Mostrando las entradas con la etiqueta Riglos. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Riglos. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de abril de 2020

Estancia"9 de Julio" de José Portugués


Frente del casco de la estancia "9 de Julio" de José Portugués.

Hay estancias antiguas en General Alvear, pero sin dudas, la estancia “Nueve de Julio” supera a todas y no sólo por su antigüedad en la Patria Chica alvearense, sino por la importancia de su propietario, José Portugués, pieza clave en la fundación y crecimiento de General Alvear, así como en la historia de los distritos de Las Flores, Tapalqué y Saladillo.
Era tan importante su función en la vida del Pueblo, que el primer mapa del ejido de 1856, aparece claro y bien señalado un solo camino de llegada al Pueblo Esperanza y que es desde la estancia “Nueve de Julio”, traza que se repite en todos los mapas de la época, camino que estaría buenísimo tratar de encontrar y que coincidiría parcialmente con la actual Ruta 61.
Ya desde el empezar la historia es larga porque los documentos de la época, citan la estancia desde antes de 1840, en tierras arrendadas que a partir de 1839, pertenecieron al distrito de Las Flores, propiedades originales de los enfiteutas Pedro Sheridan y Manuel Rabago, épocas siempre peligrosas a pesar de los tratados de paz de Juan Manuel de Rosas con los pueblos originarios.
Hasta la llegada de Portugués (1806-1886), las tierras de Pedro Sheridan tenían una superficie de 11 leguas con frente al arroyo Las Flores limitando al norte con el mismo, al oeste con Juan Cascallares y al sur y al este con los campos de los Ortiz Basualdo. José Portugués las adquiere en sociedad con Juan Smith y la transforman en un “estancia de trabajo”.

UNA ESTANCIA FORTIFICADA

Como todas las estancias de la época, “Nueve de Julio” estaba dedicada a la cría de ganado, establecimiento autosuficiente en el medio de la pampa sin árboles, establecimiento rural que ofrecía trabajo y protección a sus habitantes tal como sucedió en el año 1859 cuando fue refugio del pueblo “Esperanza” y sede del Fortín del entonces comandante Juan Agustín Noguera.
Es que la estancia en sí misma era mucho mejor que un fortín: tenía su propio sistema de defensa cercada por un foso de dos metros de profundidad por tres de ancho en el perímetro de una manzana, y que ostentaba un alto mangrullo desde donde se divisaba el horizonte hacia todos los puntos cardinales aunque principalmente, hacia el oeste que era por donde entraron los malones que tantas veces atacaron la estancia.
El foso circundante, tal como la defensa contra inundaciones de General Alvear, hacía imposible el paso de la caballada como no fuera por el puente que se retiraba en circunstancias de peligro. Además, estaba defendido “por cinco piezas de artillería, cuatro cañones y una culebrina de más efecto que eficacia” (Volonté, 2013), como es fácil deducirlo. Los cañones, algunos de los cuales aún se encuentran en la estancia, eran del tipo de cargar por la boca y efectuado el disparo se introducía una baqueta en forma de escobillón para limpiar su interior de todo vestigio de fuego. La última invasión que puso en temores a esta parte de la campaña, ocurrió en 1877, un año antes de que Portugués la vendiera a Marcos Riglos, después de tanta perseverancia y sacrificios.

Cartel de chapón que preside el casco de la estancia
que desde 1876 pertenece a la familia Riglos.
Fotos gentileza Alfredo Gándara.
PRIMERA VENTA DE LA ESTANCIA. GRAN ESTAFA A PORTUGUÉS

Entremedio, en 1845, Portugués y Smith habían vendido la estancia a la sociedad de José Ortiz Basualdo y Federico Massot. Esta venta bien podría haber sido el causante de un cambio radical en la historia de General Alvear pero, por esas cosas de la vida o la historia, Basualdo y Massot no pagaron la hipoteca obligando a Portugués a comenzar un largo litigio que finaliza recién 14 años después, recuperando la titularidad de la tierra en 1859 (Navarro Viola, 1866).
La larga historia de la estancia que llega hasta hoy con su nombre primitivo pero con otros propietarios, tiene durante sus primeros 40 años una relación sumamente estrecha con la historia del pueblo. Comienza cuando con las gestiones de Juan Manuel de Rosas se pacifica la campaña y se crean los distritos de Las Flores, Saladillo y Tapalqué dentro de los cuales se encontraba Alvear. En ese contexto, Portugués llega e instala su estancia siendo pionero y ejemplo para otros por su osadía y audacia a pesar de los peligros reinantes.

ESTANCIA DE TRES DISTRITOS

Por su gran extensión y la inexistencia del partido de General Alvear, la estancia “Nueve de Julio” figura en los tres partidos originales y en General Alvear a partir de 1869. Por ejemplo, en 1867, el Sr. Solivaez en representación de don Vicente Amador y de la estancia “Nueve de Julio” de José Portugués, denuncia en Tapalqué al Sr. Don Pedro Quejilaver por haber sacado hacienda vacuna para Buenos Aires con la Marca 25, señal de Portugués en todos sus campos. Es así que Tapalqué, Las Flores, Saladillo y General Alvear son los cuatro distritos que conjugan su historia en la estancia de José Portugués.
La venta de la estancia en 1843 y la ida de Portugués, pudo cambiar la historia de la región, pero sucedió entonces que después de vender, pasaron más de dos años sin haber cobrado un peso de las 11 leguas cuadradas con todo lo plantado y construido. Portugués entonces, a la edad de 38 años, comienza un juicio con el que conviene, el 31 de octubre de 1845, recuperar la Estancia en el estado en que se halla y donde “según los inventarios últimamente formados, sólo existen 270 cabezas de ganado” renunciando “todos los derechos que hasta ahora han pretendido sobre animales orejanos que se dicen marcados por Basualdo con la marca de la Estancia Independencia”. (Libros Google, Navarro Viola, 1886, 21).
De los más de 400 folios de los que consta el juicio se desprenden características de la estancia y de su propietario que además, muestran las particularidades de los habitantes de nuestro campo desde 1840 a 1880… y también de los engaños y enredos que siempre existen en negociados y sociedades, traiciones y quebrantos que parecen no han mejorado a pesar de que han pasado ya casi 190 años.
Parte más antigua del caserón donde se aprecian los techos en azotea a los que se accede
por una escalera de fierro desde un patio interior de la casa.

CUANDO EL GANADO ERAN MILES

Cuando Portugués se reinstala en 1845, la estancia estaba totalmente desmantelada ya que se había vendido con 11.000 cabezas de ganado de las cuales quedaban sólo esas 270 nombradas y en lugar de las 6.000 ovejas, quedaban 2.257 y muchas deudas que obligaron a Portugués a vender “las valiosas propiedades de las calles Rivadavia y Victoria” en Buenos Aires (Libros Google, 13). Los abogados, después de la primera parte de tamaño juicio cobraron la suma de 500 cabezas de ganado a saber, 300 novillos de dos años y medio para arriba y 200 vacas de tres años para arriba a pagar a los 12 meses de su posesión, honorarios que se niegan a pagar la parte perdedora borroneando partes del contrato de venta. Tal como dice el abogado de Portugués en el juicio, tanto Massot como Basualdo, (peleados entre sí a estas alturas pero unidos en la intención de no pagar), se reunían “conformes y avenidos para despedazar la fortuna de Portugués ganada a la vista de todos, con el sudor de su rostro y no con trapacerías” (Navarro Viola, 1866).

RECONSTRUCCIÓN DE LA ESTANCIA

Portugués reinicia la actividad en la estancia haciéndose cargo tal como lo disponía la Transacción en su artículo N° 2, del pago de gastos y sueldos vencidos de los peones y capataces y los fletes realizados por el mayoral Garay que transportaba los frutos de la estancia hasta Buenos Aires. Autorizado por esta Transacción, el Juez de Paz de Las Flores, Mariano Díaz, permite a José Portugués que tome posesión de la propiedad que estaba “todo en ruina pues había desaparecido casi todo lo que antes tenía dicha Estancia”. En varias oportunidades, Portugués reitera que “únicamente se proponía que se le pagase su cuenta” y que “por no haber otro remedio, se conformó con quedarse con la estancia”.
Para beneficio del pueblo que aún no existía, Portugués se queda en General Alvear y continúa con tesón en el campo levantando nuevamente todo lo destruido y saqueado por Basualdo y Massot, tal como lo haría tantas veces después de las invasiones indias. Todo esto sucedía por los años 1845 y 1846 cuando pasa el viajero Mac Cann por el lugar y es recibido por sus dueños, quienes seguramente eran José Portugués y su esposa María de los Santos Requejo, los que “les brindaron un almuerzo inmejorable en el que no faltó café y otras cosas servidas a la manera europea” (Mac Cann, 1847).
Galería que da al norte donde se aprecia el señorial y antiguo porte.

A partir de 1845, Portugués y su socio trabajan denodadamente para “convertir las taperas en casas y el desierto en poblaciones y haciendas”. A partir de allí, hay un largo paréntesis de reconstrucción que se extiende desde 1846 hasta fines de 1856, o sea, hasta después de creado fortín y pueblo Esperanza, tiempo durante el cual, Portugués se hace cargo incluso de la “Estancia Independencia”, estancia alternativa creada por Basualdo para desmantelar “Nueve de Julio” y que “no dio ni para cubrir los gastos” (Navarro Viola, 1886, 28).
Con la inestabilidad de la frontera, Smith se va y vende su parte a Portugués que mantiene la misma marca de ganado desde 1839, el 25, señal que usó en todas sus propiedades aún fuera de “Nueve de Julio”, transferida el 7 de febrero de 1839 a Ramón Basualdo con motivo de la venta y vuelta a transferir el 29 de marzo de 1859” (p.40), existiendo la misma marca en los puestos “Angelita”, “San Miguel”, “Santa María” y “San Antonio” puestos que figuran en los mapas antiguos.

SE ACABA LA PAZ EN EL CAMPO

En 1853, los malones recrudecen, llevándose la hacienda y dejando muchos muertos y heridos. Su yerno, Manuel Venancio Paz de “los Carrizales” y fundador de la ciudad de Las Flores, es tomado prisionero por los indios (Genaro, 2012). Portugués entonces firma junto a otros estancieros, comerciantes y pulperos de Saladillo, Las Flores y Tapalqué un petitorio para que el Gobierno cree un fortín a sus expensas, ya cansados de los avances del indio por el oeste totalmente desguarnecido. Con la aprobación del Gobierno, José Portugués construye el fortín a sus expensas con 25 de sus peones acompañando al fortín y apoyando a sus comandantes y Guardias Nacionales y abasteciéndolo cada vez que era descuidado por el Gobierno que atendía otras causas políticas y “de estado”.

ESTANCIA SEDE DEL FORTÍN ESPERANZA.

En 1859, después de la invasión de Olivenza e incendio del Pueblo Esperanza, la estancia “Nueve de Julio” es sede de Pueblo y Fortín y desde allí, Juan Agustín Noguera escribe cartas sobre la difícil situación de la campaña en esos momentos. Desde 1866 a 1873, la estancia cada vez es más extensa ya que Portugués compra al Superior Gobierno sobrantes de campo lindantes completando las 26.000 hectáreas teniendo en 1878, 17.600 vacunos, 20.500 lanares y 100 yeguarizos.

Tanto y mucho más para contar de esta estancia en épocas de grandes cambios para Alvear y Buenos Aires. La estancia “Nueve de Julio” fue y es una estancia de trabajo, fue una estancia fortificada, fue sede del Fortín Esperanza, bastión y pionera en la construcción de la identidad alvearense.


Realmente, y tal como afirma Ramón Capdevila fue una estancia baluarte, centro de actividades económicas y sociales y su propietario, don José Portugués, guía y ejemplo de trabajo y estoicidad, fuente y generador de cambio del Pueblo y siendo con justicia, parte fundamental del pasado heroico de General Alvear.




FOTO: La imagen corresponde al ejido del Pueblo Esperanza en 1856. Del centro del pueblo se ve perfectamente dibujado el camino hacia la Estancia Nueve de Julio (hacia el Noreste).
Valerie Brownie de Gándara (a la iquierda) con Lis Solé
recorriendo el amplísimo parque que rodea a la estancia.

Nota: José Portugués nace en Buenos Aires en 1806 y fallece en 1886 sin descendencia, dejando como Heredero Universal de su fortuna a la Sociedad de Caridad San Vicente de Paúl después de la expresa donación a otras 44 instituciones benéficas de salud, educación o religiosas.