jueves, 26 de marzo de 2020

Los sueños de una Casona. Estancia "San Justo"



 “Una casa con dos galerías altas, una adelante mirando a dos palmeras: una atrás mirando a otras dos palmeras". Frente norte del palacio. De adelante y atrás es exactamente igual con una gran galería. 2019. Foto Lis Solé.

    “Una casa con dos galerías altas, una adelante mirando a dos palmeras: una atrás mirando a otras dos palmeras. Hace muchos años, cuando todos los árboles eran aún chiquitos, cuando en la familia había damas con faldas largas y amplias, de peinados con rodetes y rulos, señores de agresivos bigotes, la casa empezó a despertar: las sirvientas corrían de acá para allá, y todas las puertas se abrían y cerraban a la vez, los señores volvían del campo, las damas se disponía a tomar el té, llegaban los niños, hablaban de la ciudad lejana… De buenas a primeras se fueron todos. De tarde en tarde, se abrían tres o cuatro ventanas, se tendía una cama, se servía una mesa; el zaguán veía pasar la recia y solitaria silueta del Amo Viejo… después nada…”[1]  

LA VIDA RADIANTE

     Así empieza “La vida radiante” de María José Del Carril de Erdman, fiel reflejo de la historia de la casona de la Estancia San Justo de General Alvear, historias de llegadas y de abandonos. Su primer dueño fue Salvador María Del Carril[2], heredada por uno de sus hijos Pedro Ángel Del Carril[3], y luego por su hija Emma que se casa con Federico Erdmann, el Amo Viejo de la historia de María José.
     Dicen que la Casona fue construida en 1869, y aunque no se puede precisar,  viendo mapas y período de vida de su fundador puede ser cierta la fecha que coincide con  la creación del Partido de General Alvear[4].
     La historia de la casona, y debe ser por sus tantos años, se repite: constantes idas y venidas que sentaban sombras en las sillas y rondaban el piano que se oyó tocar hasta que las llamas devoraron San Justo allá por 1962…
     Por años estuvo abandonada y la casa, siempre esperando hasta que llegó el ferrocarril [5]y así, se abrieron otra vez sus puertas y ventanas, se repusieron los vidrios, las tablas a los pisos gastados y volvió a vivir… para después volverse a cerrar para recibir nuevamente otras familias… Así fue la vida de la Casona, idas y vueltas interminables donde “la casona rió y lloró varias veces, se volvió a empolvar y pintar”[6] pero al verla tal como está ahora, abandonada y gastada con los ocres del tiempo, fácilmente se aprecia que no ha dejado de soñar.


Escaleras de acceso. 2019.



Esquinas de la casa. Foto Lis Solé.




PALACIO SEÑORIAL DE PORTE CIUDADANO

    La casa principal de San Justo sorprende por su porte ciudadano y su señorial prestancia. Rodeada de monte, parques y construcciones, llena de sorpresa y curiosidad y parece como casi todas las estancias, salida de un lugar lejano. Inicialmente blanca, con puertas y ventanas verdes, después del gran incendio de 1962, el rosa que el tiempo y el sol han decolorado es su color de identidad.
     Su gran porte europeo, enorme, con las características galerías del campo rematan en balustradas blancas y escalinatas de mármol. Lujosa y confortable, la casa es igual de frente y atrás, a lo largo y a lo ancho. En el centro, una galería interna que comunica a las dos galerías exteriores para llegar al inmenso comedor, con una estufa y amplias ventanas por donde la vista se escapa a jugar en las arboledas. A la par, otro living, más íntimo y acogedor donde el Gran Amo escribía sus libros. De la galería interior, dos puertas se dirigen a las más de diez habitaciones gigantes donde la descendencia Del Carril, los angelitos rosados y celestes, dejaron huellas de pies descalzos. Pisos de baldosas coloradas que nos llevan a otros tiempos, otras realidades porque San Justo tiene la magia que hace sentir que el tiempo no es tal, que no somos simples mortales, que siempre hay algo más allá de lo cotidiano.
     Por fuera el parque, hermoso, soleado, con grandes boulevares donde se pierde la vista y el alma quiere correr… Ahí cerca, a un costado, la lavandería: una casita exactamente igual a la casa principal pero en miniatura, todo un detalle de delicadeza y excentricidad que engalana el parque, cuidado durante mucho tiempo por Segundo Ávila, vecino de General Alvear y uno de sus últimos parqueros.
    Por caminitos se va a una serie de edificaciones que no por ser secundarias tienen menor importancia y belleza, construcciones propias de las estancias dónde se pueden imaginar a los peones cuidando los caballos criollos orgullo de la estancia,  a aquellos arreglando los carruajes, haciendo leña, arriando los animales, con la efervescensia propia de los campos.
    Enfrente, una casa más chica con parque privado donde supo vivir Guillermo Adolfo Erdmann y su familia con un gran tanque australiano al lado, construido por el abuelo Adolfo para sus hijos. Su esposa, María José Del Carril, se instala en la estancia en 1937, ya con dos de sus siete hijos nacidos. Allí nacen los demás y la vida familiar transcurre apaciblemente en el campo con viajes de polvos y sueños al pueblo de General Alvear, con visitas de sus suegros paternos, Federico Erdmann y Emma Del Carril, y a sus padres Raquel y Víctor Celestino Del Carril.


Escaleras de entrada a la casona.
Se repiten de un lado y otro, con escalones de mármol. 2019.

Foto: Lis Solé.


PARQUE GRANDE DE HERMOSOS CAMINOS

     Siguiendo los caminitos que se alejan de la Casona, se accede a los garajes por un lado y por el otro a la herrería, la veterinaria, la matera y la cocina del personal. En el medio, un gran ombú que persiste y que se ve impresionante aún desde las fotos satelitales. Enfrente, otra vez parece escucharse el bullicio de la gente en la casa de los peones recorriendo sus galerías sombreadas y  la campana que anuncia la hora de la comida. Todo tiene su explicación en la casona ya que la cercanía de los peones determina su antigüedad porque en épocas de fundación, toda la población del casco de la estancia debía estar cerca para que en caso de ataques con los indios, se organizara rápidamente la defensa.
    Saliendo por una reja soñada, se va hacia el galpón de esquila, con doble piso que ostenta el nombre “Establecimiento San Justo” con la marca de la estancia y que alberga dos silos de material. Aún se puede sentir, casi sin esfuerzo, el olor a la oveja, los gritos de los esquiladores en la manga o en la bañadera, el tropel de ovejas asustadas.

ESTANCIA DE HANGAR Y AVIONES DE DON ADOLFO ERDMAN

    Cerquita, se ve un puesto donde vivió durante mucho tiempo la familia Gómez y, volviendo por el angosto camino, se pasa  por una simpática rotonda que lleva de la herrería, el monte frutal, y ahí nomás, el hangar. 
    Memoriosos alvearenses recuerdan el avión gris de Don Adolfo sobrevolando el pueblo cuando volvía de sus viajes a La Pampa, a Buenos Aires, o cuando venía de visitar a su madre Emma Del Carril que vivía en °La Porteña°, en Lobos. Como las pistas de aterrizaje se llenaban de vacas, los peones corrían a sacarlas cuando se escuchaba el motor del avión aunque más de una vez el choque contra una vaca caprichosa abolló un ala o desgarró una tela[7].
     

     La Casona ha visto muchas historias, muchas vidas, muchos ángeles, muchos amores y también espantos… Conoció de pasiones de los hombres, olvidos y miserias, pero sigue en pie, aguantando el curso de la vida… El viento canta para nadie en las galerías; la lluvia llora, la primavera sigue corriendo al invierno… La Casa Grande está en el parque con sus enormes cuartos vacíos, bostezando al sol, mostrando casi tímidamente, sus lágrimas de dolor[8].



[1] Del Carril de Erdmann, María José. “La vida radiante”. Grupo Editor Latinoamericano. Colección Temas. 1993.
[2] Salvador María Del Carril, 1783-1883. Fue el 1° Vicepresidente de la Confederación Argentina compartiendo fórmula con el Presidente Juan José de Urquiza Presidente, desde 1854 a 1860, época donde se crea el pueblo de General Alvear (1855). Fue Gobernador de San Juan en dos oportunidades y Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación nominado por Bartolomé Mitre.
[3] Pedro Ángel Del Carril  (1832-1902),
[4] General Alvear nace sobre las bases del Fortín Esperanza (1853), donde se crea el Pueblo Esperanza en 1855. El 22 de Julio de 1869 se crea el Partido de General Alvear con tierras pertenecientes a Saladillo, Tapalqué y Las Flores.
[5] El ferrocarril llega a General Alvear en 1897.
[6] Del Carril de Erdmann, María José. “La vida radiante”. Grupo Editor Latinoamericano. Colección Temas. 1993.
[7] Del Carril de Erdmann, María José. “La vida radiante”. Grupo Editor Latinoamericano. Colección Temas. 1993.
[8] Testimonios de Guillermo Adolfo, Víctor Federico “Torico” y Julieta Erdmann. Comunicación Personal. 2017.

Sodería Fittipaldi


Cajón  de madera de la Sodería Fittipaldi con sifón de vidrio con leyenda punzonada que dice "Fábrica de soda F.A. Fittipaldi".

Hay negocios alvearenses que han perdurado en el tiempo manteniendo las puertas abiertas y siendo por su misma permanencia, íconos en la historia del pueblo como es el caso de la “Sodería Fittipaldi”, empresa familiar de más de 120 años de antigüedad y que enlaza el crecimiento y progreso del pueblo, la vida familiar y social porque: ¿Quién no tomó soda en sifón, o un buen vaso de Coca Cola o Cerveza fría comprados en lo de Fittipaldi?
La Sodería se abrió en 1897 y desde 1905, es representante de la Cervecería Quilmes y la Coca Cola, proveyendo al pueblo por más de 100 años y en vigencia con el nombre de “Distribuidora Fittipaldi” a cargo de Edith Beatriz Fittipaldi de Márquez.

COMIENZA LA HISTORIA EN 1897. FRANCISCO FITTIPALDI

La historia de la Sodería comienza en Italia en 1875, cuando Francisco Antonio Fittipaldi llega a la Argentina junto a sus padres y su hermana Rosa instalándose primero en Tapalqué para venir a General Alvear ya casado con Amelia J. Rodríguez y con una futura y larga prole bien italiana de nueve hijos: Vicente Antonio, Juan María, Ambrosio, Cristina, Floro, María Angélica, Mateo Ernesto, Onofrio Raúl y Carlos Alberto Fittipaldi.
En 1897, funda la primera fábrica de refrescos y soda en Alvear en la esquina de Carlos Pellegrini y Roque Pérez donde venden la Naranja Biltz y fabrican “el refresco de la bolita”, una bebida que se elaboraba con jarabe, ácido líquido, esencia de naranja o limón y agua de azahar.
En 1905, cuando Francisco obtiene la concesión de la Cerveza Quilmes, se instala en la tradicional esquina de Carlos Pellegrini y Lavalle vendiendo los populares Vinos de Mendoza de las Bodegas Giol y Dumit y el dulce vino de San Juan de la Bodega El Globo.

Empresario con todas las letras, pronto amplía el ramo elaborando grandes barras de hielo tan necesarias para enfriar las bebidas pero también lavandina, velas, jabón y… ¡líquido insecticida! Su espíritu progresista y laborioso no descansa y agrega cada día una novedad para el floreciente General Alvear de las primeras décadas del 1900, siendo uno de los primeros depositantes de la Sucursal Banco de la Provincia de Buenos Aires cuando se abrió en 1912.
La Empresa familiar crece, y tal como figuran en boletas de 1916 a 1921 hacían pozos semisurgentes, vendían arena, cal y piedras para cordón, cuadrada, martelina, adoquines, umbrales de todas dimensiones, cal viva de Sierras Bayas y de Loma Negra, como así también tejidos de alambre, y además, son mayoristas de Frigoríficos SWIFF, Harinas La Blanca y Armour, lácteos de Melano y Pettiggiani entre otras mercaderías aunque siempre manteniendo la fabricación de soda y venta de bebidas.

PROVEEDORES YA AMIGOS

La Sodería se ampliaba constantemente aumentando la cantidad de tubos de ácido carbónico con el que se gasificaba la soda, gran cantidad de cajones y sifones que proveía la Empresa de Eduardo Santambrigio y uno de los hijos de Francisco, Vicente Antonio, será el responsable durante muchos años de la Contaduría.
Hubo empresas que comercializaban con los Fittipaldi trascendiendo generaciones y una de ellas, es la empresa Eduardo Mortz al que le adquieren el gasómetro y un pie simple para la llenadora de sifones reflejándose en los libros y los negocios con otras empresas minoristas como las de Pedro Nomdedeu de “Casa Nomdedeu”, Manuel Díaz Arias de “La Vencedora”, Evaristo Ortiz de “Cas Ortiz” y Antonio Pessotano.
El hielo era muy usado en esa época para la refrigeración y conservación de los alimentos y se transportaban las pesadas y frías barras al hombro colocándose en bateas para enfriar las botellas o mantener la carne. El agua, material esencial de la Sodería y fábrica de hielo, se extraía con un alto molino que estaba ubicado en el predio del Prado Español y a partir de 1942, del terreno de su propiedad ubicado en la Av. Perón y Monti lugar donde constantemente entraban y salían los carros de reparto tirados por caballos.
Hasta 1956 los cajones fueron de madera. Desde 1957 a 1959 no han quedado sifones y los cajones son de alambre. En ese período la fábrica estaba a nombre de Adelina Iocco de Fittipaldi.
El sifón con cabeza de plástico fue incorporado en 1975 hasta su venta en 1984; siempre fue con cajón de alambre.
En 1984, después de su venta a la firma Giavino y Tortelli el sifón lleva malla de plástico y cajón de alambre.Con Mario Álvarez la Soda Fittipaldi usa sifón de plástico con cajón también de plástico.


FALLECE FRANCISCO FITTIPALDI

Al fallecer Francisco Fittipaldi, en 1947, se hace cargo de la Sodería su hijo Floro que la compra a la Sucesión el 20 de Octubre de 1949, con todas sus instalaciones e implementos y junto a su hermano Juan María Fittipaldi y su sobrino Níver César Pinciroli, conforman la sociedad. Níver, en ese entonces de 17 años y proveniente de Lobos, llega por “tres meses para probar” quedándose en el negocio por 65 años.
Al hacerse cargo del negocio Floro Fittipaldi, -que se había casado con Adelina Iocco el 6 de abril de 1911-, se realiza en el Libro Inventario, una prolija descripción ordenando tal como lo hacía su padre las “Mercaderías, Muebles y Útiles e Instalaciones, Maquinarias, Herramientas, Envases y Semovientes”.
En una lista larga de “Muebles y Útiles” llama la atención la existencia de un tanque para hacer lavandina de 1.000 litros, tanques de hierro galvanizado de 500 y mil litros “de éter”, una máquina de hacer jabón y encorchar botellas. Para la fabricación de la soda, la fábrica contaba con un pie llenador tapa corona, una saturadora Nº 1, 4 tubos nivel de agua máquina saturadora y una saturadora “Geret” semicontinua con un gasómetro para llenar los sifones y un pie llenador de sifones, robinete del pie llenador de sifones, un motor “Petter” 8hp, motor “Aster” 5hp a nafta y un motor eléctrico.

MÁS DE 2.000 SIFONES

Para esa época, la Sodería ya poseía 2.000 sifones, 40 cajones para 12 sifones de ¾, 30 cajones para 6 sifones de ¾ realizando venta mayorista en el local o distribución puerta a puerta, acción que hacían los repartidores José Molina y J. M. Pichirilo en dos jardineras tiradas por caballos y más modernos, con un pequeño tractorcito con acoplado siendo Carlitos A. Díaz el último que hizo el reparto en ese tractor.
Sifón de vidrio con cabeza de plástico
 de "Sucesores de Floro Fittipaldi".
Fotos de sifones
gentileza Guillermina Pinciroli.
  


FALLECIMIENTO DE FLORO

En el año 1953, se retira de la Sociedad Juan María Fittipaldi y Floro fallece repentinamente el 8 de Marzo de 1956 a los 47 años. En el diario local El Independiente del 11 de mayo de 1956, el Club Unión Empleados de Comercio publica que el pueblo de Alvear, “pierde con su desaparición, uno de sus más entusiastas colaboradores”, ya que fue socio fundador, y desempeñó el cargo de presidente de la Comisión Directiva. Las Autoridades del Club destacan que ha sido un “...prestigioso hombre vinculado al comercio e instituciones sociales y deportivas de nuestro pueblo” y que “su desaparición ha conmovido profundamente” a la sociedad alvearense.
Sin Floro, la Empresa continúa a nombre de su viuda Adelina Iocco, su hija Edith Fittipaldi y Níver Pinciroli trayendo toda clase de bebidas: vino moscato y sidra “Pángaro”, “Indian Tonic Biltz”, “ Naranja Bilz”, Cinzano, Hesperidina, Cogñac “Emperador”, “Tres Plumas”, ”O. Dupuy,” ginebra “Bols”,Caña “Legui”, “Garufa”, “Que Paisano”, “Pecho Colorado”, Caña Quemada “Chissotti”, Anís “Ocho Hermanos”, Grappa “La Mendocina”, licor Pantón, granadina, Naranja “Neuss”, distintas marcas de whisky y vinos.
¡Quién diría de tantas bebidas y productos que han sido distribuidos por años por la Casa Fittipaldi! En 1958, anexan la venta de mercaderías al por mayor así que fue necesario la construcción de un depósito en la calle Lavalle incorporando el Fernet “Visconti”, laGrappa con miel “Firpo”, el guindado ”Alto Valle”, los aperitivos “Pineral”, “Bitter Padilla” y naranja “Sacic”, el vino oporto “Pángaro”, las preciadas petacas de Whisky “O. Smuggler” y también sal fina, pasas de uva, paté de foie “Swiff”, caramelos y pastillas “Renomé”, café Orquídea, caramelos “Mariló”, jabón “Magistral”, tarros de flit, galletitas “Bésame” y “Manón” de Terrabusi, harina “Blancaflor” y aceite “Cocinero”.

BEBIDAS DE TODAS CLASES

¡Cuántos recuerdan a Rodolfo Bruno, chofer del camión Fargo Diesel del 62! Él trae en interminables viajes a Buenos Aires los vinos “Donati y Zumuva” y la Yerba “Flor de Lis” y a partir de 1963, la Naranja “Crush”, la Cascarilla, el aperitivo “Xerez Quina Ruiz”, el agua tónica “Cunnington” entre tantos otros productos. En 1965 distribuían los vinos Fragata, Cuyo, Carrodilla, Trapiche, Pico Rojo, Termidor, Grenier, Sidra Real, cerveza Bieckert y agua mineral Villavicencio además de los diferentes vinos que se traían en botellas ¾ y damajuanas de 5 y 10 litros.
En el inventario de 1970, el parque automotor ya no es un solo un “sulky con aperos” sino que se han incorporado un camión Dodge DP 500, una camioneta Dodge, un camión Bedford con acoplado Koller, y un camión Mercedes Benz 1114 abriéndose La Ferretería con venta de repuestos para el automotor.
En 1971, la empresa adquiere un acoplado Lamopi y en el año siguiente una camioneta Chevrolet pintada de roja por ser distribuidores de Coca Cola, camionetas que todos recuerdan pasar haciendo el reparto aún después de cambiar de dueño.
Adelina Iocco fallece pero la Sodería queda en la familia hasta que, en 1984, se vende la Fábrica de Soda a los Sres. Carlos Giavino y Juan Carlos Tortelli, conformada por la totalidad de los sifones que se encuentran en existencia con la marca Soda Fittipaldi y las maquinarias siendo sus empleados Pedro Giavino, Carlos José Ortiz y Mario "Clavito" Álvarez.

SIGUEN EDITH Y NÍVER

Níver y Edith continúan al frente de la Casa Fittipaldi hasta el año 2008, con la distribución de vinos, gaseosas, agua mineral, cerveza Quilmes, jugos, y la ferretería y anexos que a partir de esa fecha, disuelta la Sociedad con Níver, continúa a cargo de Edith Fittipaldi y su hijo Germán Márquez.
¡Quién diría tantas bebidas y productos que han sido distribuidos por años por la Casa Fittipaldi! ¡Cómo no recordar el golpeteo de los cajones al bajarlos en cada casa y el grito del sodero y el entrechocar de los sifones de vidrio! ¡Cómo olvidar las corridas a lo de Fittipaldi para encargar las bebidas para bailes y encuentros!
Casi sin slogan, la Casa Fittipaldi ha estado siempre junto al Pueblo con responsabilidad, acompañándolo en las Fiestas y en las mesas de cada día. Casa Fittipaldi, la empresa que desde hace 122 años, sigue presente en la historia del Pueblo.


 Sodería Fittipaldi con el carrito distribuidor donde se lee "Quilmes". A la derecha: Edith Fittipaldi con su hijo Germán Márquez junto a uno de los camioncitos distribuidores.

EMPLEADOS DE LA SODERÍA FITTIPALDI
Si bien algunos nombres se han perdido, en los libros de empleados de la Firma  figuran las siguientes personas: José Derqui, Moreno; Tabernia; Porta; Vicente Antonio, Juan María, Floro, Mateo Ernesto y Onofrio Fittipaldi; José Molina; J. M. Pichirilo; Pedro Pascual Del Valle; José Miguel Leiva; Raúl Oscar Puccitelli; Félix Nicolás Mangudo; Andrés Oscar Zamudio; Rodolfo Domingo Bruno; Alberto Oscar Fregeiro; Ernesto Oscar Garrocho; Carlos Alberto Díaz; Raúl Oscar González; Ernesto “Bumbún” Escande; Roberto Ermando Posse; Jorge Omar Villarruel; Ramón Gabriel Córdoba; Luis Antonio Zuazúa; Rubén Roberto Fernández; Carlos José Ortiz; Ricardo Ismael Suárez; Blas Macedonio Aguirre; Jorge Abelardo Almendros; Eduardo Rubén Cañas; José Luis Deleris; Osvaldo y “Filucho” Mangudo; Alejandro Ignacio Adorno; Manuel Ángel Burgos; Enrique "Negro" Ardiles; Mario Peralta y Héctor Martínez.

Frente del Banco Provincia original. A la izquierda, Ambrosio Fittipaldi en su carro de la sodería.
Foto gentileza Luis Fittipaldi.

NOTA: Este artículo se hizo realidad gracias a la colaboración de la familia Fittipaldi y el aporte de datos de María Guillermina Pinciroli.

Fuentes:

1. Llantada de Márquez, María Isabel. Fortín Esperanza, Hoy General Alvear. Apuntes para su historia. Editorial Hobby C. e I, Edición 1969.
2. Archivo Privado “Casa Fittipaldi”. Libros contables: Libros Inventarios Nº 1,2 y 3, Libros Diario Nº 1,2 y 3, Registro de Empleados, Libro Mayor N.º 1, 2 y 3 desde 1931 en adelante.
3. Diario El Independiente. 11 de marzo de 1956.
4. Archivo de la Sociedad Española.
5. Sucesores de Floro Fittipaldi, 108 años de servicios. Diario la Mañana. 11 de febrero de 2004. Página 9.


Marqués de Olaso



 
Frente del Castillo "San Salvador del Valle" con caminos de arenilla blanca y rosales. Circa 1930. Foto Gentileza de Ignacio y Luis Olaso.

    Todos los pueblos de Buenos Aires se parecen y han nacido como fortines, estancias o cantones entre indios, criollos e inmigrantes pero Alvear tiene una característica única: es tierra de marqueses en las figuras de don José Rufino de Olaso y de la Puente (1839-1914) y su hijo, don Luis de Olaso y Madaria (1887-1947). Marqueses como los de los cuentos con títulos y honores, otorgados en este caso por el Papa Pío X, “a hombres y mujeres extraordinariamente destacados en el servicio a la Iglesia y a la fe católica”, honor doble ya que además, al considerar la conveniencia, méritos y dignidad de su hijo Luis se aprueba la continuación del título.

 UNA HISTORIA MUY LARGA DE CONTAR…


José Rufino de Olaso (1839-1914)

    La historia comienza en 1850 cuando José Rufino Olaso llega con su hermano Julián a Argentina, provenientes de “San Salvador del Valle”, pueblo vasco que hoy lleva el nombre de “Trápaga” o “Trapagarán”. Con una tropa de carretas se dedican al comercio viajando por los peligrosos campos de General Alvear en épocas de malones. Se instalan en un principio en Lobos y en Navarro aventurándose más allá del Río Salado, hasta Saladillo y el Pueblo Esperanza, con almacenes de Ramos Generales.
    Cuando en 1856 se nombran a los primeros propietarios de solares distribuidos por Juan Agustín Noguera, Julián Olaso recibe los solares que se encuentran hoy en Hipólito Irigoyen y Sarmiento donde construye su casa y el almacén, lugar que donan en 1931 para la construcción de la actual Parroquia “San José”.

 JOSÉ RUFINO OLASO EN LOBOS

    En Lobos, José Rufino de Olaso vive a continuación de su almacén a una cuadra de la Plaza Principal, cerca de la casa de José Martí donde se reúnen para crear en 1867 la Sociedad Española de Socorros Mutuos siendo su socio fundador y Primer Presidente además de cofundador del Banco Provincia.

 FUNDACIÓN DE LA ESTANCIA “SAN SALVADOR DEL VALLE”

     En 1875, compra y funda en General Alvear la estancia “San Salvador del Valle”, mismo nombre que el de su pueblo natal, propiedad de 10.800 hectáreas que mantiene la familia hasta la expropiación de 1959. En el centro, construye una enorme casa fortificada por el latente temor de los malones, un casco según planos dibujados por su amigo el ingeniero Luis A. Huergo.
   El establecimiento tenía como casi todas las estancias antiguas, forma de U con una reja que cerraba el frente, característica forma de los establecimientos rurales de antaño con el fin de guarecer los pobladores en caso de invasiones indias. En el centro de la casa principal, se erguía un “Mirador” que le dio el sobrenombre conocido por todos. Desde esa torre, se podía observar los alrededores de la estancia aún por encima de los boulevares de eucaliptos y de la hermosa capilla, lugar de encuentro y evangelización de toda la región, sitio obligado de Misas, Retiros, Misiones, Casamientos, Bautismos, Comuniones y Confirmaciones durante más de 100 años.
    La estancia se autoabastecía: carnicería, panadería completa, galpones de esquila y de cría de caballos y toros, casa de los peones, matera, molinos, herrería, talleres, tambo, escuela, silos y todo lo necesario para vivir en el campo sin llegarse a la ciudad.

 “MAL QUE LE PESE A ALGUNOS, OLASO POBLÓ GENERAL ALVEAR”

    Tal como afirman muchos de los descendientes de los empleados de la estancia, “Olaso pobló General Alvear” con otros vascos y sus familias que se quedaron para siempre en el pueblo al que dieron sus apellidos característicos: Iribertegui, Monchico, Larrieta, Gurbista, Astaburuaga, Langoni, Azulabarrena, Quincoces, Salcedo, Artola, Zapiain, Garachena, Muniosguren, Ortiz, Castaños y tantos otros inmigrantes que solos o con familias encontraron trabajo por generaciones en estas tierras.

EL ÚNICO HIJO, LUIS DE OLASO Y MADARIA, II MARQUÉS DE OLASO

    A partir de 1920, su hijo Luis, II Marqués de Olaso, “moderniza” la estancia: se levanta el hangar de los aviones y la pista de aterrizaje que usaba Luis de Olaso, su familia y amigos cuando venían de Buenos Aires, se construye el patio andaluz posterior, se anexa la cocina y dependencias traseras y se cierran las galerías características de las estancias camperas quedando al frente un majestuoso hall de entrada.
    Sobre el camino real se construye el portal de entrada y la Escuela N°15 con una prolongación del boulevard atravesando el campo, camino recorrido infinitas veces por los alumnos y vecinos de la Colonia San Salvador del Valle. Luis Olaso y sus hijos construyen nuevos puestos para los empleados incorporando mejoras en cuanto a la producción, el trabajo rural y la educación de los chicos del paraje encargando a la docente Martha Tagliani de Ormaechea las gestiones necesarias para que la escuela sea reconocida oficialmente lo que se logra a partir de 1957. El edificio, de hermosa arquitectura española, es ícono de la actual Colonia “San Salvador del Valle” declarado en 2016, Patrimonio Histórico de la Provincia de Buenos Aires al igual que las demás instalaciones.

 JOSÉ RUFINO OLASO, ALCALDE Y BENEFACTOR EN SU PUEBLO NATAL

    Cuando volvió a España, José Rufino de Olaso es elegido Alcalde de “San Salvador del Valle”, se encarga de arreglar las cuentas públicas y engrandecer a su pueblo “dándole postín”… a sus expensas; con el dinero propio o de su familia construyó el Palacio Olaso que hoy es la Casa de la Cultura del Valle de Trápaga, erigió un nuevo ayuntamiento, un cementerio, una iglesia y dos escuelas sobre terrenos propios, todo construido rápidamente a excepción de la iglesia que inauguró en 1936 su hijo Luis.
    La relación de José Rufino y su hermano con Argentina quedó plasmada en el cargo que ambos ostentaron para representar a este país, el primero como vicecónsul y el segundo como cónsul de la Argentina en Bilbao. Durante su gestión, lograron que la Fragata Argentina “Sarmiento” recalara en el puerto de Bilbao durante el mes de junio de 1902. Fue un gran acontecimiento para indianos y bilbaínos siendo especialmente emotivo el acto de imposición del nombre de Buenos Aires a una de las principales calles de la ciudad como síntoma de hermandad y de las buenas relaciones con la capital de Argentina.

 JOSÉ RUFINO, PADRINO DE LA IGLESIA SAN JOSÉ DE GENERAL ALVEAR

    Católico ferviente, José Rufino fue padrino de la Iglesia San José de Gral. Alvear en la colocación de la Piedra Fundamental en 1900 lo mismo que su hijo Luis en 1932. En 1902, se escribe en España una biografía sobre la ilustre vida de José Rufino de Olaso, en donde se apunta el hecho de “haber regalado una hermosa campana a la Iglesia” a General Alvear, esa campana que suena cada día en nuestro pueblo trayendo pensamientos que corren hacia lo bueno, y fue Olaso quién la obsequió.

    Su familia continuó su obra, y aún hoy sus descendientes mantienen abierto el corazón hacia la República Argentina porque tal como él escribe, es la tierra “a la que cada día amo con afecto más entrañable y a la que considero con orgullo como mi segunda patria, hasta el punto de no poder precisar cuál de las dos patrias me es más querida”. (Olaso, 1902).
Realmente, un personaje para recordar acá y en España.
Jorge Ormaechea y el capataz Puig en 1950 frente a la entrada de la estancia.
Foto gentileza Martha Tagliani de Ormaechea.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Pueblo de Estación. Estación Micheo de General Alvear



Estación J. M. Micheo. 2015
    En el ideario general y particular los nombres de pueblos y estaciones pertenecen a la historia de la Patria Chica siendo bien conocidas en General Alvear las estaciones Micheo y Emma, estaciones que refieren parajes y comunidades. Sin embargo, en el diario La Semana de Saladillo del 9 de marzo de 1924, se hablaba de nombres de estaciones ferroviarias donde aparecen apellidos que “no tienen derecho a figurar en la geografía argentina” situaciones históricas que se repiten en nuestra argentina donde se intenta desprestigiar a ciertos sectores casi sin saber por qué motivos, situaciones que hacen mucho mal al argentino porque al negar parte de la historia, se queda sin raíces y sin el orgullo “de ser” pasando al desarraigo y al desamor nacional.


 LOS NOMBRES DE LAS ESTACIONES FERROVIARIAS

    Y bien vale este ejemplo de 1924 que involucra al paraje, estación y pueblo “Micheo” de General Alvear. Sucedió que el Ministerio de Obras Públicas de la Nación de ese momento, Dr. Eufrasio S. Loza , dictó una resolución por la cual se disponía que la “Dirección General de Ferrocarriles debía proceder a la revisión general de los nombres de las estaciones ferroviarias de todas las líneas del país con excepción de lugares de ciudades o países, próceres u hombres públicos de actuación destacada y notoriamente reconocida, y elevará una nómina de los que a su juicio no encuadren dentro del concepto enunciado en el primer considerando de la presente resolución, proponiendo a la vez a aquellos con que puedan sustituirse, debiendo igualmente recoger los informes necesarios acerca del nombre primitivo del lugar en que se encuentran ubicados”.

 EL ORIGEN DE SUS NOMBRES

    En el preámbulo de la resolución, el Dr. Loza expresaba que “la designación de las estaciones ferroviarias con nombres de personas, había que exhibirlos a la consideración del país” ya que no ameritaban su consagración histórica. Dentro de este concepto el Dr. Loza expresaba que no era justo que aparecieran los nombres de “personas sin mérito alguno” a la par del nombre de los próceres y demás personalidades que por su destacada actuación en las diferentes actividades de la vida pública o en las no menos meritorias de su actuación en bien de la humanidad.
    Loza decía que personas sin los bastantes méritos para merecer ese alto honor y distinción, llevaban el nombre de lugares con “el inconveniente que se agrava aún más si se tiene en cuenta que en general el nombre de la estación trasciende el pueblo mismo que se forma alrededor como consecuencia lógica del impulso que ella significa para el progreso y adelanto de la región o de la localidad en que quede establecida”.

 CUESTIONANDO LOS NOMBRES DE ALGUNAS ESTACIONES

    Añade el ministro que subaltenizando el concepto, se ha llegado a veces a designar ciertas estaciones con el nombre de personas que sin más fundamento ni antecedentes que el de haber donado el terreno que estén ubicados aquellos, sin reparar siquiera es que, frecuentemente, ese procedimiento extraño a una mera especulación comercial del donante, por la valorización del excelente de su propiedad y que, por ello, ostentarse un título de reconocimiento público. Y más abajo remata: “Es obra de sano patriotismo mantener en el sito nivel que corresponde, la conmemoración tributada justicieramente a nuestros grandes hombres como meritorios servidores del país, evitando que se encuentren colocados en la misma línea otros que no revisten las cualidades necesarias para perpetuarlos”.

 LA ESTACIÓN “MICHEO” DE GENERAL ALVEAR.

    En General Alvear, hay una estación “que entraría” dentro de esa propuesta de Loza y sin intentar ser defensor del ausente, bien vale investigar por qué Micheo lleva ese nombre para poder decir con conocimiento y no arbitrariamente, cuál es el peso de esa personalidad en la historia alvearense.

  ¿QUIÉN ERA JOSÉ MARÍA MICHEO?

    La estación Micheo se refiere a José María Micheo Gamio, español, nacido en 1822, comerciante en una casa de Ramos Generales de Lobos y que fallece en 1871 de fiebre amarilla. En 1867, con la llegada del cólera, los españoles de la ciudad de Lobos fundaron dos sociedades de socorros mutuos para los compatriotas que en su mayoría no tenían familias ni recursos.
    José María Micheo junto a Francisco Terán fundan la “Excelsa Fraternidad Ibérica de Socorros Mutuos”, sociedad de iguales objetivos que la “Asociación Española de Socorros Mutuos” fundada por el marqués José Rufino de Olaso. Ambas sociedades tenían las loables inquietudes de acompañar a los enfermos, ayudarlos a viajar a su patria, proveer de medicamentos y asistencia médica, costear entierros y subvencionar a las familias de los fallecidos en epidemias de fiebre amarilla, cólera y viruela entre otras. Activista político, participó en las elecciones municipales de Lobos en 1867 como candidato por los “Retrógrados”.

 MICHEO, INTEGRANTE DE LA COMISIÓN PRO FUNDADORA DEL TEMPLO “SAN JOSÉ”

    En el año 1932, la Iglesia de Alvear todavía no estaba construida así que una comisión integrada por caballeros, retomaron el sueño de 32 años atrás, colocaron la Piedra Fundamental de la obra. Dicha comisión se designó “Comisión Pro Templo de General Alvear” y su presidente fue justamente José María Micheo Puig que siguió tras la tarea comenzada por su padre José María junto a Pedro Robles, Pedro Del Carril, José Rufino de Olaso, Urbelina T. C. de Carman, Carmen Herrero de Micheo, Estanislada Melo de Mackay. Martina C. de Ortiz. Rufina V. de Sollano. María Luisa C. de Giribone, Luis de Olaso y María L. de Mathet.

 EL ALTRUISMO DE LA FAMILIA MICHEO

    Micheo tuvo dos hijos: José María Micheo Puig que contrae matrimonio con Carmen Herrero Pellicer, y doña Carmen Aureliana Micheo quién fallece en 1952. Doña Carmen Aureliana Micheo construye totalmente y de su peculio, el Colegio Carmen A. Micheo de Gral. Alvear, Bs. As., institución que se inaugura en 1937 con la Congregación de las Hermanas del Niño Jesús. En 1955, la Sra. Carmen Herrero de Micheo continúa la obra de su cuñada, costeando la construcción del Salón de Actos y los baños del mismo Colegio. 
     Cuentan los anales del Colegio religioso que “la Señorita Carmen A. Micheo, guiada por sus principio profundamente cristianos y caritativos, quería destinar parte de su patrimonio a construir un colegio para la educación de los niños”.
      La estancia de Micheo, de unas nueve mil hectáreas, rodeaba a la estación donde se formó un pequeño pueblito que, en 1939 llegó a tener 1.257 habitantes con una casa de hospedaje que pertenecía a Fernando Barbalarga y el almacén de Ramos Generales de Pedro J. Nomdedeu que proveía de combustible con un surtidor de nafta “Energina”. Seguro que humanamente, José María Micheo pensó en mejorar el precio de su tierra al negociar con los ingleses y ceder parte de su propiedad, pero dio vida y trabajo a más de una familia alvearense que se asentaron en sus campos o alrededor de la estación durante muchas décadas, siendo sus descendientes activos contribuyentes en obras en beneficio de General Alvear.

 LA CONVENIENCIA DE EXPLICAR EL SIGNIFICADO DE LOS NOMBRES

    Tal como dice Loza, aunque no en el sentido que él pregonaba, realmente sería conveniente “que al pie del nombre de cada estación se coloque una inscripción que en forma sintética explique su significado u motivo de su designación, como un medio indispensable para que el público se ilustre del hecho histórico que simboliza o de los méritos de la personalidad que se consagre”. Quizás, la decisión de Micheo de “donar” modificó la vida de mucha gente y gracias que sucedió en General Alvear, porque dio la posibilidad a varias generaciones alvearenses para que progresaron junto al ferrocarril. La muerte de las vías, dejó grandes frustraciones y actualmente, hay muy pocos habitantes en Micheo.
    La resolución propuesta por el Ministro Loza -que quizás no conocía la importancia de los parajes ferroviarios en los pueblos de la provincia y por eso la generalización del concepto-, no se puso en práctica y Micheo mantuvo su nombre originario: valgan estas cortas líneas para reflexionar y determinar si el pueblo realmente merecía y merece recordar a la familia Micheo a través del nombre de su fundador.


José Maria Micheo Gamio (1822-1871)
Foto gentileza de Carlos Quiroga Micheo.

 Fuentes:

 - Texto medalla de Colocación de la Piedra Fundamental Iglesia San José, Gral. Alvear, 1900.
- Guindani, José. Estudio de dos sociedades. Sociedad Española de Lobos. Lobos. 2006.
- Anuario Kraft, Provincias y territorios. 1929. - Archivo Colegio Carmen A. Micheo

domingo, 22 de marzo de 2020

Colonia "El Fortín" de General Alvear, hoy Colonia "Fortín Esperanza"


Colonia “El Fortín” de General Alvear 1939. Foto gentileza del Sr. “Monchi” Porta y Sra.

UNA FOTO HISTÓRICA

    Cuando aparece una imagen como esta es difícil sustraerse al encanto. No hace mucho andaba por el pueblo buscando una foto de la Colonia San Salvador del Valle y así llegué a ésta. La recibí casi con desilusión porque no era lo que yo esperaba. ¡No conocía a nadie! Pero debajo se leía “Colonia El Fortín G. Alvear 1939”, así que supuse que eran colonos de la Colonia Fortín Esperanza, de mi Colonia, donde yo nací.

    No coincidía el nombre porque se leía bien claramente “Colonia El Fortín” pero supuse que quizás el fotógrafo apurado y falto de espacio podría haberlo omitido. Al otro día, fui a visitar a mi vecina Polola Martínez de Wallace quién reconoció inmediatamente a su papá Victoriano Martínez adjudicado con el lote N° 10 en 1939.

A TRATAR DE IDENTIFICAR PERSONAS…

    Así que salí a recorrer otras vecinas de la Colonia: Magdalena Pérez de Zappacosta (Lote 3 D), Isolina Restagno de Pérez (Lote 3 C) y la “Negra” Capra (Lote 7) todas hijas de Colonos que me ayudaron a identificar a sus padres y demás personas de la imagen. De izquierda a derecha se ven a Eusebio Balda, Luis Marano, Pedro Capra, Eduardo Capra, Fausto Quincoces, Fermín Qüin, Manuel Pacho, José Balda, Juan Sararols… Arriba alto se ve a Isidro Martínez, adelante, Nazareno Mengarelli, Domingo Sivero, Avelino Gómez (el “Portugués), Mingo Sivero, Victoriano Martínez; el que tiene el acordeón en la mano es el Sr. Bavio, el administrador de la Colonia y representante del Instituto Autárquico de Colonización; al lado, Luis Restagno; de camisa blanca Ramón Balda; al lado de la guitarra: Bernardino Rípodas y el primero de la derecha es Víctor Merino… Igual, hay unas cuantas personas que no pudimos identificar.

LA PLACA DE LA PLAZA PRINCIPAL

    ¡Cuántas fechas que se pierden! ¡Qué importante el revisionismo histórico que modifica constantemente lo que se considera verdad! Y la verdad es que la colonia “Fortín Esperanza” no existe con ese nombre. Según consta en la placa recordatoria que se encuentra en la Plaza Principal de General Alvear, la colonia fue creada el 23 de octubre de 1938, colonización realizada sobre los campos de la estancia “La Paulina” de Luis de Urquiza que fueran declarados de Utilidad Pública en 1929, cuando se hizo la ampliación del ejido de Alvear. Allí, en un monolito sobre la calle San Martín, queda plasmado el homenaje a las Bodas de Oro de la Colonia Fortín Esperanza. Una placa pequeña de bronce me llamó mucho la atención; allí dice: “Los Colonos de San Salvador del Valle a la colonia Fortín Esperanza, su hermana mayor, en sus Bodas de Oro 1938-1988”. La palabra “hermana” es determinante de la identidad y pertenencia de los integrantes de ambas colonias.

    Es que no hay diferencias entre los colonos aunque provengan de diferentes lugares y tiempos: compartieron las mismas luchas, sacrificios, alegrías, inundaciones, sequías, épocas de abundancia y esperanza, pero también de desazón y escasez. La solidaridad y unión de la gente de campo siempre está presente, dispuesta para compartir bailes y reuniones, pero también enfermedades y épocas malas.

OTRA PLACA DEL INSTITUTO AUTÁRQUICO DE COLONIZACIÓN

    En otra placa se lee: “Ésta es la mejor prueba del éxito alcanzado con la acción del ex Instituto Autárquico de Colonización de la Provincia de Buenos Aires que en seis años fundó en distintos lugares de la provincia 16 colonias en 132.218 hectáreas. Cada una de ellas, como ésta, constituyen núcleos destacados de actividad y progreso. Es la mejor demostración del resultado de un ensayo lamentablemente desaprovechado. General Alvear. 1938- Octubre 23- 1988”.

    ¡Y cuántos significados pueden darse a esa palabra “lamentablemente” escrita en el bronce y en tantas generaciones de colonos! El mensaje con el que el Poder Ejecutivo acompañó al proyecto de Ley decía que era “un ensayo”, mensaje repetido por la comisión respectiva de la Cámara de Diputados y el Ministro de Obras Públicas. El Instituto proporcionó al proyecto todos los atributos de una empresa comercial autónoma con base dotal y quienes estuvieron en su creación, aseguran y tal como dice la placa de la Plaza General Alvear, que no se aprovechó ni mantuvo la experiencia a pesar de que fue catalogada como la “mejor obra de colonización que se conocía por la sencillez con que se había implantado y la economía con que funcionaba” (Ibarbia, 304).

¿CUÁNDO LA COLONIA “EL FORTÍN” PASÓ A LLAMARSE “FORTÍN ESPERANZA”?

    ¿Cuándo la Colonia “El Fortín” pasó a llamarse “Fortín Esperanza” para quedarse para siempre en el ideario popular? ¿Quizás la misma Esperanza de los vecinos de 1850 que promovieron la construcción del Fortín Esperanza pensando en un futuro de paz, trabajo y progreso? ¿Quizás haya sido la esperanza que tuvieron los primeros habitantes de General Alvear en 1855 cuando solicitaron la creación de un pueblo?

    La colonia fue creada más de 80 años después de la fundación del pueblo durante la gobernación del Gobernador Manuel A. Crespo perteneciente al Partido Conservador, siendo Intendente de General Alvear, el Comisionado Tomás E. Wallace. En el archivo de Geodesia, se encuentran tres volúmenes en donde se detallan las Obras Públicas realizadas en los “Cuatro años de Gobierno 1936-1940. Colonización. Dirección de tierras, agricultura, ganadería e industrias”.

EL MAPA DE LAS COLONIAS DEL MINISTRO FRESCO

El mapa de la Colonia “El Fortín” está fechado en 1° de febrero de 1939, fecha que no coincide con la del monolito ni tampoco con la Revista del Centenario de Alvear de 1969, que fija la creación de la Colonia en 1930 -cosa imposible porque el Instituto de Colonización recién fue creado en 1936 por Decreto N° 27 y por iniciativa del Ministro de Obras Públicas José María Bustillo-. La iniciativa contó con el entusiasta apoyo del Gobernador Fresco y sus ministros, el Dr. Roberto Noble (de Gobierno) y el Ministro de Hacienda César Ameghino, siendo sancionada por la Legislatura el 8 de septiembre de 1936 con la Ley N° 4418.

LAS TIERRAS EXPROPIADAS A URQUIZA

    Los colonos de la Colonia El Fortín, en general eran arrendatarios de las mismas tierras de Luis de Urquiza y Anchorena o provenían de otros lugares de General Alvear, Bolívar, Saladillo o 25 de Mayo. Eran en total 5.968 hectáreas subdividas en 37 lotes adjudicadas en un momento particularmente propicio porque el país acababa de superar penosamente la crisis del año 30 y el gobierno, tenía muchos inmuebles rurales de los que se había hecho cargo para cobrar sus créditos ya que los propietarios estaban agobiados por deudas hipotecarias.

    El Instituto de Colonización distribuyó lotes entre los interesados confeccionando planillas en las que se registraba, asignándoles puntajes, las condiciones a tener en cuenta respaldadas por una conducta intachable y moralidad acreditada, así como “capacidad de trabajo, condiciones para la administración y natural ambición y educación” (Ibarbia, 307), con la idea de trabajar no en una “economía de subsistencia” sino en un “economía de progreso”.

LAS CASAS DE LOS COLONOS: “UN RANCHO MEJORADO”

    El primer problema del Instituto fue el de la vivienda para las familias que habían de radicarse y para ello se propusieron planos con la idea de un “rancho mejorado” de ladrillo, revoques, instalación de agua corriente y de tres o cuatro ambientes con un mínimo dinero que incluía el alambrado perimetral, cantidad exigua que agudizó el ingenio del colono.

    El Instituto facilitó el proceso de modestos créditos “a la cosecha”, “a la esquila”, “o al destete” con los que los colonos y sus familias iban borrando sus carencias con mucho esfuerzo estando en medio el futuro, la salud y la educación de sus hijos siendo la escuela, una colaboradora insuperable que detectaba las falencias familiares.

FUERON 37 COLONOS ADJUDICADOS
Los 37 lotes fueron adjudicados en lotes muy desparejos: Lote 1 con 2 fracciones de 127 y 126 hectáreas: Félix Enrique Mathet; Antonio Gallo con el Lote 2 de 126 hectáreas; Lote 3 A, Nazareno Mengarelli (126 hectáreas); Lote 2 B: Fausto Quincoces (126 hectáreas); Lote 3 B: Claudio Sánchez, (42 hectáreas); Lote 3 C: Luis Restagno (42 hectáreas); Lote 3 D: Antonio Zappacosta (42 hectáreas); Lote 4: Pedro Sarratea (315 hectáreas); Lote 5: Luis Casale (315 hectáreas); Lote 6: Manuel Pérez (308 hectáreas); Lote 7: Pedro Capra (291 hectáreas); Lote 8 A: Nicolás Finamore (198 hectáreas); Lote 8 B: Antonio Cappelletti (198 hectáreas); Lote 9: Anselmo Merino (394 hectáreas); Lote 10: Victoriano Martínez (393 hectáreas; Lote 11 Isidro Martínez (384 hectáreas); Lote 12: Domingo Sivero (337 hectáreas; Lote 14: Juan José Gruccio (256 hectáreas); Lote 15: Manuel Pacho (254 hectáreas); Lote 16: Bernardino F. Rípodas (254 hectáreas) y Lote 17: En concurso de adjudicación (257 hectáreas).

NO ALCANZÓ LA TIERRA… Y SE FORMÓ LA “COLONIA CHICA”

     A partir del Lote 18 las chacras eran más chicas por las que se las conocía como “La Colonia Chica”. Los adjudicados eran: Lote 18: en concurso de adjudicación (50 hectáreas); Lote 19: Pedro Grosso (50 hectáreas); Lote 20: Bienvenido Vicente (50 hectáreas); Lote 21: José A. Balda (50 hectáreas; Lote 22: Avelino Gómez (50 hectáreas; Lote 23: Augusto Bosso (50 hectáreas); Lote 24: Quin (50 hectáreas; Lote 25: Ramón Balda (50 hectáreas); Lote 26: Reservado para la escuela y la administración, sede del administrador Bavio; a partir del Lote 27 de José Marano eran 65 hectáreas y no 50 por estar lindando con el arroyo Las Flores; Lote 28: Luis Marano (65 hectáreas; Lote 29: Eusebio Balda (68 hectáreas); Lote 30: Mauricio Grosso (92 hectáreas); Lote 31: Entique Raimundo; Lote 32: Francisco Sararols (102 hectáreas) y Lote 33: Vicente Morena de 106 hectáreas.

    Hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de estos primeros colonos pueblan General Alvear y hablan con cariño y respeto de sus mayores, de épocas distintas a la nuestra, con cargas dolorosas en muchos casos pero también con recuerdos que iluminan los ojos de los ancianos. Los valores, las leyes, las costumbres, el lenguaje, las anécdotas y recuerdos le dan sentido a la vida de cada una de las familias que formaron la Colonia Fortín Esperanza de General Alvear, familias que son partes y miembros de un grupo con gran identidad y pertenencia que influyeron decididamente en la historia del Pueblo.

 
Fuentes:
  • Obras Públicas de Geodesia. Volumen III Colonización, Dirección de Tierras, Agricultura, Ganadería e Industrias. Ferrocarril Provincial de Buenos Aires.
  • Gobernador Fresco. Cuatro años de Gobierno. Período 1936-1940- República Argentina. Provincia de Buenos Aires.
  • Ibarbia, Diego J. Instituto de colonización de la provincia de Buenos Aires, un ensayo no aprovechado. 1990. Recuperado de https://ancmyp.org.ar/user/CONTINUACION-ANALES/17_TOMO%20XIX.PDF