lunes, 13 de abril de 2020

La familia Jurado en los inicios de General Alvear

"Malón", boceto de Emiliano Labourdette y Lis Solé. Fuente: Libro: "José Portugués" de Lis Solé.

          Hay familias que trascienden lo familiar por su acción comunitaria e intenciones fundadoras que se proyectaron mucho más allá del día a día pueblerino y que fueron importantísimas en la fundación de los pueblos.

EL POR QUÉ DEL NOMBRE DE LA ESCUELA N°3 “MARÍA J. DE GÁNDARA”

            Tal es el caso de la familia JURADO, apellido desconocido para las nuevas generaciones que aparece en algunos descendientes, en los mapas o en el nombre de una Escuela alvearense pero sin conocer su origen como es el nombre de la Escuela N° 3 que se encuentra en el Cuartel VII del Paraje "La Garita" de General Alvear que lleva el nombre de “María Jurado de Gándara”, propietaria en ese entonces de la estancia “El Altillo” y que donó una hectárea de campo para su construcción, en 1957.  
Escuela N° 3 "María J. de Gándara. General Alvear.

            Pero la historia de los Jurado va mucho más allá del nombre de una escuela y se remonta al tiempo del fortín Esperanza y del Partido de General Alvear.





LLEGADA DE LOS JURADO A GENERAL ALVEAR

            Llegan a estas pampas por el año 1832, a campos sin árboles con lagunas, espadañas, arroyos y pajonales. Tierras donde nadie quería vivir sin comodidades ni sombra, en lugares donde solo vivían las tribus de los pueblos originarios pero de a poco, empezaron a llegar estos hombres intrépidos que comenzaron a instalarse en postas, con alguna pulpería, en chacras o estancias.
            El sistema habitual era ocupar el campo en calidad de arrendatario, introducir mejoras, y ya cumplidos los requisitos de colonización y población requeridos por el Estado, solicitar su compra.
            Así llegaron provenientes de Mendoza los primeros Jurado: Isidro (1795- 1839) y su hermano José María Jurado García (nacido en 1803). Como muchos de los pioneros de la frontera bonaerense, Isidro Jurado comenzó con una tropa de carretas que llegaba hasta Tandil, abrió un almacén de Ramos Generales en Tapalqué y con las carretas llevaba mercaderías desde Buenos Aires hasta Las Flores, Tapalqué y Azul pasando por esta tierra que aún no se llamaba General Alvear comerciando frutos del país por los artículos que traía desde Buenos Aires como yerba, sal, azúcar, tejidos, bebidas, herramientas, etc.

ESTANCIA “LAS TRES FLORES” BALUARTE EN TAPALQUÉ EN ÉPOCAS DE MALONES

            Ya dueños de fortuna, Isidro y José María Jurado se instalan en la estancia “Las Tres Flores”, estancia fortín que fue refugio del Pueblo y del Cantón de Tapalqué en situaciones de malones y ataques indios. En esa época la línea de frontera natural con el indio era el Río Salado pero estos pioneros aventureros afrontaron los malones que se multiplicaron a partir de la caída de Rosas.
El 11 de febrero de 1853 siendo Isidro Jurado el Juez de Tapalqué, le escribía a Eugenio del Busto diciéndole que luego de la batalla de San Gregorio librada por los indios de esta localidad le habían sido devueltas 2500 cabezas de ganado robadas por la indiada de Catriel y Yanquenecul. Sin embargo, relataba que los indios aún tenían vacas y terneros que decían que eran de ellos por eso Jurado decía que había que verificar las marcas para certificar la propiedad.
En 1853, ante la inestabilidad de la campaña por los continuos saqueos indígenas, los Jurado se reúnen con José Portugués y otros estancieros para solicitar al Gobierno la construcción del Fortín Esperanza.
Los malones eran constantes en estas tierras así que después de uno de ellos, el cantón y el pueblo de Tapalqué se refugiaron en la estancia “Las Tres Flores” de los Jurado, desde 1855 hasta 1863, como consecuencia de la destrucción e incendio del pueblo en manos de los indios.

JOSÉ MARÍA JURADO, JUEZ Y HACENDADO DE TAPALQUÉ

José María Jurado. Presidente de la Sociedad Rural Argentina.
Fuente: Centenario de la Sociedad Rural Argentina. Foto gentileza Gregorio Palomeque


           A la muerte de don Isidro Jurado, sin hijos, las dos leguas cuadradas de sus campos fueron fraccionadas entre ocho familiares del mismo apellido entre ellos su sobrino y administrador, José María Jurado Rocamora que anexando más tierras a su heredad fundó y reconstruyó la estancia “El Retiro” que actualmente, después de la nueva delimitación de los partidos se encuentra en Pardo, partido de Tapalqué.
José María Jurado, abuelo de María (1870-1958), la del nombre de la escuela N° 3, levanta el casco de esta estancia “Las Dos Hermanas” ubicada al sur del ejido de General Alvear, participa activamente en la creación del fortín y Pueblo Esperanza y fue por tres veces no consecutivas Fundador y Presidente de la Sociedad Rural Argentina.
José María Jurado Rocamora nació el 8 de enero de 1832 (muere el 05/02/1888) y se radica en Buenos Aires. Después de haber terminado sus estudios con medalla de oro en el prestigioso colegio Larroque comenzó abogacía, carrera que abandonó para dedicarse al campo, estableciéndose como administrador en los campos de su tío Isidro con solo 19 años. Se casó con María Francisca Obligado, conocida en la familia como “Missia Panchita”, hija de Pastor Obligado, el Gobernador de la Provincia que firmó el decreto de Creación del Fortín Esperanza.
En 1853, José María Jurado Rocamora, con 22 años, encaró la defensa de la estancia “El Retiro” con solo 20 personas ante un malón de no menos de 250 lanceros indios que felizmente cambiaron de rumbo. Sin embargo, ya había tenido muchos enfrentamientos anteriores.
Esta parte de la frontera, estaba ubicada entre el Fortín Mulitas hoy 25 de Mayo (fundado el 25/5/1831) y el cantón de Tapalqué (fundado en 11/1831), era una zona de gran inestabilidad así que José María Jurado, junto con José Portugués por Las Flores, y Nicasio Gómez y Dionisio Pereyra en representación de Saladillo, solicitan el 10 de diciembre de 1853 la creación de un Fortín, gestión aprobada por decreto el 29 de diciembre del mismo año, siendo ellos los miembros de la Primera Comisión Municipal.

ISIDRO Y JOSÉ MARÍA JURADO, FUNDADORES DEL FORTÍN “ESPERANZA”

En 1855, José María Jurado con otros estancieros, y tal como lo cuenta en su carta de 1881 de puño y letra y dirigida al Juez de Paz de General Alvear, cuatro comisionados encabezados por José Portugués dieron principio a hacer los fosos y edificar los cuarteles en febrero de 1854, acompañados de un piquete de artillería, realizando todo a sus expensas tal cual lo habían prometido al Gobierno.
En la carta, resume que en 1856 se encomendó la traza del pueblo que ellos habían solicitado por el Ingeniero Militar D Arboug, y que la Comisión encargada de la formación del Pueblo estaba compuesta por Isidro Jurado como Presidente, José Portugués y el comandante militar del fuerte, don Juan Agustín Noguera.
La presencia de Isidro y José María son constantes en los inicios del Pueblo. Isidro es adjudicatario en la primera repartición de chacras del Pueblo Esperanza, según nota firmada por el Comandante Juan Agustín Noguera del 28 de agosto de 1856 donde se le concedía según la foja N° 3 del Libro de Registro, el solar N° 34 del Pueblo Esperanza, los lotes 1, 2, 3 y 4 y las Quintas N° 5 y 6 al sud.

LOS JURADO EN LA CREACIÓN DE LA IGLESIA “SAN JOSÉ”

En una carta que se encuentra en la Casa de la Cultura “Melitón Ruiz”, José María Jurado cuenta que Noguera solicitó al Gobernador Pastor Obligado el dinero para la construcción de una Iglesia. Isidro Jurado como Presidente de la Comisión, recibe 10.000 pesos y le encomienda a su sobrino Pablo Jurado que lo depositara en el Banco de la Provincia de Buenos Aires pero, con la situación azarosa del país, se disolvió esa primera Comisión del Pueblo Esperanza y se postergó la construcción de la iglesia. En 1870, 14 años después, José María Jurado encuentra la libreta con el dinero que había ascendido a 21.636 pesos y lo deposita a su nombre.
En 1880, fecha de la carta, José María Jurado notifica que la suma ascendía ya 34.000 pesos advirtiendo a la Municipalidad que ese dinero estaba a su disposición pero “no hasta dar principio a los trabajos de construcción”, fundamentando esta petición en todo lo realizado y hecho en pro de la creación del Fortín y el Pueblo de General Alvear.

LOS JURADO EN BUENOS AIRES

En Buenos Aires, según el Censo de 1869, José María Jurado Rocamora de 38 años tenía su domicilio en la calle Esmeralda N° 210 donde vivía junto a su esposa María Francisca Obligado, de 26 años con sus hijos José Antonio, Nemesia y María Telésfora que es quién se casa con Alfredo Melitón Gándara, la señora que dona el terreno para la Escuela N°3 de "La Garita".
Para relacionar a esta familia con el status actual, podemos ver que según escritura N°242 realizada por el escribano Etchegaray de La Plata, el 17/09/1895 se realiza la división de condominio de la estancia “Las Dos Hermanas” de 8.500 hectáreas cuyas propietarias eran María Francisca Zelmira Jurado casada con Carlos Rojo y la Sra. María Telésfora Sixta Jurado casada el 18/11/1893 con el Dr. Alfredo Melitón Gándara. De esta última, es lo que surge hoy en día la estancia “El Altillo” actual y que a raíz de las sucesivas divisiones por sucesiones se ha ido reduciendo y, en algunos casos, vendiendo a personas fuera de la familia como ocurre en innumerables situaciones.
María Jurado de Gándara, quién donó el predio para la construcción de la escuela del Paraje La Garita, era nieta de José María Jurado, miembros de una familia que participó activamente en la historia de Tapalqué y General Alvear, habitando sus campos en tiempos difíciles y sirviéndose de sus conexiones para contribuir a su progreso, estancieros que fueron el “subsuelo histórico” tan poco difundido y reconocido en la historia de la provincia de Buenos Aires a pesar de ser el “fundamento económico y social” de la identidad bonaerense y argentina.

Esta nota fue redactada con la colaboración y aportes de Alfredo Gándara y publicada en el libro del 150° Aniversario del Partido de General Alvear.


"Campos de Alvear". Fuente: "José Portugués", Lis Solé.


Bibliografía:

  • -      Archivo de la Dirección General de Geodesia, Catastro y Tierras del Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, pág.367, Pdo de Tapalqué. La Plata 1945.
  • -       Capdevila, Ramón Rafael. Tapalqué en la historia. Azul. 1963.
  • -      El arcón de la historia Argentina. Cronología Histórica Argentina (1492-1930).
  • -      Gándara, Alberto. La familia de Jurado en los orígenes de los Partidos de Tapalqué y General Alvear. Revista del Centenario de General Alvear. 1969.
  • -      Guzmán, Yuyú. La estancia colonial rioplatense. Editorial Claridad S.A. 2011.
  • -      Jurado, Alicia. Leguas de polvo y sueño. Editorial. Losada SA. Buenos Aires. 1964.
  • -       Lagos, Guillermo H. “Jurado y familias relacionadas; Obligado y Lynch”. Córdoba. República Argentina. 2003.
  • -       Puigdomenech, Jorge Alberto; Thill, José Pedro. Guardias, fuertes y fortines de la Frontera Sur. Historia, antecedentes y ubicación catastral. Tomo 1 y 2. Servicio Histórico del Ejército Argentino. Buenos Aires. 2003.
  • -      Solé, Lis. “Pueblo Esperanza, hoy General Alvear”. Diario El Tiempo. 01/09/2018.
  • Una estancia de viejo estilo en la que soplan aires de inspiración. Diario La Nación. Sección Economía. Campo, Septiembre de 2004.

Amores en El Quemado



Casco de la estancia "El Quemado". Gentileza Carlos Ardiles.
General Alvear, protagonista de historias olvidadas, de amantes perfectos, de caudillos, de historias que sorprenden. En la estancia “El Quemado”, Luisa Bacichi es esposa y amante… Esposa de Eugenio Cambaceres… Amante de Hipólito Yrigoyen.
“El Quemado” fue una estancia cobijo de personajes ilustres y amores extremos. Remonta su historia a 1830 siendo su primer propietario Teodoro Shuster, un agrimensor alemán que llegó al país para servir en el ejército de San Martín responsable de la planificación de la construcción de la ciudad de Junín en Buenos Aires y Federación en la provincia de Entre Ríos. Shuster vende la estancia a Pedro Sheridan y este a José Portugués, creador del “Puesto El Quemado” en épocas de malones, y que mantiene la estancia durante 25 años hasta que en 1867, se la vende a Antonio Cambaceres.

EL ESCRITOR Y POETA EUGENIO CAMBACERES
Eugenio Modesto de las Mercedes Cambaceres Alais
(
Buenos Aires1843 - Buenos Aires14 de junio de 1889)
 fue un 
abogado
escritor y político argentino.


Su hijo heredero Eugenio, destacado político y escritor conoce a Luisa Bacichi en 1876 en Buenos Aires. Luisa era una muy bella bailarina austríaca que acompaña a Cambaceres a París, donde nace su hija Eugenia Rufina alternando sus estadías entre el campo o su hermoso palacio en Buenos Aires, cita de reuniones y fiestas. No obstante sus aires citadinos, Eugenio pasa largas temporadas en la estancia describiendo en su libro “Sin rumbo”, costumbres y paisajes de “El Quemado” con una sencillez inigualable. Quiero imaginar que las palabras de Cambaceres se refieren al castillo de El Quemado cuando dice: “…se divisaba desde lo alto la tabla infinita de la pampa, reflejo verde del cielo azul, desamparada, sola, desnuda, espléndida, sacando su belleza, como la mujer, de su misma desnudez”. Eugenio representó al gobierno argentino en la histórica Exposición Universal de París de 1889, siendo uno de sus últimos actos públicos porque enfermo de tuberculosis, murió ese mismo año.

LUISA HEREDA “EL QUEMADO”

Luisa con su hija Rufina heredan “El Quemado” y ella, sin experiencia en cuestiones ganaderas se dio cuenta pronto que sería muy difícil conservar la propiedad heredada ya que la fortuna de los Cambaceres, se había transformado en hipotecas y deudas producto de la vida de viajes y derroche de su esposo. En la estancia vecina, conoce a Hipólito Yrigoyen quién se ofrece a elevar la producción y le alquila el campo, relación comercial que pronto se transforma en una larga relación amorosa que perduró hasta la muerte de Luisa en 1924.
"El Quemado". Foto gentileza Carlos "El Cabezón" Ardiles. 2012.
Luisa Bacichi, amante de Hipólito Yrigoyen.Luisa Bacichi nació el 11 de marzo de 1855 en Trieste,
por entonces perteneciente al Imperio de Austria.
Fue bautizada como Aloysia Stéphana, pero desde muy pequeña prefirió que la llamaran Luigia.
Sus padres, Lorenzo Bacichi y Aloysia Bonazza,
eran provenientes de la Isla de Brač, Milna (hoy Croacia). 

EL AMOR DE LUISA E HIPÓLITO YRIGOYEN

Si bien algunos historiadores afirman que el caudillo radical no amó a ninguna de sus mujeres, una verdadera pasión se evidencia entre Yrigoyen y Luisa que se refleja con la continuidad de más de 30 años de la pareja.
La vida en la estancia era sencilla; Luisa se ocupaba de todo y asistía a Yrigoyen y sus invitados como si fuera su legítima esposa. El historiador Gálvez declaró que esa relación y ese cariño eran un descanso para el Presidente argentino. Seguramente, como describía Cambaceres, “las puntas de vacas arrojando la nota alegre de sus colores vivos” o “las perdices que silbaban su canto triste y melancólico, los jilgueros y benteveos escondiéndose en los montes, el vaivén tumultuoso de la hacienda” no sensibilizaban a Yrigoyen que sólo buscaba en la estancia el aislamiento. Sin embargo, disfrutaba de sus estadías en la vieja estancia, la compañía de Luisa, la charla con la peonada y salir de caza recibiendo a diputados, senadores y dirigentes políticos que llegaban en tren para mantener reuniones con el caudillo.
Luisa Bacichi, 1916

Luisa amaba a Yrigoyen con toda su alma: cuando él entró a su vida, ella se retiró completamente del entorno mundano y social, y se consagró totalmente a su amante tanto en la casa del barrio de Barracas, muy cerca de la de Yrigoyen, como en la estancia.

LA RELACIÓN AMOROSA PRESENTE EN DICHOS Y REFRANES

En General Alvear y Saladillo, era por todos conocida la relación entre ambos, de tal manera que había dichos y refranes del truco que se referían a la pareja. Los viajes en coche tirado por caballos hasta la estación de Micheo para tomar el tren hacia Buenos Aires fueron, seguramente, innumerables… ¡Cuántas veces la mirada de Luisa se habrá extraviado en las curvas del arroyo Las Flores al cruzar el Puente de Fierro!
Para muchos historiadores, Luisa fue el gran amor de Yrigoyen. Ella falleció en 1924, cuando “el Peludo” ya había terminado su primera presidencia y soñaba con su regreso al sillón de Rivadavia. Sin embargo, Yrigoyen siguió viviendo en “El Quemado” hasta el 1927, cuando la estancia fue adquirida por Eduardo Maguire.
Como bien afirma Ernesto Quiroga Micheo, Luisa fue “la gran mujer que estuvo detrás de Yrigoyen y sus consejos y opiniones, seguramente fueron escuchados por el caudillo con gran atención pues en ella encontraría el remanso después de navegar en el torrentoso río de la política”.
Puente "El Quemado" en 2019.

Bibliografía:

-       CAMBACERES, EUGENIO. Sin Rumbo. 1885.
-       BALMACEDA, DANIEL. Romances turbulentos de la Historia Argentina. 2012.
-       DILLON, SUSANA. Secretas alcobas del poder. 2012.
-       QUIROGA MICHEO, ERNESTO. El campo donde habitaba “El Peludo”. Una estancia con historia. Revista Todo es Historia. N°318.
-       QUIROGA MICHEO, ERNESTO. Hipólito Yrigoyen en la cueva del peludo. Editorial Armerías. 2009.

Un puente histórico... El Puente del Quemado




Postal típica del Puente de "El Quemado" con familias de pescadores a su sombra. Foto gentileza Martín Alba. 2014.


El “Puente del Quemado”, un puente tan hermoso que casi parece mágico. Su color óxido contrasta con el verde de la orilla y los pescadores saben bien de su misterio y su paz.
Dicen que Hipólito Yrigoyen venía en tren desde Buenos Aires hasta la estación Micheo, y cansado de cruzar en bote el arroyo Las Flores, mandó a trasladar el puente que cruzaba el Río Reconquista desde Campo de Mayo hasta General Alvear, para poder ir tranquilo a la estancia “El Quemado” donde lo esperaba su amante Luisa Bacichi.
Dicen… y seguro que fue así.
El puente es parecido a muchos otros puentes de carácter ferroviario, pero distinto; es un puente que enamora y de enamorados que luce una placa de fundición de hierro, roblonada en una de las vigas inferiores que enuncia su procedencia y antigüedad, testigo de tantos sueños y momentos.

LA PLACA IDENTIFICATORIA QUE YA NO ESTÁ

       La placa dice PATENT SHAFT & AXLETREE Co. Ld. – 1887 – ENGINEERS WEDNESBURY, lo que revela que fue fabricado por esa empresa británica y montado en esa fecha por quienes realizaban el tendido de los ramales ferroviarios argentinos para posiblemente, ser después trasladado a Alvear por orden del Presidente
  Irigoyen.

General Alvear tiene el privilegio de tener un puente más antiguo que la Torre Eiffel de Paris, fabricado por una empresa inglesa fundada en 1840, la comúnmente llamada “Patente Shaft”, fundada por Charles Geach y James Hardy en Wednesbury (Staffordshire), Inglaterra.
La Compañía trascendió su país de origen y llegó con puentes a Egipto, India, Japón, Sudáfrica, Sudamérica y por supuesto, a Argentina. En 1885, la Compañía construyó el primer Puente de acero del mundo en Benares, sobre el Río Ganges, en la India, en el cual se emplearon 6500 toneladas de acero y en 1900, construyó otros 7 puentes en Natal (Brasil), en menos de 2 meses. En 1980, la Patent Shaft cerró y sus fábricas fueron demolidas.

           En 1887 se construyó el “Puente de Fierro”, un puente de más de 130 años, el puente inglés que está lejos pero no tan lejos, el puente que cruzó el mar y llegó a Alvear de la mano de un presidente argentino, el “Puente de Yrigoyen”, el “Puente del Quemado”.


 
PATENT SHAFT & AXLETREE Co. Ld. – 1887 – ENGINEERS WEDNESBURY,
lo que revela que fue fabricado por esa empresa británica y montado en esa fecha 


Nota: 
La Estancia “El Quemado”, perteneciente a los sucesores de Eugenio Cambaceres fue alquilada por Hipólito Yrigoyen durante muchos años. El Puente se encuentra sobre el Arroyo de Las Flores, en el camino de tierra que une la estación de José María Micheo con la Ruta Provincial N° 51, partido de General Alvear.

Volar con alas prestadas

Josesito Solé junto a su avión.



Un aeroclub no es la idea de unos pocos locos en el aire. Es la idea de muchos que a través de ellos sienten la sensación de que se puede volar como los pájaros, cruzar distancias, mirar desde lo alto, ver tierra desde arriba como si fuera un dibujo de chicos. Sensación indescriptible de unos pocos, seguro, pero de unos pocos admirados por todos.

General Alvear también tuvo de esos “locos del aire” materializados en el “Aeroclub Fortín Esperanza” fundado el 19 de mayo de 1956 y sus primeros pilotos recibidos fueron Ferrari, Raúl Sivero y Alberto Solé, aviadores que hicieron el Curso en el Aeroclub de Saladillo en el año 1954. El “Macha” Machiarolli, piloto e instructor de Saladillo, recuerda que cuando él tenía 15 años en el año 1956, venía con el instructor Billinger a Alvear y como no podía volar con tan poca edad ni ingresar hasta que no tuviera 17 años, acompañaba a Billinger a todos los pueblos. El vuelo a Alvear era en un avión Piper PA 11 que todavía está en el Aeroclub de Saladillo, vuelo de unos 25 minutos con la navegación del instructor y el entusiasmo de Machiarolli que “le volaba arriba y a la vuelta mientras el piloto descansaba”.

PRIMERA COMISIÓN DEL AEROCLUB GENERAL ALVEAR

El primer avión que tuvo Alvear fue una Aercoupé comprado en sociedad entre Raúl Sivero y "el petiso" Alberto Solé. Al principio también estaba Ferrari, un hombre conocido como “El Capitán”, apodo originado porque tenía unos bigotes muy grandes como los del Capitán Garfio de Peter Pan. En el año 56 o 57 fallece Ferrari, -un “hombre muy aeronáutico” que tenía un campo hacia donde iba en el avión conducido por Machiarolli-, pero siguen en el aire Raúl Sivero y Alberto Solé quienes transmiten su entusiasmo por volar a otros cuantos, fundándose así el Aeroclub de Alvear en 1956.

La Comisión estaba integrada por Norberto Migliori como Presidente; Dionisio Lafuente como Vicepresidente; Armando Sivero y Benigno Martínez como secretarios junto a los vocales Alberto Solé, Santiago Edgell, Raúl Sivero, Pedro Nomdedeu, Daniel Lafuente, Felipe Carlomagno y los revisores de cuentas Raúl Cúcaro, Miguel Ángel Escande y Horacio Canessa.
Con cariño y respeto, un montón de locos en el cielo de General Alvear.

EL SIEMPRE RECORDADO INSTRUCTOR: EL ALEMÁN BILLINGER

Con Aeroclub formado, vuelve el alemán Billinger como instructor: petiso y de hablar atravesado como buen alemán de Hamburgo, era calentón pero también muy divertido. Cuando llegaba a Alvear, sobrevolaba el pueblo llamando a los gritos a “los estudiantes” en vuelo rasante por encima de las casas y en un mal castellano pronunciando los apellidos Antomarioni, Solé y demás amigos.
En el año 1958, se hace una fiesta en el Aeroclub de Saladillo con los egresados de ese año: Tortorici, Mario Simonetti, Héctor Solé y José Antomarioni son los recién recibidos pilotos alvearenses.

José Antomarioni recibiendo su brevet (título o diploma)
de piloto de manos del instructor Billinger en 1958.

BUSCANDO UN LUGAR PROPIO

El 10 de julio de 1958, llega el Gobernador de la provincia Oscar Alende a General Alvear, en avión, y ese día se realiza una sesión especial en el Concejo Deliberante local donde la Comisión Directiva del Aeroclub solicita una chacra para construir una pista de aterrizaje, moción a la que responde el Gobernador aconsejando que se eleve al Concejo una nota para que se estudiara el lugar a expropiar llevando el petitorio al Poder Ejecutivo, el Dr. Bernardino Althabe.
El 2 de septiembre de 1959, una nota proveniente del Intendente y su secretaria Isabel Llantada de Márquez, entra al Concejo solicitando al entonces Presidente del Concejo Deliberante Armando Sivero, la autorización para ceder a título precario por el término de diez años, las instalaciones en desuso del Matadero Municipal para utilizarlas como hangar.

Sin fundamentos, la moción se niega solicitando la justificación que se vuelve a presentar el 11 de septiembre firmada por el presidente el Aeroclub don José Nomdedeu y secretario Raúl Sivero solicitando que se dispusiera el instrumento legal que correspondiese para la cesión a título de precario, de las instalaciones de galpones del ex matadero pero aclaraba que “los escasos recursos con los que se desenvuelve esta sociedad dificultan la importante función a que está destinada, por lo que confiamos en vuestro amplio eco como medio conducente al logro de nuestros fines”.
La petición pasa entonces a Obras Públicas pero no llegan a ningún arreglo aunque de hecho, el ex Matadero se siguió usando como hangar, con la pista bien marcada y la manga roja y blanca gorda de vientos.

LAS ANDANZAS DE LOS HERMANOS SOLÉ

Y el Aeroclub sigue adelante. José Antomarioni en sociedad con Leguizamón, Raúl Sivero y Héctor Solé compran otro avión con el que recorren la provincia llevando gente y mercaderías. Héctor con su hermano Juan Antonio como copiloto buscan novias en otros lares, van hasta Mendoza con brújula, reglas y cartas de navegación en mano a puro coraje y juventud. Muchos clientes de Sivero y Compañía vienen a la Feria en avión así que cuando se oían llegar los aviones, Armando Sivero iba en auto a buscarlos a la pista del aeródromo para llevarlos hasta la Feria.

La audacia de Alberto Solé parecía no tener límites, tenía otro avión y con el motor a fondo subía en el cielo para bajar en un revoleo de alas y hélices, haciendo vuelos rasantes por el pueblo entre gritos y exclamaciones de asombro y temor. Antomarioni “se escapaba” sin aviso hasta la Colonia de Olaso dejando al instructor Billinger rojo de rabia. En realidad, era época de aviones y ellos recorrían las chacras y bajaban en caminos o campos, casi como si se pudiera hacer todo.

LOS VIAJES A SALADILLO

Muchos viajaron a Saladillo a hacer el Curso, o iban de acompañante hasta allá para cargar combustible porque en Alvear no había. “Cacho”Tortorici, Mario Simonetti, Martín “el Rana” Leguizamón y José Antomarioni fueron aviadores alvearenses que se juntaban con los de Saladillo: Irineo López, Juan Carlos Fernández, “Pancho” Francisco Burdieu de la estación La Barrancosa, la Sra. de Maingard, Ugartamendia, Olivier Maingard un francés que venía de Buenos Aires y que tenía una estancia en “San Pedro”; Eliseo Castilla que se recibió en Saladillo pero era de 25 de Mayo, Juan Delrieu, Juan Carlos Greco, Jorge y Pedro Greco que era el presidente del Club de Saladillo; Arturo Delrieu, hijo de Pedro y también francés y tantos otros egresados de cada año.


VOLAR CON ALAS PRESTADAS

En el año 58, el “Macha” Machiarolli recuerda al inspector Carlos Ledimir Sticoti que tomaba los exámenes, Inspector Nacional de la Aviación Civil, actual ANAC.
Tiempo de fumigadores y desbandadas de pájaros que alzaban vuelo peligrosamente, pozos de aire detrás de los montes, neblinas y vientos amortiguados por días de cielos celestes y brillantes y a los gritos con el piloto mirando esto o aquello, descubriendo cada día el paisaje.

En 1968, el Aeroclub subsistía. Otros se habían acercado al Club: Bernardino Althabe, Horacio Gabrielloni, Norberto Leiva, Indalecio trigo, José Derqui Cullaciatti, Elías Marcos, Luis Alejandro Cellillo padre, Raúl Soria, Norberto Migliori, Santiago Edgell, los hermanos Monti y tantos otros que la memoria no recuerda pero siguen volando por los cielos con alas prestadas.
En 1969, todavía Alvear tenía su Aeroclub pero poco a poco, los vuelos cada vez fueron menos. Se acabaron “los vuelos de bautismo”, vuelos de aviones chicos donde se pueden mirar los campos de colores, los autos diminutos y las líneas de los caminos. Vuelos donde se puede jugar a ser pájaros por un rato, casi con la mente en blanco o con la adrenalina en la mano, entre el cielo y la tierra, por donde se quiera, con el estómago en la garganta y siendo, desde arriba o mirando desde abajo, un pájaro con alas prestadas.


Martín “el Rana” Leguizamón; Juan Carlos Fernández (S.); Irineo López (S); Héctor Solé; Ugartamendia (el Viejo de atrás); “Pancho” Francisco Burdieu (de la estación La Barrancosa); Olivier Maingard (un francés que venía de Buenos Aires y que tenía una estancia en “San Pedro”; Eliseo Castilla que se recibió en Saladillo pero era de 25 de Mayo, es el de bigotes; la Sra. de Maingard parada en el centro, Juan Delrieu, también francés (S.); el inspector Carlos Ledimir Sticoti que era Inspector Nacional de la Aviación Civil, actual ANAC; atrás de bigotes José Antomarioni; Jorge Billinger, el instructor; Pedro Gieco, presidente del Club de Saladillo; Arturo Delrieu, hijo de Pedro; Mario Simonetti, padre; el anteúltimo de bigotes atrás es un fotógrafo; “Cacho” Tortorici de bigotes. Los “recibidos” de la foto son Tortorici, Simonetti, la Sra. de Mangard, Bordier, Héctor Solé, Irineo López, Juan Carlos Fernández y José Antomarioni. Los chicos que se ven en la foto son Jorge Greco, Juan Carlos Greco y uno de los hijos de López (Foto gentileza Raquel Antomarioni.

Agradecimientos:
 “Macha” Machiarolli, piloto e instructor del Aeroclub de Saladillo, Raquel Ezeiza de Antomarioni y Oscar Solé.



Doctores de Pueblo... Dr. Molina



Dr. Alberto Gabriel Molina en su casa de Irigoyen al 400.   (21/01/1910 - 1/09/1980).

Los médicos rurales han sido desde siempre, una figura representativa del folklore, personaje que aparece en anécdotas, cuentos y en la memoria colectiva de los pequeños pueblos por su labor y amor al prójimo.

Hay personajes entrañables en la historia de los pueblos y uno de ellos es sin dudas, los médicos rurales, doctores que dejaron huellas profundas que trascendieron su profesión, transformando pacientes y enfermos en amistades y cariños sinceros de generaciones que aún lo recuerdan, profesionales que eran parte de la familia, personas sencillas que ofrecían su saber a la gente simple y sufrida de los pueblos, llegando a ser con todo personaje folklórico del ambiente rural.
En General Alvear, el Doctor Molina era eso y mucho más. Doctor campechano y muy servicial, está presente en la memoria de los abuelos ya que tal como lo describe el Dr. Favaloro, era no sólo el profesional sino también el psicólogo, el confesor y el servicio de urgencias.
Alberto Gabriel Molina había nacido en Buenos Aires el 21 de enero de 1910, y terminada la carrera de Medicina y ya casado con Delia Antonia Cicaré, llega a Alvear en tren en 1941, para “probar” como era el pueblo con sólo su maletín de médico y se aloja en la pensión “de altos” que estaba en la esquina de Perón y Bernardo de Irigoyen. Al poco tiempo, decide radicarse en el pueblo y entonces, se muda con su mujer en una casa que alquilaba a la familia Fernández ubicada en la calle Hipólito Yrigoyen, lugar donde habitan y crecen sus hijas hasta que construyen su casa definitiva y actual sobre la misma calle.
Su vocación de servicio iba mucho más allá de lo estrictamente médico. En épocas donde el doctor hacía principalmente domicilios y sin cobrar, el Dr. anotaba en un cuaderno a todos sus pacientes a los que visitaba a la mañana antes de almorzar y nuevamente a la noche antes de la cena, tachando prolijamente cada visita hecha. Primero hacía las visitas caminando a grandes zancadas y Vicente Ortiz, considerando que era imprescindible que tuviera un auto para no caminar tanto insiste en prestarle el dinero sin intereses para adquirir un auto negro Chevrolet y después un auto Fraser amarillento y reluciente donde cargaba a sus hijas para hacer los domicilios mientras charlaban un ratito, en medio de corridas y pacientes.

LEVANTANDO POLVAREDAS PARA LLEGAR A TIEMPO.

Su compromiso era tal, que cuando le avisaban de algún enfermo, se calzaba sobretodo y zapatos encima del piyama, y salía corriendo a socorrer al enfermo llegando incluso antes que los familiares en su auto particular, levantando polvaredas en las calles de tierra rurales. Doy fe de su proceder ya que mi papá repite constantemente cuando, en medio de una crisis asmática de su esposa Doris y ya sin saber qué hacer, sale hasta el pueblo desde la Escuela N° 8 a la madrugada. Al golpear la puerta, atiende el Dr. a medio vestir que sale en su auto a toda velocidad llegando incluso antes que papá, recorriendo 11 kilómetros de tierra y aún más, acompañando a mamá durante toda la noche.
María Elena Romero de Orchiani contaba constantemente de la ocasión en la que muchos de sus hijos estaban enfermos por lo que el Dr. llegaba con su maletín y sus medicinas para todos. Un día, también María Elena enfermó así que Molina era el que iba hasta la farmacia de don Jorge Vignolles con sus recetas magistrales para conseguir los remedios de toda la familia.
Difícil de escribir en poco espacio, la cantidad de anécdotas que se suceden en la memoria de las familias alvearenses acerca de este médico porque su personalidad y calidad humana, su amor a los demás y su intensa participación en distintas actividades comunitarios involucraron a toda la comunidad.

DIRECTOR DEL HOSPITAL MUNICIPAL.

Fue Director del Hospital Municipal y uno de sus más destacados doctores siendo la salud infantil su preocupación constante, así que consigue la radicación de uno de los 29 centros de Higiene Materno Infantil de la Provincia, Centro que se inaugura el 1° de abril de 1949 siendo él mismo el médico Jefe, y contando con un grupo profesional de 10 personas entre las que había visitadoras de Higiene, obstetras, nurses y enfermeras. El Centro primero funcionaba donde actualmente son los consultorios de Bernardino “Poyito” Althabe, para después ser trasladado al mismo Hospital con la incorporación de más personal siendo su director, Bernardino Modesto Althabe hasta 1970 aproximadamente.


Dr. Molina, Director del Hospital "Bernardino Rivadavia".
FUNDADOR Y PRIMER DIRECTOR DE LA ESCUELA SECUNDARIA.
 La educación fue otra de sus preocupaciones siendo director y profesor de la Escuela Nacional de Comercio (hoy Escuela Media N°1) y miembro activo y constante de la Biblioteca Popular “Florencio Balcarce” realizando gestiones en La Plata y trabajando como profesor siempre ad honorem por cuatro años al igual que todo el profesorado al que consideraba su igual.
Su incursión en la política le produjo más sinsabores que satisfacciones; fue electo en 1954, como primer Intendente Municipal peronista pero, al dejar el cargo por un golpe militar es criticado por quienes caen en la falta de respeto al otro por sus ideas y con el sólo objetivo de desprestigiar al “contrario” a cualquier costo. Estos malos tragos, fueron mitigados por el aprecio de sus vecinos y pacientes de toda la vida y por supuesto, por los socios y amigos del Club blanco y negro alvearense del que fue colaborador y presidente: el Club de sus amores, el Club Unión Empleados de Comercio. Así dadas las cosas, el Dr. era todo porque hasta se daba maña para registrar situaciones con una Cámara Super 8 para después pasar las películas en el salón del Club en el microcine “Novador”.

UN DOCTOR GAUCHO Y MUY LABURADOR.

A los médicos les toca enfrentar situaciones irreversibles donde se han agotado todos los recursos posibles, pero ante esos casos, Molina seguía al lado del enfermo sin perder la fe y agotando todos los esfuerzos casi como esperando que se produzca un milagro que salvara al amigo.
En los pueblos, y más en los años que trabajó Molina, el trato con los pacientes fue bien diferente a los tiempos actuales; eran tiempos donde el dinero escaseaba para todos, donde no se cobraban las visitas y se pagaba al doctor con lo que se tenía en la casa. El médico salía muchas veces con huevos, verduras o gallinas que no era más que lo que poseía la gente y más de lo que él realmente tenía, tal como lo refiere Mima Capra cuando en una oportunidad, el Dr. Molina salió de la casa de su abuela Sotelo con un peludo gordo, reluciente y muy bien pelado con el que la familia retribuía de alguna manera semejante atención.
Eran tiempos de relaciones profundas entre el médico y el paciente basadas en la amistad y en la comprensión mutua donde el paciente no sólo veía al Dr. en el consultorio o en la visita domiciliaria, sino en cualquier momento cruzando cualquier calle y donde se privilegiaba el saludo, situación que se repetía con el Dr. Molina, un hombre afable y cariñoso con todos, al que le gustaba conversar con vecinos y enfermos a veces con temas totalmente ajenos a la enfermedad o a la medicina. El Club de Ciclismo en reconocimiento a su trayectoria y hacer, nombran a la Pista “Dr. Alberto Molina” en justo proceder y homenaje, seguro al que él hubiera agradecido con su humildad característica.

SALVANDO VIDAS EN PRÁCTICAS DIGNAS.


El Dr. llevaba en el alma su profesión y entendía tal como lo afirma René Favaloro, que toda actividad médica debía estar rodeada de dignidad, caridad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciación, cualidades que se reflejan en cada anécdota y recuerdo de su accionar. El Dr. llegó a Alvear en 1941, con solo su maletín pero con innovadores conocimientos que ayudaron a salvar vidas de familias enteras como el caso de la familia de Mima Capra, en épocas donde recién se empezaba a utilizar la penicilina para infecciones severas como la menengitis, usando sus saberes y relaciones en Buenos Aires para los casos extremos.
Dr. Alberto Molina. Un gran laburador. Sencillo y sobre todas las cosas, un médico de vocación con gran amor a sus vecinos alvearenses; sus consejos eran escuchados y su nombre siempre recordado porque demostró ser leal poniendo en práctica aquello de que la salud es un derecho inalienable que no tolera privilegios.

Dr. Molina co fundador, profesor y primer Director de la Escuela Secundaria.

Gracias a la familia Molina por las fotografías y a las personas nombradas que compartieron sus recuerdos.