lunes, 13 de abril de 2020

Doctores de Pueblo... Dr. Molina



Dr. Alberto Gabriel Molina en su casa de Irigoyen al 400.   (21/01/1910 - 1/09/1980).

Los médicos rurales han sido desde siempre, una figura representativa del folklore, personaje que aparece en anécdotas, cuentos y en la memoria colectiva de los pequeños pueblos por su labor y amor al prójimo.

Hay personajes entrañables en la historia de los pueblos y uno de ellos es sin dudas, los médicos rurales, doctores que dejaron huellas profundas que trascendieron su profesión, transformando pacientes y enfermos en amistades y cariños sinceros de generaciones que aún lo recuerdan, profesionales que eran parte de la familia, personas sencillas que ofrecían su saber a la gente simple y sufrida de los pueblos, llegando a ser con todo personaje folklórico del ambiente rural.
En General Alvear, el Doctor Molina era eso y mucho más. Doctor campechano y muy servicial, está presente en la memoria de los abuelos ya que tal como lo describe el Dr. Favaloro, era no sólo el profesional sino también el psicólogo, el confesor y el servicio de urgencias.
Alberto Gabriel Molina había nacido en Buenos Aires el 21 de enero de 1910, y terminada la carrera de Medicina y ya casado con Delia Antonia Cicaré, llega a Alvear en tren en 1941, para “probar” como era el pueblo con sólo su maletín de médico y se aloja en la pensión “de altos” que estaba en la esquina de Perón y Bernardo de Irigoyen. Al poco tiempo, decide radicarse en el pueblo y entonces, se muda con su mujer en una casa que alquilaba a la familia Fernández ubicada en la calle Hipólito Yrigoyen, lugar donde habitan y crecen sus hijas hasta que construyen su casa definitiva y actual sobre la misma calle.
Su vocación de servicio iba mucho más allá de lo estrictamente médico. En épocas donde el doctor hacía principalmente domicilios y sin cobrar, el Dr. anotaba en un cuaderno a todos sus pacientes a los que visitaba a la mañana antes de almorzar y nuevamente a la noche antes de la cena, tachando prolijamente cada visita hecha. Primero hacía las visitas caminando a grandes zancadas y Vicente Ortiz, considerando que era imprescindible que tuviera un auto para no caminar tanto insiste en prestarle el dinero sin intereses para adquirir un auto negro Chevrolet y después un auto Fraser amarillento y reluciente donde cargaba a sus hijas para hacer los domicilios mientras charlaban un ratito, en medio de corridas y pacientes.

LEVANTANDO POLVAREDAS PARA LLEGAR A TIEMPO.

Su compromiso era tal, que cuando le avisaban de algún enfermo, se calzaba sobretodo y zapatos encima del piyama, y salía corriendo a socorrer al enfermo llegando incluso antes que los familiares en su auto particular, levantando polvaredas en las calles de tierra rurales. Doy fe de su proceder ya que mi papá repite constantemente cuando, en medio de una crisis asmática de su esposa Doris y ya sin saber qué hacer, sale hasta el pueblo desde la Escuela N° 8 a la madrugada. Al golpear la puerta, atiende el Dr. a medio vestir que sale en su auto a toda velocidad llegando incluso antes que papá, recorriendo 11 kilómetros de tierra y aún más, acompañando a mamá durante toda la noche.
María Elena Romero de Orchiani contaba constantemente de la ocasión en la que muchos de sus hijos estaban enfermos por lo que el Dr. llegaba con su maletín y sus medicinas para todos. Un día, también María Elena enfermó así que Molina era el que iba hasta la farmacia de don Jorge Vignolles con sus recetas magistrales para conseguir los remedios de toda la familia.
Difícil de escribir en poco espacio, la cantidad de anécdotas que se suceden en la memoria de las familias alvearenses acerca de este médico porque su personalidad y calidad humana, su amor a los demás y su intensa participación en distintas actividades comunitarios involucraron a toda la comunidad.

DIRECTOR DEL HOSPITAL MUNICIPAL.

Fue Director del Hospital Municipal y uno de sus más destacados doctores siendo la salud infantil su preocupación constante, así que consigue la radicación de uno de los 29 centros de Higiene Materno Infantil de la Provincia, Centro que se inaugura el 1° de abril de 1949 siendo él mismo el médico Jefe, y contando con un grupo profesional de 10 personas entre las que había visitadoras de Higiene, obstetras, nurses y enfermeras. El Centro primero funcionaba donde actualmente son los consultorios de Bernardino “Poyito” Althabe, para después ser trasladado al mismo Hospital con la incorporación de más personal siendo su director, Bernardino Modesto Althabe hasta 1970 aproximadamente.


Dr. Molina, Director del Hospital "Bernardino Rivadavia".
FUNDADOR Y PRIMER DIRECTOR DE LA ESCUELA SECUNDARIA.
 La educación fue otra de sus preocupaciones siendo director y profesor de la Escuela Nacional de Comercio (hoy Escuela Media N°1) y miembro activo y constante de la Biblioteca Popular “Florencio Balcarce” realizando gestiones en La Plata y trabajando como profesor siempre ad honorem por cuatro años al igual que todo el profesorado al que consideraba su igual.
Su incursión en la política le produjo más sinsabores que satisfacciones; fue electo en 1954, como primer Intendente Municipal peronista pero, al dejar el cargo por un golpe militar es criticado por quienes caen en la falta de respeto al otro por sus ideas y con el sólo objetivo de desprestigiar al “contrario” a cualquier costo. Estos malos tragos, fueron mitigados por el aprecio de sus vecinos y pacientes de toda la vida y por supuesto, por los socios y amigos del Club blanco y negro alvearense del que fue colaborador y presidente: el Club de sus amores, el Club Unión Empleados de Comercio. Así dadas las cosas, el Dr. era todo porque hasta se daba maña para registrar situaciones con una Cámara Super 8 para después pasar las películas en el salón del Club en el microcine “Novador”.

UN DOCTOR GAUCHO Y MUY LABURADOR.

A los médicos les toca enfrentar situaciones irreversibles donde se han agotado todos los recursos posibles, pero ante esos casos, Molina seguía al lado del enfermo sin perder la fe y agotando todos los esfuerzos casi como esperando que se produzca un milagro que salvara al amigo.
En los pueblos, y más en los años que trabajó Molina, el trato con los pacientes fue bien diferente a los tiempos actuales; eran tiempos donde el dinero escaseaba para todos, donde no se cobraban las visitas y se pagaba al doctor con lo que se tenía en la casa. El médico salía muchas veces con huevos, verduras o gallinas que no era más que lo que poseía la gente y más de lo que él realmente tenía, tal como lo refiere Mima Capra cuando en una oportunidad, el Dr. Molina salió de la casa de su abuela Sotelo con un peludo gordo, reluciente y muy bien pelado con el que la familia retribuía de alguna manera semejante atención.
Eran tiempos de relaciones profundas entre el médico y el paciente basadas en la amistad y en la comprensión mutua donde el paciente no sólo veía al Dr. en el consultorio o en la visita domiciliaria, sino en cualquier momento cruzando cualquier calle y donde se privilegiaba el saludo, situación que se repetía con el Dr. Molina, un hombre afable y cariñoso con todos, al que le gustaba conversar con vecinos y enfermos a veces con temas totalmente ajenos a la enfermedad o a la medicina. El Club de Ciclismo en reconocimiento a su trayectoria y hacer, nombran a la Pista “Dr. Alberto Molina” en justo proceder y homenaje, seguro al que él hubiera agradecido con su humildad característica.

SALVANDO VIDAS EN PRÁCTICAS DIGNAS.


El Dr. llevaba en el alma su profesión y entendía tal como lo afirma René Favaloro, que toda actividad médica debía estar rodeada de dignidad, caridad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciación, cualidades que se reflejan en cada anécdota y recuerdo de su accionar. El Dr. llegó a Alvear en 1941, con solo su maletín pero con innovadores conocimientos que ayudaron a salvar vidas de familias enteras como el caso de la familia de Mima Capra, en épocas donde recién se empezaba a utilizar la penicilina para infecciones severas como la menengitis, usando sus saberes y relaciones en Buenos Aires para los casos extremos.
Dr. Alberto Molina. Un gran laburador. Sencillo y sobre todas las cosas, un médico de vocación con gran amor a sus vecinos alvearenses; sus consejos eran escuchados y su nombre siempre recordado porque demostró ser leal poniendo en práctica aquello de que la salud es un derecho inalienable que no tolera privilegios.

Dr. Molina co fundador, profesor y primer Director de la Escuela Secundaria.

Gracias a la familia Molina por las fotografías y a las personas nombradas que compartieron sus recuerdos.


El Manco Giribone


El Manco, polista, gaucho, un fenómeno, una leyenda... 
Revista "El Gráfico" 1938. N° 986. Gentileza Ricardo Buiraz. Taller de Historias Belgranenses.

        
        Hay personajes de leyenda en cada pueblo y uno de ellos es sin duda el “Manco” Giribone. Hombre campero, muy ducho con los caballos, criollazo para todos los que lo conocieron recorrió grandes distancias de la provincia de Bs. As. con su caballo y tropilla ya que la falta de un brazo no le impidió destacarse en los deportes, juegos o travesuras físicas que se impusiera.
            José Luis Giribone, el “Manco”, era hijo de Juan Carlos Giribone y María Cañás, hermano de Juan Carlos “Carlucho” Giribone que estuvo a cargo de la Intendencia de General Alvear durante muchos años y quizás, menos mentado en el pueblo por la gran relevancia que tuvo Juan Carlos en la historia local, pero muy bien recordado por los que lo conocieron en las estancias “San Juan” o “La Vigilancia”.
            En sus años mozos era muy deportista, hecho que no perdió a pesar del accidente, muy buen boxeador y aunque no pudo seguir boxeando, siguió entrenándose y conservándose en muy buen estado físico ya que nada era anormal para él, tanto manejaba el auto, el caballo o los carruajes con cuatro y hasta seis caballos o incluso domaba junto a su hijo José Luis.


 “Esta es una foto que están papá y mamá en General Belgrano con seis caballos que manejaba papá que era un coche que era una domadora”(Giribone, Sofia, 4 de abril de 2020)
           
EL ACCIDENTE EN UNA CARRERA DE AUTOS

            Queda sin brazo en una carrera automovilística por caminos de tierra en Pila, cerca de General Belgrano en tiempos que tenía una baquet, por el año 1924 o 1925, cuando tenía 26 años.
            Su hijo José Luis Giribone explica que en esa carrera, iba acompañado por el chofer de su madre, mecánico de autos de nombre Valerio.  Sucedió que, con la carrera ya casi ganada por una vuelta, no puede dejar de hacer una de sus bravuconadas características y se para a un costado para prender un cigarrillo como para pasar la raya fumando. En eso pasa un atrasado y lo llena de tierra… ¡Cómo iba a dejar que lo llenara de tierra un rezagado! (Giribone, 57)
            Así pasa que se enoja, tira el cigarrillo y sigue corriendo; cruza la raya, gana, pero se le corta el tren delantero del auto y vuelca. Sin sentir que en el vuelco tenía el brazo deshecho y la mano aplastada hasta la mitad entre el codo y el hombro, va hasta su acompañante que había fallecido con el golpe ya que en esa época, no se usaban precintos ni cascos y la “baquet”, era un cochecito sin capota.     
            Al verlo tan lastimado lo llevaron apresuradamente hasta Belgrano y de ahí en tren a Bs. As. donde lo operaron tres veces para cortar la gangrena en épocas donde no existían los antibióticos. A pesar de 24 quebraduras se recupera y sale del sanatorio manejando él mismo su auto con una voluntad y espíritu incomparables.
            La pérdida del brazo no lo amilanó y sigue jugando al polo y andando a caballo por los campos.
Copa al Ganador de la Carrera de Autos del 30/12/1924 al Manco Giribone,
La Copa se encuentra en el Museo Histórico "Juan Manuel de Rosas" de la ciudad de Pila.

EXIMIO JUGADOR DE POLO

            En el año 2018 se cumplieron 90 años del Primer Partido de Polo en el Campo Argentino de Palermo y en esa oportunidad se hizo homenaje al primer equipo argentino. Entre ellos estaba el “Manco” con un grupo de arriesgados polistas que “jugaban como indios”, “medio salvajes” y con una vehemencia tal que les ganó el nombre de “Los Indios”. Con una caballada muy distinta a la actual, corrían y “se atropellaban a lo bestia” en un juego muy bruto donde realmente parecían indios, apodo que los acompañó para siempre[i].
            El día de la inauguración del Campo Argentino de Polo el 27 de octubre de 1928, hubo un partido entre dos combinados: Civiles y Militares. Dicen que ese día se jugaron seis chukkers y la victoria fue para los civiles por 8 a 6 en la cancha número 1 del Campo Argentino de Polo que universalmente se conoce como “La Catedral del Polo Mundial”.
            En esa oportunidad, José Luis integraba el Equipo junto a Ramón Videla Dorna, Luis Nelson y Carlos Uranga. Eran épocas donde el Polo todavía era considerado un deporte de campo, de estancia, no un deporte de ciudad.
            Sólo un polista sabe lo importante que son los dos brazos para manejar las riendas, la fusta y el taco de polo. “El Manco” se las arreglaba llevando las riendas con un gancho atado a su brazo izquierdo peligrando que en el caso de una rodada quedara enganchado al caballo por lo que inclinaba el cuerpo para efectuar un salto mortal para salir parado o al menos, no ser arrastrado por el caballo.
            Con ese gancho que era como un garfio de pirata que solo se abría si el salía rodando para adelante, manejaba el caballo con el cuerpo para llegar hasta la bocha más difícil.
            El brazo era como un yeso que se lo ataba al muñón que le había quedado para parar la gangrena, de ahí en la cintura para sujetar las riendas para que de esa forma, quedara libre la mano derecha que manejaba el taco.
            Su hija Sofía Giribone recuerda que “una vez se le rompió el brazo postizo jugando y entonces iba para los palenques gritando: - “¡Denme otro brazo!”. Y unas americanas que estaban mirando el partido dijeron: ¡Qué maravilla! ¡Estos son los machos argentinos!” (Sofía Giribone, entrevista ESPN, 2018).

Equipo de Polo "Los Indios".
 Los integrantes del Equipo eran José Luis Giribone, Marcos Uganda, Luis Nelson y Ramón Videla Dorna.
Jugaron el primer partido de inauguración del Campo de Polo de Palermo dos equipos: civiles contra militares donde ganaron los civiles. 

VENÍA A CABALLO SOLO 31 LEGUAS…

            Su residencia era en “La Invernada”, un campo familiar de General Belgrano, pero en Alvear venía a “San Juan” y a “La Vigilancia”, campos que administraban su hermano Juan Carlos y el hijo del Manco, José Luis Giribone (H). Pasados los años 60 y ya fallecida María Luisa Cañás, Juan Carlos Giribone comienza a administrar los campos que heredó con la ayuda de Roberto Senillosa, un muchacho joven de unos 20 años, sobrino de su mujer Carmen “Sisí” Senillosa.
            Miguel Bilbao, que tenía un campo lindando con lo de Giribone, trabajó en la estancia desde los 12 años y recuerda que Juan Carlos venía desde General Belgrano en auto, pero el Manco, venía a caballo y con su tropilla tardando un día y sin escalas para recorrer las 31 leguas a caballo hasta “La Vigilancia” situada en el Cuartel VII de General Alvear, en el límite con Tapalqué.
            Muy gaucho, le gustaba mucho el campo, tuzaba él mismo sus caballos y los arreglaba con una sola mano y cuentan que una vez cruzó el arroyo desbordado con la yegua de tiro y los caballos por detrás. En “La Vigilancia” permanecía semanas enteras y sorprendía a los empleados por su jovialidad y participación en todas las actividades camperas, cosa que también hacía Juan Carlos pero con mucha más seriedad.
            En esas épocas el campo era de su madre, María Luisa Cañas, y su hermano Juan Carlos era el administrador. Sus propiedades comprendían “San Juan”, “La Vigilancia”, “Las Marías” en Carlos Casares, “Santa Rosa” y “La Invernada” en Belgrano. Imposible imaginar las hectáreas de la familia pero “La Vigilancia” junto con “Santa Rosa” completaban una superficie de 5.600 hectáreas.
            Miguel Bilbao recuerda el día que estaban sacando hacienda para Carlos Casares con Facundo Peralta y como es costumbre y obligación antes de cada arreo se procedió a la yerra. En eso estaban cuando el Manco dijo que él también iba. Ante tal afirmación, Don Facundo Peralta le dice con todo respeto: “- No patrón, ¿Cómo va a ir Ud.?”. Pero él insistió argumentando que lo mandaran a parar las vacas o hacer rondas de noche porque él iba a trabajar igual que los demás y que por supuesto, esperaba recibir una paga igual a los otros. Pero justo ese día enfermó la madre y Juan Carlos lo vino a buscar pero Miguel asegura que “hubiera venido con nosotros”.

LAS BOLEADAS EN “SAN JUAN” DE GIRIBONE

            En el mes de noviembre se hacían en la estancia “San Juan” de General Alvear las tan esperadas boleadas de avestruces. Había uno de los potreros llamado “La Libertad” que no era un coto de caza, pero sí unas mil hectáreas crudas, sin trabajar, con pajales, donde se juntaban 30 o 40 hombres algunos amigos de Buenos Aires, capataces, mayordomos y también patrones de otras estancias y también algunos puebleros.
            A veces aparecía algún “chabón” pero en esos casos siempre eran apadrinados por algún mensual diestro y se reunían en el medio del campo para armar un cerco y de ahí arrancaba un puntero que supo ser “el Negro Haedo”, de Alvear.

WALT DISNEY Y LAS BOLEADAS

            En el año 1941 llega a la Argentina Walt Disney para entre otros objetivos “mejorar las relaciones internacionales” y fueron a visitar estancias y compartir costumbres con la gente de campo. De esa experiencia surgen las películas “The Gallopin' Gaucho" y “El Gaucho Goofy” donde se intentó en un principio reflejar algunas costumbres argentinas pero con tan poca fidelidad que provocó la desaprobación de Florencio Molina Campos.
            Sin embargo, el gran amigo del Manco y compañero de aventuras Carlos Uranga recordaba cuando vino Disney y se reunieron con él en la estancia “Benquerencia” en Monte. Allí filmaron muchas escenas de campo y asados y Disney, impresionado por la agilidad y la gracia de los movimientos en las boleadas, se inspira en ellas para planear la película “Feather on the pampas”. En esa oportunidad, llegaron a soltar un avestruz en la calle Florida que provocó el terror del pobre animal que se refugió finalmente en un auto convertible.


Carlos Uranga, amigo y compañero de aventuras del Manco, en una boleada de avestruces.

Y ENTONCES ENTRÓ EL REY

            Las boleadas duraban dos días, se hacía una vaca con cuero y de noche había guitarreadas y zapateadas, Juan Carlos tocaba la verdulera y el vino abundaba a la espera de los contrapuntos de zapateos sobre un tablón. El Manco descollaba y acaparaba la atención asombrando con sus chistes y hacer. Un día que estaban en una fiesta en “La Invernada” en uno de los galpones se abrió el portón y entró el Manco en un oscuro muy bueno que tenía, muy trajeado y con espuelas, y “lo hizo rayar sobre el portland”. José Luis (H) cuenta que una viejita que había sido la mujer del mayordomo de sus abuela contaba: - “Estaba la fiesta muy bien y de golpe, los portones se abrieron y entró el Rey” (Giribone, 34).

UN PAISANO AUTÉNTICO

            Dicen que ante el comentario de la ciudad de andaba “haciéndose el gaucho” el mismo dijo con sinceridad que “no es que me haga el gaucho. Es que me siento gaucho. Es que como algunos encuentran su entretenimiento en ir a jugar al golf, yo lo hallo en levantarme a las 3 y media de la mañana para irme a trabajar con los peones de la estancia, después de haber estado mateando a la vera del fuego. En toda mi vida no he hecho otra cosa. Cuando quise estudiar, era el campo el que me tiraba. Probé todos los primeros años de estudios imaginables: El Nacional, el comercial, la Escuela Naval. Todo inútil; era preferible trabajar en la hacienda paterna desde las 5 de la mañana”.

            Hombre de ley, lograba la confianza absoluta y el respeto de todos los hombres de campo que compartieron sus estadías en “La Vigilancia”; su espíritu y alegría demostraba que nada es imposible si se le pone ánimo y gran fuerza de voluntad. Ni la catástrofe más grande puede amilanar el espíritu y el ejemplo de estos hombres de leyenda, anima los corazones para seguir en el camino que sea por más largos y difíciles que parezcan.


“Esta foto es una boleada de campo, en una boleada de avestruces.
No sé si se llega a leer ahí abajo pero yo te cuento: 

Fernández Bazán era el Jefe de la Policía y muy amigo de mi tío Juan Carlos” 
(Giribone Sofía, 2020).

Bibliografía y fuentes consultadas: 
  1. GIRIBONE, José Luis. Sucedidos. Editorial Croquis. 2014.
  2.  ESPN. A 90 años del Campo Argentino de Polo, el recuerdo del “Manco” Giribone. Sofia Giribone, hija de José Luis, repasa aquel mítico partido entre Civiles y Militares que inauguró el magnífico predio y la particular historia que escribió su padre con su carisma y su osadía sobre el caballo.
  3. La tradición sigue vigente en Playa Grande. Diario La Nación Sección Sociedad. Verano 2013. 24 de enero de 2013.
  4. Recuerdos aportados por su hija Sofía Giribone.






[i] A 90 años del Campo Argentino de Polo, el recuerdo del “Manco” Giribone. ESPN.
Sofia Giribone, hija de José Luis, repasa aquel mítico partido entre Civiles y Militares que inauguró el magnífico predio y la particular historia que escribió su padre con su carisma y su osadía sobre el caballo.






jueves, 2 de abril de 2020

EL INTA en las Colonias



Reunión de Escuelas en la Escuela N° 8. Circa 1959.
           
             Gente de campo, mujeres con pañuelo en la cabeza tal como se usaba en los años 60;  colonos reunidos para compartir, aprender, capacitarse y progresar.

            Dos Escuelas, dos Colonias. Dos Escuelas creadas con muy poca diferencia de años 1930 y 1935… Dos Colonias creadas con 30 años de diferencia: la Colonia “Fortín esperanza” en 1939, y la Colonia “San Salvador del Valle” en 1959… Grandes esperanzas en el campo argentino y en el desarrollo agrícola ganadero, con todas las miradas apuntando al campo.
            A solicitud de los integrantes de la Colonia “Fortín Esperanza”, se había creado la Escuela Pública N° 8 en campos fiscales y, en campos privados, la Escuela de Olaso.
            El 15 de Julio de 1959, con la creación de una nueva colonia, todo se modifica con la llegada de nuevos colonos que repueblan las escuelas notándose la necesidad de capacitación y asesoramiento agrícola ganadero.
            Es por eso que el 24 de mayo de 1960, la Sociedad Rural de General Alvear, la Cooperativa Agrícola y Ganadera “Fortín Esperanza”, el Centro de Comercio, Propiedad e Industria, la Filial de la Federación Agraria y los productores de la “Colonia Fortín Esperanza” firmaron un petitorio en el que manifestaban la necesidad de la creación de una Chacra Experimental, en la Estancia “San Salvador del Valle”.
            No obstante no concretarse tal aspiración, el 18 de enero de 1961, se instala en Alvear la Agencia de Extensión del INTA que fue creado en 1956. Sus siglas: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria; el fin: contribuir a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores rurales y sus familias; su objetivo: generar y transferir tecnología.
            Según sus estudios la resistencia a la adopción de las nuevas tecnologías estaba asociada a la edad de los productores. En 1960, circulaba la idea de que el cambio generacional produciría la tan esperada transformación tecnológica.
           
            EL “HOGAR RURAL” Y EL “CLUB DE LAS 4 A”

            Así, el INTA a través de un “Sistema de Extensión” con una estructura muy similar a la de los EEUU implementa en todo el país los programas de “Hogar Rural” Y “4 A”. El primero destinado a la familia de los productores con el fin de realizar capacitación integral y los Clubes 4 A, a los jóvenes de campo en un espacio de capacitación y de socialización. “CLUB 4 A”. (adiestramiento, acción, ayuda y amistad), era un lazo entre el INTA, los Colonos y la Escuela identificados con una bandera blanca con un trébol verde de cuatro hojas donde se veía una A.
            El jefe de esta agencia en Alvear era el Ing. Agr. Luis Izurieta, que estaba al frente desde la creación y quién además desempeñaba el cargo de Agente del Proyecto Balcarce de Desarrollo Ganadero. El Asesor Técnico es el Ing. Agr. Abel Grimoldi; Perito Agrónomo D. Juan Carlos Escande, asesor del Club de la 4 A en funciones también desde su creación, y el Auxiliar Administrativo, Oscar Aguer además de la asesora Clubes "Hogar Rural", la Srta. María Cristina Sturla.
            En General Alvear, el INTA originó un movimiento sorprendente que superó al de las ciudades vecinas. Si bien su accionar se extendía a otras escuelas del Distrito, las reuniones de las Colonias de las Escuelas N° 15 y N° 8 eran las que tenían mayor cantidad de asistentes.  La labor, se realizaba en forma particular y personal en su oficina de la calle Mitre pero fue más extensiva y multiplicadora en las Escuelas, llegando a los alumnos y sus familias.

TALLERES ORGANIZADOS POR EL INTA

En los Talleres que se hacían en ese espacio se capacitaban a los alumnos en distintos oficios y actividades sociales. El Club unía a los productores y fortalecía lazos no sólo entre los Colonos de “Fortín Esperanza” y los de “San Salvador del Valle” sino que se extendía a los vecinos y, en determinadas fechas, se invitaban a otras escuelas en Jornadas de Intercambio e Integración, participando en carreras de embolsados, de cuchara con huevo, o los populares Concursos de Barriletes que había que construir de caña y papel y después hacerlos volar…
            En el 75° Aniversario de la Escuela N° 8, la ex Directora Doris Yaconis declaró, refiriéndose tanto al “Club 4 A” como al Club “Hogar Rural”, que la Escuela era un centro donde se irradiaba cultura, donde se aprendía a cocinar, decorar, criar pollos para transformarlos en doble pechuga, podar árboles, hacer injertos de plantas y flores, corte confección o labores.
            En ese momento, la educación y los objetivos políticos tenían la mira hacia el campo, hacia lo rural. Todos los años se hacían encuentros donde el tema era inminentemente agrícola ganadero; investigaciones sobre los cereales y las razas animales, características de la tierra, riego, cosechas, cultivos, desarrollando los alumnos ponencias sobre la cría de cerdos, ovejas o las características de cada uno de los cereales.

EL ESTUDIO DE LOS CEREALES Y LAS RAZAS ANIMALES

            A cada Escuela se le asignaba un cereal y una raza animal sobre la que debía investigar y exponer. Entre las escuelas, se competía para ver quién era el que se presentaba mejor siendo generalmente los más destacados y preparados, los alumnos de la Escuela de Cirio, de “Los Mellizos” con los maestros Otonello. No había que confundir Shorton, Aberdeen Angus, Holando o Hereford, tampoco las razas ovinas y menos a los cereales.
            En el Registro de Inspección de la Escuela N°8 consta que en abril del ’63 ya el INTA había establecido en ese lugar el “Hogar Rural” y el “Club de las 4 A”. En ese momento las docentes eran Doris Yaconis de Solé y Marta Limongelli; la Inspectora: Celina Sivitto de López. 
            El 20 de septiembre del ese año, la misma inspectora escribía en el Folio 19 bis que la Asociación INTA realizaba en la Escuela 8 y en la comunidad circundante una obra realmente admirable ya que había formado la Comisión del Hogar y organizado el “Club de las 4 A”. La Inspectora describe maravillada la eficacia de su acción destacando la enseñanza de labores diversas a un grupo de señoras que pasaban a la vez momentos amables de sociedad mientras que el asesor Juan Carlos Escande conversaba con los varones sobre temas relativos al campo.

LA INTEGRACIÓN DE LAS DOS COLONIAS

En todos los aspectos de la labor realizada como funciones de cine, charlas sobre temas prácticos, torneos interescolares de fútbol, competencias de juegos de destreza, actuación de peñas folklóricas integradas por ex alumnos bajo la dirección de la escuela o actos patrióticos, se contaba con una amplia y total participación de la comunidad.
A fin de estimular y desarrollar el espíritu de comunitario se realizaban encuestas, visitas a los hogares y reuniones cinematográficas con películas de carácter documental, instructivas y cómicas, trabajo conjunto de la Escuela N° 15 y su Directora Amanda Norma Pellisero.


Reunión de colonos frente al Hangar de la estancia "San Salvador del Valle". Circa 1966.
LOS VIAJES A LA ESTACIÓN DE INTA DE BALCARCE

En febrero de 1968 se realizó un campamento mixto de 16 días de duración en Miramar en el que participó la directora de la escuela y algunos padres de los campamentistas. Josefa Capra recuerda con nostalgia esos viajes con el INTA a San Pedro y a la estación Experimental de Balcarce, donde veía “maravillas”, se encontraban con gente de otras Colonias e intercambiaban saberes finalizando los encuentros con grandes asados de camaradería.
            Cristina Sturla hizo un trabajo extraordinario en la Escuela N° 8: enseñaba a cocinar, a despostar pollos para hacerlos rellenos… Cada semana llevaban junto con ellos, en un Jeep celeste con el logo de INTA al lado de una bandera argentina, a alguna persona especialista en algo para enseñar a los vecinos. Un día se hacían baños de repostería; otro, tortas comunes. Todo se preparaba primero en la Escuela y después se cocinaba en la cocina de la casa de la maestra Doris Yaconis, ahí mismo en la Escuela.

LOS RECUERDOS DE LAS MAMÁS DE LA COLONIA

            Magdalena Pérez de Zappacosta contaba de los talleres donde hacían flores de migas de pan mojadas en leche y de esa vez que habían dejado las flores para secar en los alféizares de las ventanas de la Escuela y los pajaritos se robaron todo. También había costureras para enseñar a hacer cuellos y mangas de camisa que practicaban en la máquina Singer de Doris Yaconis. Las costureras maestras que iban con Cristina Sturla se dedicaban a enseñar cada día una cosa diferente, un detalle específico: Por ej.: cuellos de camisa, fruncir una tela, a sacar hilos para cortar, lugares de donde salieron grandes costureras como las hermanas Restagno. Los capacitadores eran de oficios diferentes; una vez “Tina” como le decían familiarmente, llevó una planchadora y ese día sólo se plancharon camisas.
            En otra oportunidad fue la mamá de Mary Ramos de Bautista, la esposa del zapatero; otra vez, aprendieron a hacer flores de papel, o en la cocina hacían milanesas de pechuga…
            Los vecinos iban de las 4 a las 6 de la tarde, casi todos a caballo o en sulky a un taller semanal diferente con autorización de la Inspectora y del Consejo Escolar. Los chicos grandes se iban a las casas y los más chicos se quedaban en la Escuela hasta que las mamás terminaban siendo más de veinte los sulkys que rodeaban la Escuela N°8.

DESAPARICIÓN DE LOS PROGRAMAS DEL INTA

            Por distintos motivos estos programas desaparecieron, entre ellos por la migración de la población rural a los pueblos y el cierre de muchas escuelas rurales. Éste no fue el caso de las escuelas N° 15 y 8 de las dos Colonias alvearenses, pero la Matrícula fue disminuyendo considerablemente, así como las limitaciones presupuestarias de los Gobiernos que provocaron finalmente la desactivación del INTA en General Alvear.
            El INTA fue el centro de un gran movimiento social y cultural donde intervinieron las Escuelas y las Colonias en un momento que fue único en General Alvear. Días y años de colonos y experiencias compartidas.
            Esos momentos brillantes y de tantos proyectos que de solo pensarlos, sorprenden.

Audiovisual con el grupo de las "Cuatro A" con la presentación
del asesor Juan Carlos Escande.


-       Agradecimientos:

 Nota basada en los recuerdos y anécdotas de Magdalena Pérez de Zappacosta, la Negra Josefa Capra y su familia, Licha e Isolina Restagno, Tina Sturla de Chiurazzi, familiares de Juan Carlos Escande, Rodolfo Solé, Amanda Pellisero, Doris Yaconis de Solé y los Registros de Inspección de las Escuelas N° 8 y 15.

La Escuela del Paraje "El Chumbeao". Escuela N° 23.

La maestra Sánchez de Mendonca en 1928 en oportunidad de la visita de un inspector.
La escuela funcionaba en propiedad de Roque Robles, actualmente de Heraldo Pueblas y familia.


¿Cómo llamar a la Escuela N° 23? ¿Cómo decirle Escuela N° 23 “Provincia de Santa Cruz” si es la Escuela Láinez N° 119 del paraje del Chumbeao? Los cambios de nombre no le hacen a la historia de la Escuela del Paraje que fue el más poblado de todo el distrito de General Alvear.

CREACIÓN DE LA ESCUELA EN 1911 COMO ESCUELA NACIONAL N°119

La escuela fue creada según expediente N° 711 S del año 1911, inaugurada el 1° de marzo de 1912 y trasladada al Paraje del Chumbeao gracias a las gestiones de José Martiniano Villaverde en 1920, con un poco más de 60 alumnos en un edificio prestado por la familia de Roque Robles en lo que actualmente es la vivienda de Heraldo Pueblas y su familia. El primer maestro fue Nicolás Cancino, un catamarqueño de pocas pulgas que llevaba con mano férrea a un batallón de alumnos que iban desde los 6 a los 18 años, con una matrícula promedio anual de 55 alumnos, que fueron retratados por el fotógrafo alvearense Cancela el 16 de junio de 1920.

ESCUELA DE “LA PRIMAVERA” DE ROBLES



El edificio se encontraba en los campos llamados “La Primavera” y era una construcción alta con dos puertas al Norte que albergaba a los alumnos y además, donde vivía el maestro, completando la escuela con “dos ranchos” atrás que hacían las veces de depósito y cocina. No obstante la precariedad edilicia, tenía una matrícula que superaba los 70 alumnos en 1920 y llegando a tener 98 en el año 1922.
Increíble de creer semejante cantidad de chicos con una población actual de 5 o 7 alumnos de promedio en las escuelas rurales. Sucede que en esos tiempos El Chumbeao “era un pueblo” con muchas chacras arrendadas. Alrededor de la escuela todos los campos estaban poblados por arrendatarios de los Robles en chacras de diez, veinte o treinta hectáreas, o a veces menos, formando de verdad algo parecido a un pueblito que hasta panadería tenía.
Padres e hijos de familias numerosas trabajaban de sol a sol en la siembra y la cosecha, el ordeñe, el cuidado de los animales, los chicos “conchabados” como boyeritos, cuidando cerdos, limpiando los ranchos, juntando leña, haciendo la comida o la quinta.

Año 1921. Alumnos varones de la Escuela N°119 del Paraje “El Chumbeao” con el Director Nicolás Cancino. 
Foto Saladilloensepia.

El Maestro Nicolás Cancino con sus alumnas. La segunda niña al medio empezando de la izquierda con vestido a cuadros es Josefina Gurbista de Villamarín. Año 1921. Entre las alumnas del año 1921 se encuentran: Gurbista Josefina; Escande María Luisa; Escande Elvira; Capra Teresa; Gangoso Manuela; Martínez Fabiana; Ruano Asunción; Martínez Elsa; Zamora Florencia. Foto gentileza Rosa Villamarín.

LA COOPERADORA EN 1920

¡Cómo nombrar algunos si fueron tantos los que pasaron por la escuela! Los libros más antiguos que se conservan son las Actas de Cooperadora del año 1920, año que la “Sociedad Cooperativa” estaba compuesta por 17 socios activos y una comisión formada por Félix Astaburuaga, Pedro Vignau, Pedro Gasco, Francisco Rodríguez y Eulogio Cascallares, firmando las distintas actas Cándido Irrazabal, Domingo Salinardi, Genaro y Ramón Martín, Pablo Ruano y Valeriano Gangoso.
            Tierra de los Escande, los Capra, Ruano o Zamora, Martínez o Rusconi, Travella y Yaquinta, Sosa, Tejedor, Campoy y Federici, Sarratea, Sánchez y Zamudio, Lamaita, Moreno y Montero, tierra de los Solé y Sivero, Bosso, Centurión, Barbaro, García, Godoy, Lemos, Pacho e infinidad de apellidos que pasaron en sus más de 100 años de existencia.

¡CUÁNTOS CHICOS! 52 ALUMNOS EN 1928

¡Cuántos chicos! es la expresión que se repite al ver la foto de 1928 donde se observan muy ordenados los 52 alumnos con la directora Elvira Suggero de Saavedra y la jovencísima María Ester Llanos quién habría de casarse con José Carricarte permaneciendo en la escuela como directora unitaria durante casi 30 años consecutivos desde 1928 a 1957 y lo que más sorprende, sin ningún colega a pesar del promedio anual 40 alumnos.
Ubicada a 45 kilómetros del pueblo y sin energía eléctrica que recién llegó en 2004, subsistía gracias al esfuerzo de los maestros y de la Comunidad en tiempos donde todo era diferente. Épocas de grandes heladas, con el “coqueluche” que arrasaba dejando tendales de chicos enfermos por días, y con los padres en la escuela para que el maestro “autorizara” las faltas a clase.

LOS CHICOS EN EL TRABAJO RURAL

Todas las personas que han trabajado en el campo desde chicas y que oscilan entre los setenta y noventa años, hablan de las tareas pesadas que hacían y esos testimonios se reflejan en los Libros de Actas de la escuela donde por ejemplo, consta que “desde principios de noviembre la asistencia había sido un poco floja debido a que la mayoría de los alumnos habían solicitado permiso para la preparación y siembre de nuevos cereales pues todo niño que sirve para algo en su casa, son empleados para las faenas agrícolas” (Cancino, 1920).
Las actividades cambiaban según la época del año ya que en mayo y junio y a pesar del frío y la humedad, la asistencia disminuía por la recolección de la cosecha de maíz o girasol, actividad que se realizaba a mano y donde participaba toda la familia.
El maestro Cancino repite en su Diario que “la asistencia es escasa por causa de las cosechas pues los padres detienen a sus hijos para tal fin”, llegándose los padres a la escuela para solicitar permiso “para un mes y medio o dos, porque es imposible mandarlos por estar en la cosecha de maíz y ser la única entrada que esperan ocupándolos desde el más chico al más grande por no tener cómo pagar un peón” (Cancino, 1923). Las actividades de los niños eran múltiples, ya que por ejemplo la Sra. de Villarruel retiraba a sus hijas Rosa y Florentina Gómez y lo mismo con Rita y Guillermina Dargel de 1 ° y 2 ° grado. (Sánchez de Mendonca, 1926).

LA ESCUELA SE MUDA AL DESTACAMENTO FRENTE A “LA PAMPA” DE VILLAVERDE

Los tiempos pasan, la vida cambia. La escuela se trasladó al Destacamento Policial por un tiempo hasta que se construyó la nueva en 2013. Muchos maestros, muchos alumnos, toda la historia de un gran paraje imposible de escribir en pocas palabras. Historias de chicos que no podían llegar a la escuela perdidos en la neblina, anécdotas de caballos y sulkis, de estudio y bailes, de fiestas escolares, de inundaciones, plagas de langostas, sequías, de maestros viviendo en la escuela muchos años, de una comunidad que hizo todo lo que podía para que sus hijos aprendieran a leer y escribir.
Escuela 23 del Paraje El Chumbeao. Escuela de campo, con viento fríos de invierno que hacen zumbar las ventanas, de pañuelos al cuello, en las orejas y en toda la cara, con manos partidas por el frío y crujidos de escarcha, con amenazas de lluvias e inundaciones temidas que obligaban a estar meses sin venir al pueblo. ¡Qué poco tiempo ha pasado y cuánto ha cambiado!


2013. Preparando los festejos del Centenario de la Escuela.
Docentes Silvia Cappelletti y Lis Solé.