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Frente del casco de la estancia "9 de Julio" de José Portugués. |
Hay
estancias antiguas en General Alvear, pero sin dudas, la estancia “Nueve de
Julio” supera a todas y no sólo por su antigüedad en la Patria Chica
alvearense, sino por la importancia de su propietario, José Portugués, pieza
clave en la fundación y crecimiento de General Alvear, así como en la historia
de los distritos de Las Flores, Tapalqué y Saladillo.
Era
tan importante su función en la vida del Pueblo, que el primer mapa del ejido
de 1856, aparece claro y bien señalado un solo camino de llegada al Pueblo
Esperanza y que es desde la estancia “Nueve de Julio”, traza que se repite en
todos los mapas de la época, camino que estaría buenísimo tratar de encontrar y
que coincidiría parcialmente con la actual Ruta 61.
Ya
desde el empezar la historia es larga porque los documentos de la época, citan
la estancia desde antes de 1840, en tierras arrendadas que a partir de 1839,
pertenecieron al distrito de Las Flores, propiedades originales de los enfiteutas
Pedro Sheridan y Manuel Rabago, épocas siempre peligrosas a pesar de los
tratados de paz de Juan Manuel de Rosas con los pueblos originarios.
Hasta
la llegada de Portugués (1806-1886), las tierras de Pedro Sheridan tenían una
superficie de 11 leguas con frente al arroyo Las Flores limitando al norte con
el mismo, al oeste con Juan Cascallares y al sur y al este con los campos de
los Ortiz Basualdo. José Portugués las adquiere en sociedad con Juan Smith y la
transforman en un “estancia de trabajo”.
UNA
ESTANCIA FORTIFICADA
Como
todas las estancias de la época, “Nueve de Julio” estaba dedicada a la cría de
ganado, establecimiento autosuficiente en el medio de la pampa sin árboles,
establecimiento rural que ofrecía trabajo y protección a sus habitantes tal
como sucedió en el año 1859 cuando fue refugio del pueblo “Esperanza” y sede
del Fortín del entonces comandante Juan Agustín Noguera.
Es
que la estancia en sí misma era mucho mejor que un fortín: tenía su propio
sistema de defensa cercada por un foso de dos metros de profundidad por tres de
ancho en el perímetro de una manzana, y que ostentaba un alto mangrullo desde
donde se divisaba el horizonte hacia todos los puntos cardinales aunque
principalmente, hacia el oeste que era por donde entraron los malones que
tantas veces atacaron la estancia.
El
foso circundante, tal como la defensa contra inundaciones de General Alvear,
hacía imposible el paso de la caballada como no fuera por el puente que se
retiraba en circunstancias de peligro. Además, estaba defendido “por cinco
piezas de artillería, cuatro cañones y una culebrina de más efecto que
eficacia” (Volonté, 2013), como es fácil deducirlo. Los cañones, algunos de los
cuales aún se encuentran en la estancia, eran del tipo de cargar por la boca y
efectuado el disparo se introducía una baqueta en forma de escobillón para
limpiar su interior de todo vestigio de fuego. La última invasión que puso en
temores a esta parte de la campaña, ocurrió en 1877, un año antes de que
Portugués la vendiera a Marcos Riglos, después de tanta perseverancia y
sacrificios.
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Cartel de chapón que preside el casco de la estancia que desde 1876 pertenece a la familia Riglos. Fotos gentileza Alfredo Gándara. |
PRIMERA
VENTA DE LA ESTANCIA. GRAN ESTAFA A PORTUGUÉS
Entremedio,
en 1845, Portugués y Smith habían vendido la estancia a la sociedad de José
Ortiz Basualdo y Federico Massot. Esta venta bien podría haber sido el causante
de un cambio radical en la historia de General Alvear pero, por esas cosas de
la vida o la historia, Basualdo y Massot no pagaron la hipoteca obligando a
Portugués a comenzar un largo litigio que finaliza recién 14 años después,
recuperando la titularidad de la tierra en 1859 (Navarro Viola, 1866).
La
larga historia de la estancia que llega hasta hoy con su nombre primitivo pero
con otros propietarios, tiene durante sus primeros 40 años una relación
sumamente estrecha con la historia del pueblo. Comienza cuando con las
gestiones de Juan Manuel de Rosas se pacifica la campaña y se crean los
distritos de Las Flores, Saladillo y Tapalqué dentro de los cuales se
encontraba Alvear. En ese contexto, Portugués llega e instala su estancia
siendo pionero y ejemplo para otros por su osadía y audacia a pesar de los
peligros reinantes.
ESTANCIA
DE TRES DISTRITOS
Por
su gran extensión y la inexistencia del partido de General Alvear, la estancia
“Nueve de Julio” figura en los tres partidos originales y en General Alvear a
partir de 1869. Por ejemplo, en 1867, el Sr. Solivaez en representación de don
Vicente Amador y de la estancia “Nueve de Julio” de José Portugués, denuncia en
Tapalqué al Sr. Don Pedro Quejilaver por haber sacado hacienda vacuna para
Buenos Aires con la Marca 25, señal de Portugués en todos sus campos. Es así
que Tapalqué, Las Flores, Saladillo y General Alvear son los cuatro distritos
que conjugan su historia en la estancia de José Portugués.
La
venta de la estancia en 1843 y la ida de Portugués, pudo cambiar la historia de
la región, pero sucedió entonces que después de vender, pasaron más de dos años
sin haber cobrado un peso de las 11 leguas cuadradas con todo lo plantado y
construido. Portugués entonces, a la edad de 38 años, comienza un juicio con el
que conviene, el 31 de octubre de 1845, recuperar la Estancia en el estado en
que se halla y donde “según los inventarios últimamente formados, sólo existen
270 cabezas de ganado” renunciando “todos los derechos que hasta ahora han
pretendido sobre animales orejanos que se dicen marcados por Basualdo con la
marca de la Estancia Independencia”. (Libros Google, Navarro Viola, 1886, 21).
De
los más de 400 folios de los que consta el juicio se desprenden características
de la estancia y de su propietario que además, muestran las particularidades de
los habitantes de nuestro campo desde 1840 a 1880… y también de los engaños y
enredos que siempre existen en negociados y sociedades, traiciones y quebrantos
que parecen no han mejorado a pesar de que han pasado ya casi 190 años.
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Parte más antigua del caserón donde se aprecian los techos en azotea a los que se accede por una escalera de fierro desde un patio interior de la casa. |
CUANDO
EL GANADO ERAN MILES
Cuando
Portugués se reinstala en 1845, la estancia estaba totalmente desmantelada ya
que se había vendido con 11.000 cabezas de ganado de las cuales quedaban sólo
esas 270 nombradas y en lugar de las 6.000 ovejas, quedaban 2.257 y muchas
deudas que obligaron a Portugués a vender “las valiosas propiedades de las
calles Rivadavia y Victoria” en Buenos Aires (Libros Google, 13). Los abogados,
después de la primera parte de tamaño juicio cobraron la suma de 500 cabezas de
ganado a saber, 300 novillos de dos años y medio para arriba y 200 vacas de
tres años para arriba a pagar a los 12 meses de su posesión, honorarios que se
niegan a pagar la parte perdedora borroneando partes del contrato de venta. Tal
como dice el abogado de Portugués en el juicio, tanto Massot como Basualdo,
(peleados entre sí a estas alturas pero unidos en la intención de no pagar), se
reunían “conformes y avenidos para despedazar la fortuna de Portugués ganada a
la vista de todos, con el sudor de su rostro y no con trapacerías” (Navarro
Viola, 1866).
RECONSTRUCCIÓN
DE LA ESTANCIA
Portugués
reinicia la actividad en la estancia haciéndose cargo tal como lo disponía la
Transacción en su artículo N° 2, del pago de gastos y sueldos vencidos de los
peones y capataces y los fletes realizados por el mayoral Garay que
transportaba los frutos de la estancia hasta Buenos Aires. Autorizado por esta
Transacción, el Juez de Paz de Las Flores, Mariano Díaz, permite a José
Portugués que tome posesión de la propiedad que estaba “todo en ruina pues
había desaparecido casi todo lo que antes tenía dicha Estancia”. En varias
oportunidades, Portugués reitera que “únicamente se proponía que se le pagase
su cuenta” y que “por no haber otro remedio, se conformó con quedarse con la
estancia”.
Para
beneficio del pueblo que aún no existía, Portugués se queda en General Alvear y
continúa con tesón en el campo levantando nuevamente todo lo destruido y
saqueado por Basualdo y Massot, tal como lo haría tantas veces después de las
invasiones indias. Todo esto sucedía por los años 1845 y 1846 cuando pasa el
viajero Mac Cann por el lugar y es recibido por sus dueños, quienes seguramente
eran José Portugués y su esposa María de los Santos Requejo, los que “les
brindaron un almuerzo inmejorable en el que no faltó café y otras cosas
servidas a la manera europea” (Mac Cann, 1847).
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Galería que da al norte donde se aprecia el señorial y antiguo porte. |
A
partir de 1845, Portugués y su socio trabajan denodadamente para “convertir las
taperas en casas y el desierto en poblaciones y haciendas”. A partir de allí,
hay un largo paréntesis de reconstrucción que se extiende desde 1846 hasta fines
de 1856, o sea, hasta después de creado fortín y pueblo Esperanza, tiempo
durante el cual, Portugués se hace cargo incluso de la “Estancia
Independencia”, estancia alternativa creada por Basualdo para desmantelar
“Nueve de Julio” y que “no dio ni para cubrir los gastos” (Navarro Viola, 1886,
28).
Con
la inestabilidad de la frontera, Smith se va y vende su parte a Portugués que
mantiene la misma marca de ganado desde 1839, el 25, señal que usó en todas sus
propiedades aún fuera de “Nueve de Julio”, transferida el 7 de febrero de 1839
a Ramón Basualdo con motivo de la venta y vuelta a transferir el 29 de marzo de
1859” (p.40), existiendo la misma marca en los puestos “Angelita”, “San
Miguel”, “Santa María” y “San Antonio” puestos que figuran en los mapas
antiguos.
SE
ACABA LA PAZ EN EL CAMPO
En
1853, los malones recrudecen, llevándose la hacienda y dejando muchos muertos y
heridos. Su yerno, Manuel Venancio Paz de “los Carrizales” y fundador de la
ciudad de Las Flores, es tomado prisionero por los indios (Genaro, 2012).
Portugués entonces firma junto a otros estancieros, comerciantes y pulperos de
Saladillo, Las Flores y Tapalqué un petitorio para que el Gobierno cree un
fortín a sus expensas, ya cansados de los avances del indio por el oeste
totalmente desguarnecido. Con la aprobación del Gobierno, José Portugués
construye el fortín a sus expensas con 25 de sus peones acompañando al fortín y
apoyando a sus comandantes y Guardias Nacionales y abasteciéndolo cada vez que
era descuidado por el Gobierno que atendía otras causas políticas y “de
estado”.
ESTANCIA
SEDE DEL FORTÍN ESPERANZA.
En
1859, después de la invasión de Olivenza e incendio del Pueblo Esperanza, la
estancia “Nueve de Julio” es sede de Pueblo y Fortín y desde allí, Juan Agustín
Noguera escribe cartas sobre la difícil situación de la campaña en esos
momentos. Desde 1866 a 1873, la estancia cada vez es más extensa ya que
Portugués compra al Superior Gobierno sobrantes de campo lindantes completando
las 26.000 hectáreas teniendo en 1878, 17.600 vacunos, 20.500 lanares y 100
yeguarizos.
Tanto
y mucho más para contar de esta estancia en épocas de grandes cambios para
Alvear y Buenos Aires. La estancia “Nueve de Julio” fue y es una estancia de
trabajo, fue una estancia fortificada, fue sede del Fortín Esperanza, bastión y
pionera en la construcción de la identidad alvearense.
Realmente,
y tal como afirma Ramón Capdevila fue una estancia baluarte, centro de
actividades económicas y sociales y su propietario, don José Portugués, guía y
ejemplo de trabajo y estoicidad, fuente y generador de cambio del Pueblo y
siendo con justicia, parte fundamental del pasado heroico de General Alvear.
FOTO:
La imagen corresponde al ejido del Pueblo Esperanza en 1856. Del centro del
pueblo se ve perfectamente dibujado el camino hacia la Estancia Nueve de Julio
(hacia el Noreste).
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Valerie Brownie de Gándara (a la iquierda) con Lis Solé recorriendo el amplísimo parque que rodea a la estancia. |
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