañana junto con el gerente del Banco Provincia, el Dr.
Fernández, el “Poyo” Althabe viejo, “Lole” Peroni, el “Ñato’ Martínez, “Coco”
Salvo, Rodolfo Piedrabuena, Mario Simonetti y se amontonaban en la cocinita del
Laboratorio, en “la matera” como le decían ellos, ponían el agua a calentar,
tomaban mate y charlaban mientras don Jorge preparaba los remedios.
LOS PRIMEROS TIEMPOS
La
farmacia era en 1940, del Dr. Chiurazzi, Jorge poseía la mitad. Compró la otra
mitad, gracias al aval de don Pepe Lescano para que le dieron un crédito en el
Banco Provincia porque como él mismo dijera: “Usted no se va de Alvear”. Y aquí
quedó con su familia…Tuvo tres hijos, Jorgito, Liliana y Rodolfo, y muchos
amigos. Fanático de Estudiantes de La Plata y radical de siempre, no le impidió
ser “el” farmacéutico de su farmacia “Del Pueblo”.
En
épocas donde los remedios no venían en cajas de las droguerías, en la “cocina
de la farmacia” se hacían todos los preparados: remedios para la tos, jarabes y
antigripales…lo que fuera. Don Jorge de tanto en tanto pedía los insumos de
Buenos Aires para mantener el stock y, con distintos aparatos de medición y
balanzas de precisión se dosifica las drogas según prescripción médica de
acuerdo a su ciencia y saber. El material que venía de los laboratorios llegaba
en unos frascos más grandes, muy lindos, algunos transparentes, otros de color
ámbar, marrones, que Jorge ordenaba con prolijidad y parsimonia en las
estanterías.
LOS PEDIDOS DE REMEDIOS
Generalmente,
hacía los pedidos a la noche, desde el teléfono fijo número 23, con operadora
de Telefónica, y al día siguiente llegaban en el tren de las once de la noche.
Jorge iba a esperar el tren en su bicicleta y después de preparar los remedios,
los repartía en la misma bici, así fuera de madrugada si era necesario. Los
remedios se volcaban en sellos, un recipiente redondo, alto, de un material
blandito, como una pastilla alta que se tragaba.
Jorge
por lo general se levantaba a las siete de la mañana, se bañaba y se arreglaba;
con corbata y un guardapolvo que siempre le venía grande abría la farmacia en
horario de comercio. En ese momento, había dos farmacias en el pueblo, -la de
María Rosa Fernández-, pero en Alvear, como dice su esposa Raquelita: “…decir Farmacia era decir don Jorge
Vignolles, yo lo sentía así. Porque él era todo… Jorge daba fiado, algunas
veces la gente no pagaba los remedios porque no tenía dinero para hacerlo pero
volvían, la gente siempre lo reconocía y le retribuía los favores de una forma
maravillosa. Es que Jorge era muy bueno y responsable”. Atendía a cualquier
hora, no era necesario estar de turno; buscaba el remedio, asesoraba, aconsejaba,
ponía inyecciones, casi “un doctor”, orgullo de farmacéutico.
LOS EMPLEADOS DE LA FARMACIA
Con
el tiempo, don Jorge tuvo empleados: el primero se llamaba Enrique Endara.
Después hubo más porque la farmacia crecía: Raúl Gómez, un muchacho alto que
estuvo muchos años, Lita Barbalarga, María Juber Chichí Cousté, María Laura
Antelo, Cuqui Antelo, Silvia Garabento, Javier Medina y Mariano Rodríguez
Anido, Cristina Suárez y Susana Brizuela que se ocupaban del orden y la
limpieza.
Si
don Jorge no estaba en la farmacia, estaba en el jardín. Él se encargaba de
todo y sabía con precisión los nombres de cada una de sus plantas. Me encantaba
ir y ver su precioso jardín lleno de flores mientras él con su tranquilidad de
siempre, explicaba cómo se cuidaba y cultivaba cada una.
El citroén de don Jorge estacionado frente a la Municipalidad.
LAS OTRAS PASIONES DE DON JORGE: EL
JARDÍN Y PESCAR…
Con
el tiempo, don Jorge cambió la bicicleta por un Citroen, -el Citroen de la
imagen con el que él hacía los mandados-, y después por un Valiant 3 blanco con
el que salía con sus compañeros de pesca. Porque otra de sus pasiones era
pescar… Con sus amigos, el ferroviario Silvio Crottolari, el “Negro” Santiago
De Paz (telefonista), Gaviña que trabajaba en la tienda Los Vascos, “Tetena”
Vivas el pintor, Rodolfo Solé, Jorge Yaconis, el gallego José Méndez, salían
temprano buscando un lugar. Con la comida lista para pasar el día iban lejos,
al Vallimanca, al arroyo Las Flores, por caminos de tierra y barro. Así como
era tan responsable en su profesión, era para otras cosas algo distraído: en
cierta oportunidad fueron a pescar a lo Peró en Bellavista y ahí se dio cuenta
que había dejado la goma de auxilio en casa; era despistado pero esencialmente,
un hombre bueno.
Estar
cerca del agua y sentir su rumor entre los remolinos de los arroyos, siguiendo
con la vista la boya era realmente donde él quería estar. Esa fue su voluntad,
que sus cenizas fueran esparcidas en el arroyo Las Flores de General Alvear,
libre y simple, acá y en ningún lugar, pero siempre en los corazones de los que
lo conocieron.
ALGUNOS POCOS RECONOCIMIENTOS
Reconocimientos,
algunos. Cuando se inauguró la Sala de Neonatología del Hospital Municipal en
el año 2000, impusieron su nombre a la Sala que hoy ya no existe. Sus palabras
fueron simples y de gran emoción. Despacio dijo: “Cuando yo llegué acá, hace 55 años, vine con el espíritu de servir y
ayudar con mis consejos a esta querida población. No sé si lo logré, pero esta
fue mi intención y hoy me veo realmente emocionado en esta circunstancia que
cuando llegué, jamás lo hubiera podido soñar. Creo que no debo decir más que
gracias, muchas gracias. Y pienso que a veces, ha habido personas de esta
ciudad que hubiesen merecido este homenaje que me brindan a mí. Yo fui un
introducido en el pueblo se podría decir, con el ánimo de servir a esta
población. Nada más”... Ya
fallecido, en el año 2010, AlvearYa y Canal 5, organizaron un plebiscito
popular para elegir los 10 Destacados del Bicentenario y don Jorge fue elegido
entre ellos. En su representación, su hijo Rodolfo con emoción dijo: “Sé que
dirías que otro se merece el reconocimiento y no es cierto, te lo merecés”.
Por
cierto que se lo merece: un farmacéutico de ley, excelente persona, con una
humildad a toda prueba, ejemplo de honestidad y altruismo; comprometido siempre con el pueblo de General
Alvear.
Nota: Agradezco a la familia Vignolles,
en particular a Rodolfo que me permitió visitar a su mamá y a los familiares,
amigos y vecinos de las personas mencionadas en la nota.