![]() |
Terminada la esquila, largas tropas de chatas llevaban la lana hasta Buenos Aires . |
Hoy
como ayer, una vez llegada la primavera y más o menos desde el mes de
septiembre hasta diciembre, es tiempo de la ESQUILA.
Ya lo contaban los esquiladores como
los MOUSSOMPÉS y los BERTOLDI que formaban cuadrillas de esquiladores en los
años 40 o 50 y se iban por meses al campo.
Si bien en esa época ya había
ovejas, antes del 1900 la faena de la esquila ocupaba a muchos trabajadores
durante más de tres meses en comparsas de 10,15, 20, 30 y hasta 50 hombres que
en épocas donde la vida era muy barata, ganaban en 90 días el salario para
vivir el año entero.
Claro que eso podía ser si el
paisano sabía guardar bien “las latas” de esquila y no se las jugaba a la taba
en algún boliche de las inmediaciones o en la misma matera de la estancia.
CUADRILLAS
PARA ESQUILAR 300.000 OVEJAS
Quizás no hay registros de ganadería
del General Alvear de aquellas épocas pero sí los hay de “25 de Mayo” donde se
refiere que en “HUETEL” había 70.000 ovejas; 60.000 en “Santa Clara”; 50.000 en
“El Socorro”; 20.000 en “La Cruz de Guerra”; 20.000 en “Santa Rosa de Inda” y más
o menos las mismas cantidades en “Santa Úrsula” de Inchausti o en el “2 de Mayo”
de Isaguirre y otras tantas en “La Merced” de Achaval; en la estancia
“Pedernales” de Keen y en “Bella Vista” de Arning Braus a más las chacras que
igual las contaban por cientos.
Al igual que en el pueblo vecino de
25 de Mayo, General Alvear ha tenido también infinidad de ovejas en sus campos
y la afirmación se contempla al ver los impresionantes galpones de esquila que
aún se pueden ver en pie en las estancias.
![]() |
Carreta tirada por bueyes cruzando un arroyo. |
EL
ACARREO DE LAS LANAS
Terminada la esquila, la lana se
guardaba en grandes lienzos aunque no por mucho tiempo y más si el lugar no era
el adecuado, por eso ante el temor de perder la producción, se iniciaban viajes
interminables de tropas de bueyes entre las que se recuerdan las tropas de
Cárdenas, de Guayran, de Herrera, de Brillabrille o las tropas del vasco
Zalduvi de Saladillo, famosas por su boyada compuesta de diez carretas con su
tiro de cinco yuntas de bueyes cada una.
La ansiedad por desprenderse de la
lana por temor al ardido, provocó un incidente en el año 1885 ante el Juez Olimpo
Linares de General Alvear. En esa ocasión el Sr. Víctor Igartúa en
representación de don Ángel Sojo, dueño del establecimiento "Santa
Rita", establece una demanda contra Matías Márquez. En el expediente se
señala que ambos vivían en el Cuartel 5° del Distrito, justo donde actualmente
se encuentra la estancia “Santa Rita” e Igartúa denuncia a Márquez por no
haberle entregado en término la lana comprada por 74 $m/c. En su defensa,
Márquez aduce que don Ángel Sojo había prometido “señar la entrega” y ante la
falta de pago y ausencia, vendió la lana a otra persona ya que la lana “se estaba deteriorando y se vio obligado a
venderla convencido de que Sojo no iría a recibirla”.
CARRETAS
DE 8 METROS DE LARGO EN COLUMNAS DE CUATRO CUADRAS
Aunque parezca inconcebible en este
tiempo, las caravanas de carretas eran casi comunes cruzando la pampa lisa sin
árboles. Una carreta cargada desde la punta delantera del pértigo a la parte
final del buche trasero tenía 7 u 8 metros de largo más las cuatro yuntas de
bueyes de adelante a tres metros más o menos cada una son 12 metros, porque lo
que una carreta en marcha ocupaba unos 25 metros lineales.
Ahora bien, no viajaba una sola
carreta de 25 metros sino que generalmente y como era el caso de la caravana
del vasco Zalduvi, eran diez carretas una detrás de otra y con el espacio por
medio necesario, ocupaba tres o cuatro cuadras de marcha penosa y lenta durante
varios días para llegar a destino en interminable idas y venidas hasta que se limpiaban
de lanas todos los galpones de la zona.
LOS
CARROS DE DOS RUEDAS DE CAMPOMENUZA
He oído pronunciar más de una vez el
apellido “Campomenuza” que en realidad son los Campomenosi, familia muy
conocida en los pagos de Alvear. Ellos tuvieron los primeros carros grandes de
dos ruedas que aparecieron en los Partidos de Saladillo y Alvear (Garayzabal,
43) además de los carros de Zamora, Biancho y Justo Lalanne con sus burros
históricos.
Más tarde llegaron las grandes
chatas de cuatro ruedas como la de “Chiche” Dellatore. Con soberbias caballadas
que cargaban hasta 150 bolsas de cereal, las chatas destructoras de caminos,
desalojaron a las carretas como pasó después con los camiones.
CARAVANAS
INOLVIDABLES QUE PASARON AL OLVIDO
Así el progreso continuó y la postal
de largas caravanas de chatas fue reemplazada por los camiones y para verlas hoy,
hay que buscarlas en sociedades tradicionalistas, coleccionistas o Museos donde
uno comprueba que parado apenas si pasa los ejes de sus ruedas.
Los acopiadores de lanas eran los
que contrataban y fletaban esos acarreos estando presentes ya por 1880 la casa
de Silva y Azcona de Saladillo, empresas agro ganaderas conocidas en toda la
región y en Alvear, los grandes almacenes de Ramos Generales que marcaban
postas en los caminos como las tropas de los Jurado, de los Olaso y de todos
aquellos audaces que cruzaron el río Salado a partir de 1850 o las progresistas
barracas como “la de Tortorici” que se construyeron a la vera de las vías.
Ya para fines del siglo XIX, y para
tener un punto de comparación con lo que sucedía en la vecina ciudad de “25 de
Mayo”, casi toda la lana por los años 1898, 1899 y 1900 se fletaba hasta la
estación de 25 de Mayo, llevando la lana de todo el oeste desde Bolívar hacia “25”
cargando cada empresa más de un millón quinientos mil kilos de lana como está
documentado que acopió la de los hermanos Garbarini que cubrían la zona centro
y este la estación de General Alvear inaugurada en 1897.
A PURO LÁTIGO DE MAYORAL
Semejantes carretas no podían ir muy
rápido y el promedio de marcha con carga podía alcanzar a tres o cuatro leguas
por día, o sea de 15 a 20 km diarios, de acuerdo a lo “liviano” o “pesado” que
estuviera el camino tardando de Alvear a Saladillo dos o tres días.
El
mayoral, sentado en el altísimo pescante, tenía la responsabilidad y la
tremenda tarea de conducir coordinadamente a las bestias de tiro y recurrir al
sistema de frenos del gran carruaje para regular “la velocidad de marcha en caminos en bajada o cuando el carruaje,
vacío o con poca carga, era superado por la capacidad de fuerza de los caballos
atados en ese momento” (Lambert, 75).
Hombre de temple, de fuertes brazos
y de experiencia, el mayoral también era el que decidía el camino a seguir, así
que más de una vez se adelantaba a caballo para inspeccionar el terreno y
evaluar el paso.
Hoy como ayer, se siguen criando
ovejas, esquilando y guardando lana, acopiando y revendiendo aunque no en la
misma magnitud. Quizás falta la alegría y confianza de la gente de antes, la
seguridad de que con el trabajo se va a adelantar y la templanza suficiente
para no flaquear ante la adversidad.
Dicen que “la duda de hoy mata más que la humedad” y puede que las
incertidumbres propias de estos tiempos hagan bajar los brazos. Por eso, es
importante recordar esas interminables hileras de carretas, carros o chatas que
demuestran que lo imposible es posible ya que nada puede más que la voluntad y
la decisión de seguir adelante a pesar del camino en solitario o terriblemente
pesado y pantanoso.
Fuentes
consultadas:
- Garayzabal,
Eusebio. Recuerdos viejos del tiempo antiguo. 1935 (43)
- Lambert,
Raúl O. – “Andate hasta el almacén, recuerdos prestados” – Navarro (2004)
- Guía
del Museo de transportes. Dirección Gral. de Museos Históricos de la Provincia
de Buenos Aires. Museo de Luján. 1950.
- Expediente
N° 1. Año 1885. Sojo Ángel contra Matías Márquez sobre cumplimiento de un
contrato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios son moderados por el administrador y pueden tardar en aparecer. Los mismos deberán estar relacionados al tema tratado, libre de spam y de agravios. Los comentarios que no cumplan con esas condiciones serán eliminados.