Mostrando las entradas con la etiqueta FERNÁNDEZ. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta FERNÁNDEZ. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de enero de 2021

A PURO BANDONEÓN: 14 bandoneones alvearenses

¡Qué bueno sería volver a escuchar las orquestas típicas y características de Alvear en un baile de campo, debajo de una lona del ferrocarril en una carpa de palos, piso de pasto y chicos “pa´hacer dulce” entre sonidos de bandoneones y acordeones alumbrados por faroles a kerosene! Los tiempos cambian, la gente cambia, el pueblo cambia y la música también y cómo hacer un resumen corto de los bandoneonistas de pueblo que fueron tantos… 

 En General Alvear, hubo –como en casi todos los pueblos-, pocos bandoneonistas y que no son conocidos por las nuevas generaciones, pero que fueron iconos en bailes y reuniones durante varias décadas. Cada uno de ellos tiene características particulares y merecen por su trayectoria y virtuosismo, una nota aparte pero valga este resumen como homenaje a los 14 BANDONEONES que fueron centro y parte de los bailes cuando no había música grabada y todo se hacía “en vivo”. Esos 13 bandoneones son Mileo, Maximino Moleiro, Lito Acuilán, Ramón Orchiani, Hiram Pinciroli, Lucho y el “Cholo” Yocco, Carlos Quiroga, Carolo Cascallares, José “Tito” Rapozza, Gerardo Suárez (“el Tuerto Bazán”) Marcial Pérez y el “Turco” Elhelu. 

 EL PRIMER BANDONEÓN DE ALVEAR: EL MAESTRO MILEO (1882-1932) 

El Maestro Mileo. Director de la Banda Municipal (en el medio)

 El “Maestro” Leonardo Mileo (1882-1932) fue el primer bandoneón que llegó a Alvear con el fin de dirigir la Banda Municipal y enseñar música. Mileo sabía tocar guitarra, violín y bandoneón y fue maestro de don José María Fernández y quizás también de Maximino Moleiro, los bandoneonistas alvearenses más antiguos. 
 En el Cementerio de Alvear hay una tumba en cuya lápida se lee; “sus alumnos y amigos”, homenaje póstumo de todos sus alumnos generaciones que tomaron su pasión y la transmitieron a los más jóvenes. 

 JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ 

José Fernández en la Peña Fortín El Tala.


 Muchos recuerdan al atemporal “viejito Fernández” tocando el violín en su Casa de Música y almacén. Carlos Quiroga recordaba que lo escuchó cuando chico tocando en la Parroquia San José desde el Coro y que realmente, creía que era “la música que venía del Cielo”. José María Fernández aprendió a tocar la guitarra, el violín y el bandoneón con el maestro Mileo. Su voz no era del todo buena pero su afinación, perfecta. Su pasión por la música absorbía todo: se sentaba a tocar y el tiempo ya no existía para él. 

 El negocio que tenía en Papa Francisco y San Martín fue la primer “Casa de Música” del pueblo donde se vendía cuerdas y guitarras. Allí se reunía con sus amigos y cantaban y tocaban cualquier instrumento. El negocio -que también era almacén- , tenía una dependencia que era una peluquería de hombres y otro “para la música”, sitio donde se vendían guitarras, cuerdas, clavijas y las partituras tan difíciles de conseguir, espacio que siempre fue frecuentado por amigos, familiares y proveedores para “tocar la música”. 

 DON MAXIMINO MOLEIRO (m. 22/09/1975). 

Don Maximino Moleiro fue el profesor de todos.

 Maximino, -no Maximiliano-, Moleiro llegó de Buenos Aires para instalarse en su casa de la calle Perón donde vive actualmente su nieto Sebastián Moleiro. Desde su llegada reunía a los músicos de esa época entre los que estaba “Tete” Severino, hermano de Filomena Severino con la que se casa al poco tiempo. Su pasión era el bandoneón, al que “agarraba” cada vez que podía, pasión que conservó durante toda su vida. Ya anciano, seguía tocando. 
Era un apasionado del bandoneón con el que pasaba horas ensayando. Maximino era un hombre bajito, con mucha paciencia pero que perdía a veces con los chicos que lo molestaban con sus bullas durante las largas horas en las que practicaba y practicaba con el instrumento. Fue profesor de grandes y de aficionados, ya que recibía a personas de todas las edades tratando de enseñar que “tocar el bandoneón no sólo es mover dedos” sino de “pasar una pasión” que necesita de mucha paciencia y perseverancia, con horas de práctica escuchando el fuelle y memorizando los movimientos para obtener los sonidos deseados. 

 “LITO” ACUILÁN (19/12/1936- 30/08/2019). 


Lito Acuilán (1936-2019)


 Alumno de Maximino que de tanto ir e ir a su casa “con la excusa del bandoneón”, se enamora de su hija, y como decía el mismo “Lito” con su sonrisa inolvidable: -“Y así la música quedó en la familia”. Aníbal Donato Acuilán, el “Lito”, empezó a estudiar el bandoneón en cuanto salió de la escuela. Su padre le había conseguido un instrumento de estudio con el que practicaba todos los días en la casa de De Paz, donde actualmente es la Cochería de Carlomagno. 

Lito era amigo del “Tono” De Paz y practicaba en una pieza que estaba arriba hasta que Tono le decía que ya lo tenía “podrido con el bandoneón”. En las fotos, no tiene un atril con hojas enfrente porque nunca pudo tocar mirando la partitura ya que se perdía y por eso, las aprendía de memoria de tanto practicarlas. Tenía en la cabeza más de 300 piezas que tocaba imperturbable y con una pequeña sonrisa en su rostro. Con nostalgia recuerda que estaban presentes con la orquesta hasta para los carnavales a los que iban disfrazados arriba de una zorra (carrito) adornada con guirnaldas, mismo carro que usaban en la chanchería para distribuir comida a los animales. 

Ahí estaban los De Paz y Carlitos Cordido que era el motorman, o sea, el conductor de la yegua que tiraba el carro con los músicos tocando. La primera canción que aprendió fue “El Garrón” y aseguraba que con ya casi 90 años, “si la agarro todavía la rumbeo”. La tocaba siempre y era la más odiada por el “Gallego” De Paz. Con una sonrisa intentaba recordar el nombre de un vals que le gustaba muchísimo y que tocaba todo el día, en cuanto le quedaba un tiempito libre de cuidar a los casi 2.000 chanchos que tenían con su hermana Chichí. 

 Cuando dejó la chanchería y empezó a viajar con los camiones, los tiempos disponibles para tocar el bandoneón se fueron acortando. No estaba nunca y cuando estaba, “ya no estaba para eso y venía tan cansado que no tenía ganas de agarrarlo”. Él mismo reconoce que el bandoneón es un instrumento muy difícil porque abriendo y cerrando el fuelle el sonido cambia: “uno le erra al abrir y sale cualquier otra cosa”. El bandoneón de Lito es un bandoneón Luis XV con un sonido único y apreciado por todos los bandoneonistas. “Pero en esos tiempos era otra cosa”. 

Lito recuerda que se enteraron con su padre que un músico de Roque Pérez quería vender uno de los dos bandoneones que poseía y él necesitaba uno mejor porque el teclado era el mismo pero más chico, con los botones muy juntos y ya no servía. Así que salieron los dos en tren y lo compraron. Lito Acuilán, un gran bandoneonista que la responsabilidad de la vida lo alejó de la música pero que su recuerdo encendió sonrisas constantes en su alma de músico.

 INOLVIDABLE “RAMUCHO” ORCHANI (falleció en 1999) 

Inolvidable Ramón Orchani

 El “abuelo Ramón” era un músico de gran oído, bandoneonista de toda la vida que alternaba con su profesión de carpintero, empleado en el Corralón Municipal o caseros en la estancia “El Quemado” con su esposa María Elena. Melina Hidalgo lo recuerda practicando con su padre Juan, acordeonista, amigos entrañables y compañeros de música en tardes de amigos y noches de bailes pueblerinos. Y la familia, cuenta de las reuniones caseras con el abuelo tocando el bandoneón y en las fiestas de Quince Años de sus nietas. 

 Fue profesor de muchos que siguieron sus huellas y de otros que intentaron dominar el instrumento y no lo consiguieron pero que compartieron hermosas tardes de música y amigos. Su bandoneón, un Luis XV negro, brillaba como su sonrisa bonachona, impecable, prolijo y correcto como él, una persona que se tomaba el tiempo para todo y principalmente para su música, el buen queso y el mejor vino. Ramón Nazareno “Ramucho” Orchani supo llegar con su música a amigos y familiar amenizando cada encuentro con melodías y risas inolvidables que perduran en el recuerdo de todos los que lo conocieron. 

 HIRÁN OSCAR PINCIROLI (1929-2015) 

Oscar Hiran Pinciroli 1953 Presentación en Canal 7 ATC.


 En una casa alta y antigua en Bernardo de Irigoyen 1680, vivía la familia Iocco Sorgini con 6 hijas. Una de ellas, se casa con Pinciroli, un apuesto rubio con el que tienen tres hijos: Níver, Rubén e Hiram Pinciroli. La familia se destaca por el amor hacia la música e Hiram estudia acordeón con gran afición. Nació justamente el día de la Música, un 22 de noviembre de 1929 en General Alvear y desde jóvenes comparte su pasión por la música con su amigo Aníbal Greco, de Saladillo. 
 Empleado del ferrocarril en Longchamps, cursa la carrera de Medicina en La Plata, y ejerce su profesión en San Rafael, Mendoza. Tenía su bandoneón en consultorio y cuando no tenía pacientes, tomaba el bandoneón que siempre estaba preparado en un sillón y se ponía a ensayar. 

Fue así que por sus relaciones y su virtuosismo llega a grabar varios temas Canal 7 A.T.C en 1953. Actuó en la orquesta de Antonio Germade (de la Orquesta de Canaro) y su prima Edith Fittipaldi de Márquez junto con su mamá Adelina viajaron a Saladillo para poder verlo por televisión cuando salió en Canal 7. En 2012, realiza el arreglo en bandoneón del tango “Madrecita gaucha de Luján” dedicada a la Virgen de Luján tocada por él con letra de un cura amigo de la familia, el Padre Carlos Bruela y acompañados con la guitarra de Andrés Ayala, CD que se presenta en junio de 2015. Fallece el 12 de octubre de 2015 en la ciudad de San Rafael, Mendoza. 

 LOS HERMANOS LUIS MARÍA “LUCHO” (n.1945) Y JULIO “EL CHOLO” YOCCO (n.1941- 2020) 


Luis "Lucho" Yocco 

 En la familia Yocco, todos hacían música pero los bandoneonistas eran Julio “Cholo” y Luis, conocido como “El Lucho”. Había en la casa dos bandoneones y “Cholo” estudió música con todos un poco. Empezó con Moleiro, y siguió con quién lo podía atender: Lito Acuilán, Carlitos Quiroga, siempre reunidos en lo Moleiro, leyendo y aprendiendo cuanta partitura llegaba a Alvear. 

 “Lucho” no estudió: escuchaba a su hermano y tocaba de oído, practicando siempre que tenía un descanso en el trabajo. El bandoneón de Luis era rojo con incrustaciones nacaradas y el de Cholo, negro, y con él, cuando dejaba de trabajar a la tardecita, se lavaba un poco y se sentaba a tocar en el comedor de la casa atrayendo a los vecinos que se paraban en la calle a escuchar. 

Ellos tocaban con Cascallares (acordeón), Carlitos Quiroga (bandoneón), Atilio Herrera (guitarra), Josecito Gamonte (violín), José Raposa y Lito Acuilán. En las fotos también aparece “El Cholo” Trezza pero tal como cuentan “él no era músico” aunque a veces agarraba el bandoneón para reír o divertirse tocando una o dos piezas que sabía y “dirigía la orquesta”. Algunos recuerdan también a Alfredo Esnaola tocando el bandoneón pero solo en reuniones familiares.

 CARLOS QUIROGA (m. 2019) 



Carlos Quiroga 


 Carlos Quiroga nació en Alvear y vivió toda su infancia en el paraje “La Garita” donde su padre Ángel era ferroviario. Desde allá se venía en sulky para tomar clases de bandoneón en lo de Moleiro con un instrumento que compraron con su padre en Lobos, en un viaje en tren inolvidable. Con sólo siete años ya se presentó en una “orquesta de los grandes”. 

Su profesión de chofer y a más la Agencia de Quiniela no pudieron hacerle olvidar su pasión por el bandoneón y la música, asistiendo a todos los bailes, casamientos, fiestas familiares que hubiera, ya fueran en el pueblo o en el campo yendo por caminos de polvo y tierra. Carlos empezó a tocar profesionalmente a partir de los diecisiete años, desde 1965 hasta 1991 que fue la última vez que tocó con “René y su Conjunto” de Alberto Pedano. En el año 2019, como culminación a su esfuerzo y continua práctica cumple su sueño de toda la vida: grabar un disco, CD en conjunto con “Los Cuatro de Copas” que se edita en Tapalqué. Su hijo, Carlos Quiroga, continúa con el estudio del instrumento actualmente con el bandoneonista Gerardo Elhelu. . Carlos Quiroga en “No hay 2 sin 3”, 2019.

 RODOLFO CASCALLARES (1940-2005) 

 Si bien muchos lo conocían como “Carolo”, su nombre era Rodolfo Cascallares y vivía cerca de la estación, frente a la vía, en la esquina de Hipólito Irigoyen y 9 de Julio. Hacía música en la década del 60 y tocaba muy lindo el bandoneón en la orquesta con Alberto Pedano, llenando cada noche el “Prado Español”. Vivía con su madre, doña Juana Cascallares, en una propiedad modesta pero llena de música y baile, característica de toda la familia Cascallares. Antes de venir a Alvear, Rodolfo “René” Cascallares trabajaba en la estancia “La Porteña” de la familia Erdmann. 

En 1955, en dúo con Alberto Pedano (en Lobos), actuaron por primera vez en esa estancia con el nombre de “Los hermanos de La Fuente”. Luego actuaron con el nombre de “Rodolfo Cascallares” y por 1960, formó parte de la “Armony Melody Jazz” integrado por Moleiro, “Tete” Severino y Lito Acuilán. Con Pedano en Alvear y en 1962 formaron una Agrupación Típica Característica y luego continuaron con el nombre de “René y su Conjunto” siendo su debut el 29 de enero de 1962 en un baile del paraje “El Chumbeao” continuando una larga trayectoria musical que culminó en 2005. 

 Los mejores momentos de René y su Conjunto fueron los vividos en General Madariaga en 1975, en Villa Gesel en 1976, en Radio Splendid y Radio Colonia y en Canal 7 TV en un concurso de Casa América. 

 EL RECORDADO JOSÉ RAPOZZA 


José Rapoza


 José Rapozza en realidad se llamaba José Sosa y aprendió a tocar el bandoneón con Moleiro. Hijo del popular gaucho Rapozza, mantuvieron el apellido no reconocido y por el que todos los conocen. 
 Su hija “Coca” Sosa de Bindella cuenta de los bailes donde tocaba la orquesta que integraba José junto a Moleiro, Oroná en guitarra, Cascallares con acordeón, Josecito Mamonde y José Fernández en violín, y el Tete Severino en batería. Coca no recuerda los nombres de las orquesta porque en ese época, era sólo reunirse y tocar, casi “sin formar una orquesta” yendo a las fiestas tanto del pueblo como del campo, en las escuelas rurales, en los festivales de los clubes o para ayudar a diferentes entidades, pasión que alternaba con su oficio de pintor. De carácter algo huraño, su cara se transformaba cuando tocaba el bandoneón, donde se lo ve reflexivo o contento disfrutando de la música tanto en los bailes como en las reuniones familiares. 

 EL POLICÍA MARCIAL SATURNINO PÉREZ (m. 1986) 

Marcial Pérez y Maximino Moleiro

 
Poquito se sabe de MARCIAL PÉREZ. Era policía y llega a Alvear por su profesión, incorporándose inmediatamente a las orquestas Típicas locales donde se lo ve sentado a la derecha de José Rapozza y con músicos como Maximino Moleiro, Tito Pradera, Carlos Noel Sánchez, Rodolfo Cascallares y Herrera. 

 TOCAR DE OÍDO “COMO EL TUERTO BAZÁN” 

 “El Tuerto Bazán” en realidad era Gerardo Suárez, casado con Susana Raquel Fossa y aparece en algunas fotos junto a los grandes. Quizás su sobrenombre haya sido por ser en realidad tuerto pero quizás el apodo se lo haya ganado “por tocar música de oído” comparado con el gran músico Juan Carlos Bazán que también aprendió a tocar música oyendo los tangos que le silbaba “Pedrín el Tuerto”.


 EL “TURCO” ELHELOU (n. 1945)


Gerardo Elhelu, "El Turco Elehelu"

 Gerardo Elhelu es poco conocido por su nombre pero sí por su profesión de comerciante, ya que Gerardo, el “Turco de la Economía” como él mismo se llamaba, tenía una tienda en la calle Pellegrini cerca de la escuela secundaria. Su padre, fanático del tango, llamó a su hijo Gerardo aludiendo al nombre de Gerardo Mathos Rodríguez, el creador de “La Cumparsita”. 

Con gran animosidad y voz amable, recuerda “la época en que era niño, se escuchaba mucho el tango y se aprendía a tocar el bandoneón”. Su padre, de Huracán y representante de RCVíctor, le trajo el primer bandoneón a los siete años, un bandoneón chiquito, tipo concertina con sólo dos octavas. Entre los años 52 o 53, ahí nomás al poco tiempo, le trajo un bandoneón un poco más grande, un Doble A y ya más adelante y cuando se dedicó profesionalmente a tocar, adquirieron un segundo bandoneón, un Premier también Doble A. 

Ese debut profesional fue a los 12 años, de pantalón corto, saco y corbata, tal como se usaba en esa época y por supuesto, en el Club Huracán. Ya con 17 años empezó a acompañar a los grandes como a Coco Barbieri, a participar en Fiestas Populares como la “Fiesta del Trigo” en Tres Arroyos o en “Casares Tango” con muy buenos músicos como Mario Arrietta de Carlos Casares o Raúl Narváez de 9 de Julio. En 1981, a los 40 y pico de años, integró un conjunto de Tango en Alvear junto a Ulpiano Bernardino “Tito” Pradera con unas ganas tan grandes de hacer música que “no dejábamos dormir a los vecinos porque tocábamos todo el día”. 

 Las presentaciones eran muchas. Una vez fueron a la Unidad 14 en ocasión de la visita del Coronel Guillén con un grupo formado por Carlitos Villaverde, el “Tete” Severino en la batería, “Tito” Pradera y con la siempre recordada amplificación de Julio Carricarte, pionero y casi mago del oficio que lograba con un solo micrófono y una batería de auto. Gerardo recuerda cuando el “Prado Español” se llenaba de gente que bailaba al son de pasodobles, tangos y rancheras con “Ramucho” Orchiani en bandoneón y “Tito” Baigorria con el bajo.
 Tocaban donde los llamaran: al aire libre donde está la actual terminal de Ómnibus, en la confitería “Venus” que se encontraba enfrente de la casa del Dr. Cellillo (Ameghino e Irigoyen) en compañía de Alberto Pedano y en cuanto baile se organizara. Una noche inolvidable fue en la Sociedad Española con un conjunto formado por Cristian Cardelli, Daniel Ceballos en guitarra, María Antonia Monserrat en piano y “el Turco” en bandoneón. 

 EL TANGO “DERRUMBA EL PREJUICIO DE LA EDAD”

Un resumen de bandoneonistas alvearenses… Ojalá valga esta nota para recordar algún otro y homenajear su recuerdo, épocas donde “SE TOCABA” y los músicos eran imprescindibles en las fiestas. 
 Quizás muchos dirán que el tango “es para viejos”, que es “música que entró en decadencia” pero no es así ya que se renueva en forma permanente porque es bonaerense y trascendió la gran ciudad porteña, porque resistió a los ataques constantes y a la invasión de otros géneros importados como la cumbia, música que nació en los barrios pobres de Buenos Aires y que triunfó en el mundo.

 Carraspeando emocionado, Lito Acuilán contaba de la gente que iba a los bailes en cantidades a pesar de no tener auto, en sulky y a los barquinazos por los caminos de tierra. Las carpas se llenaban para bailar milongas y valseados, en encuentros donde se armaban parejas para “ponerse de novio” manteniendo esa costumbre casi perdida de estar tiempo con la pareja, conociéndose y respetándose para poder seguir juntos durante toda la vida. 

 Parece mentira que muchos músicos de tango estén luchando a brazo partido para volver a “adueñarse de una música” que nació en nuestro país pero el esfuerzo, siempre vale la pena. A nivel provincial, las Academias de Tango cada vez tienen más alumnos y la gente joven se sienta a escuchar, a bailar o llenan los teatros y bailongos, derrumbando prejuicios y edades, cantando y bailando, parafraseando lo que decía Gardel en la sentida “Milonga Sentimental”: “Otros se quejan llorando/ yo canto pa' no llorar”.