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La maestra Sánchez de Mendonca en 1928 en oportunidad de la visita de un inspector. La escuela funcionaba en propiedad de Roque Robles, actualmente de Heraldo Pueblas y familia. |
¿Cómo
llamar a la Escuela N° 23? ¿Cómo decirle Escuela N° 23 “Provincia de Santa
Cruz” si es la Escuela Láinez N° 119 del paraje del Chumbeao? Los cambios de
nombre no le hacen a la historia de la Escuela del Paraje que fue el más
poblado de todo el distrito de General Alvear.
CREACIÓN DE LA ESCUELA EN 1911
COMO ESCUELA NACIONAL N°119
La
escuela fue creada según expediente N° 711 S del año 1911, inaugurada el 1° de
marzo de 1912 y trasladada al Paraje del Chumbeao gracias a las gestiones de
José Martiniano Villaverde en 1920, con un poco más de 60 alumnos en un
edificio prestado por la familia de Roque Robles en lo que actualmente es la
vivienda de Heraldo Pueblas y su familia. El primer maestro fue Nicolás
Cancino, un catamarqueño de pocas pulgas que llevaba con mano férrea a un
batallón de alumnos que iban desde los 6 a los 18 años, con una matrícula
promedio anual de 55 alumnos, que fueron retratados por el fotógrafo alvearense
Cancela el 16 de junio de 1920.
ESCUELA DE “LA PRIMAVERA” DE
ROBLES
El
edificio se encontraba en los campos llamados “La Primavera” y era una
construcción alta con dos puertas al Norte que albergaba a los alumnos y además,
donde vivía el maestro, completando la escuela con “dos ranchos” atrás que
hacían las veces de depósito y cocina. No obstante la precariedad edilicia,
tenía una matrícula que superaba los 70 alumnos en 1920 y llegando a tener 98
en el año 1922.
Increíble
de creer semejante cantidad de chicos con una población actual de 5 o 7 alumnos
de promedio en las escuelas rurales. Sucede que en esos tiempos El Chumbeao
“era un pueblo” con muchas chacras arrendadas. Alrededor de la escuela todos
los campos estaban poblados por arrendatarios de los Robles en chacras de diez,
veinte o treinta hectáreas, o a veces menos, formando de verdad algo parecido a
un pueblito que hasta panadería tenía.
Padres
e hijos de familias numerosas trabajaban de sol a sol en la siembra y la
cosecha, el ordeñe, el cuidado de los animales, los chicos “conchabados” como
boyeritos, cuidando cerdos, limpiando los ranchos, juntando leña, haciendo la
comida o la quinta.
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Año 1921. Alumnos varones de la
Escuela N°119 del Paraje “El Chumbeao” con el Director Nicolás Cancino.
Foto Saladilloensepia.
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LA COOPERADORA EN 1920
¡Cómo
nombrar algunos si fueron tantos los que pasaron por la escuela! Los libros más
antiguos que se conservan son las Actas de Cooperadora del año 1920, año que la
“Sociedad Cooperativa” estaba compuesta por 17 socios activos y una comisión
formada por Félix Astaburuaga, Pedro Vignau, Pedro Gasco, Francisco Rodríguez y
Eulogio Cascallares, firmando las distintas actas Cándido Irrazabal, Domingo
Salinardi, Genaro y Ramón Martín, Pablo Ruano y Valeriano Gangoso.
Tierra de los Escande, los Capra,
Ruano o Zamora, Martínez o Rusconi, Travella y Yaquinta, Sosa, Tejedor, Campoy
y Federici, Sarratea, Sánchez y Zamudio, Lamaita, Moreno y Montero, tierra de
los Solé y Sivero, Bosso, Centurión, Barbaro, García, Godoy, Lemos, Pacho e
infinidad de apellidos que pasaron en sus más de 100 años de existencia.
¡CUÁNTOS CHICOS! 52 ALUMNOS EN
1928
¡Cuántos
chicos! es la expresión que se repite al ver la foto de 1928 donde se observan
muy ordenados los 52 alumnos con la directora Elvira Suggero de Saavedra y la
jovencísima María Ester Llanos quién habría de casarse con José Carricarte
permaneciendo en la escuela como directora unitaria durante casi 30 años
consecutivos desde 1928 a 1957 y lo que más sorprende, sin ningún colega a
pesar del promedio anual 40 alumnos.
Ubicada
a 45 kilómetros del pueblo y sin energía eléctrica que recién llegó en 2004,
subsistía gracias al esfuerzo de los maestros y de la Comunidad en tiempos
donde todo era diferente. Épocas de grandes heladas, con el “coqueluche” que arrasaba
dejando tendales de chicos enfermos por días, y con los padres en la escuela
para que el maestro “autorizara” las faltas a clase.
LOS CHICOS EN EL TRABAJO RURAL
Todas
las personas que han trabajado en el campo desde chicas y que oscilan entre los
setenta y noventa años, hablan de las tareas pesadas que hacían y esos
testimonios se reflejan en los Libros de Actas de la escuela donde por ejemplo,
consta que “desde principios de noviembre
la asistencia había sido un poco floja debido a que la mayoría de los alumnos
habían solicitado permiso para la preparación y siembre de nuevos cereales pues
todo niño que sirve para algo en su casa, son empleados para las faenas
agrícolas” (Cancino, 1920).
Las actividades
cambiaban según la época del año ya que en mayo y junio y a pesar del frío y la
humedad, la asistencia disminuía por la recolección de la cosecha de maíz o
girasol, actividad que se realizaba a mano y donde participaba toda la familia.
El
maestro Cancino repite en su Diario que “la
asistencia es escasa por causa de las cosechas pues los padres detienen a sus
hijos para tal fin”, llegándose los padres a la escuela para solicitar
permiso “para un mes y medio o dos,
porque es imposible mandarlos por estar en la cosecha de maíz y ser la única
entrada que esperan ocupándolos desde el más chico al más grande por no tener
cómo pagar un peón” (Cancino, 1923). Las actividades de los niños eran
múltiples, ya que por ejemplo la Sra. de Villarruel retiraba a sus hijas Rosa y
Florentina Gómez y lo mismo con Rita y Guillermina Dargel de 1 ° y 2 ° grado.
(Sánchez de Mendonca, 1926).
LA ESCUELA SE MUDA AL
DESTACAMENTO FRENTE A “LA PAMPA” DE VILLAVERDE
Los
tiempos pasan, la vida cambia. La escuela se trasladó al Destacamento Policial
por un tiempo hasta que se construyó la nueva en 2013. Muchos maestros, muchos
alumnos, toda la historia de un gran paraje imposible de escribir en pocas
palabras. Historias de chicos que no podían llegar a la escuela perdidos en la
neblina, anécdotas de caballos y sulkis, de estudio y bailes, de fiestas
escolares, de inundaciones, plagas de langostas, sequías, de maestros viviendo
en la escuela muchos años, de una comunidad que hizo todo lo que podía para que
sus hijos aprendieran a leer y escribir.
Escuela
23 del Paraje El Chumbeao. Escuela de campo, con viento fríos de invierno que
hacen zumbar las ventanas, de pañuelos al cuello, en las orejas y en toda la
cara, con manos partidas por el frío y crujidos de escarcha, con amenazas de
lluvias e inundaciones temidas que obligaban a estar meses sin venir al pueblo.
¡Qué poco tiempo ha pasado y cuánto ha cambiado!
2013. Preparando los festejos del Centenario de la Escuela. Docentes Silvia Cappelletti y Lis Solé. |
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